Nerviosismo. Eso es lo que impera en el núcleo duro del Presidente Sebastián Piñera, porque, si bien es casi inviable que la acusación constitucional en su contra avance en la Cámara de Diputados y la que pesa sobre su hombre de confianza, el exministro Andrés Chadwick, tiene un resultado incierto en el Senado, ni en sus peores pesadillas el «piñerismo» se imaginó una semana como esta: con sus dos principales figuras sentadas en el banquillo político, claramente días que jamás se les pasaron por la cabeza ni siquiera en sus peores pesadillas. Hace cuatro meses nadie lo habría imaginado, pero lo cierto es que ambas acusaciones confrontan la forma en que tanto el jefe de Estado como Chadwick manejaron políticamente las primeras semanas del estallido social del 18 de octubre.
La discusión parlamentaria de ambas acusaciones se dará en un escenario complejo. Con emplazamientos internacionales –Amnistía Internacional y Human Rights Wacht– por violaciones a los Derechos Humanos y abusos de parte de Carabineros durante el control de las manifestaciones, la violencia que se desbordó y se derivó de la protesta callejera y la bajísima aprobación ciudadana a la figura presidencial, que la semana pasada llegó a apenas y con esfuerzo al 10%.
Es cierto que Chadwick salió ya del Gobierno en el cambio de gabinete de finales de octubre, que La Moneda realizó para tratar de calmar los ánimos de la calle sin mayor efecto, pero también lo es que la propia Constitución establece que los ministros de Estado pueden ser acusados hasta seis meses después de dejar sus cargos y, de prosperar el libelo, quedan inhabilitados por cinco años de ejercer cargos públicos.
La apuesta en La Moneda es que, en el caso del Presidente, la acusación se caiga en la Sala de la Cámara de Diputados el jueves 12, que ni siquiera se discuta el fondo y que los parlamentarios acojan la llamada cuestión previa, que apunta a que en la forma el libelo no cumple con los requisitos para acusar al Mandatario. Por lo mismo, se instaló hace un par de semanas la teoría del «cordero de Dios», que implica que sería inevitable que se sacrifique políticamente a Chadwick para salvar a Piñera y, así, dar la señal de que «alguien» asuma –ante los ojos ciudadanos– la responsabilidad del mal manejo de la crisis en la que ha estado el país por casi dos meses.
El Senado discutirá en sesión especial la acusación al exministro del Interior mañana martes 10 –se escucharán los argumentos de los diputados acusadores Gabriel Silber (DC), Gabriel Boric (CS) y Marco Ilabaca (PS) en la mañana y en la tarde del abogado defensor Luis Hermosilla– y el miércoles 11 de diciembre se votará. Para que sea aprobada la acusación, se necesita mayoría simple, o sea, 22 de los 43 votos en la Cámara Alta. Las cuentas frías apuntan a que el Gobierno cuenta con los 19 votos de la derecha y que la oposición tiene por sí sola unos 23, a lo que se sumaría el independiente, Carlos Bianchi, más aún, considerando que su hijo diputado, Karim Bianchi, ya votó a favor del libelo en la Cámara Baja.
La acusación se funda en dos puntos específicos: haber “violado las leyes y haber dejado estas sin ejecución al omitir adoptar medidas para detener violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos durante la vigencia de las declaratorias de Estado de Emergencia en territorio nacional” y, además, haber “comprometido gravemente el honor y seguridad de la nación”, ya que Chadwick “participó de la declaración del Estado de Emergencia cuando esto afectó derechos contemplados en dicho estado de excepcionalidad constitucional”.
Una y otra vez se ha escuchado durante los últimos días la frase respecto a que los senadores actúan como jueces en esta instancia y, por ende, que cada uno votará en su propio mérito, pero la verdad es que la realidad dista mucho de eso. Las gestiones para intentar salvar a Chadwick han estado a la orden del día, nuevamente se ha aplicado la estrategia gubernamental del «pirquineo» de votos, y las «presiones» públicas y privadas del otrora llamado partido del orden –entiéndase la elite política de derecha y centroizquierda– han sido la tónica a medida que se acerca el día clave para el exministro.
Los senadores de oposición tienen poco margen para no acusar a Chadwick, tal como lo reconocieron en las bancadas de la DC, el PPD y del PS. La tensión interna de los socialistas no ha sido menor, debido a las relaciones personales que dos de sus senadores tienen con el extitular de la cartera del Interior, una «contradicción vital» que la semana pasada relató a sus pares del PS el senador José Miguel Insulza, en una cena en el piso 14 del Congreso. No hay que olvidar que el senador por Arica tiene una historia de exilio estrechamente ligada a María Teresa Chadwick, hermana del otrora ministro, y a su marido, el exsenador y exminitro PS José Antonio Viera-Gallo, quien este domingo abogó públicamente –en La Tercera– por su «cuñado»: criticó el libelo, porque «dejó de ser ministro y las acusaciones constitucionales tienen por objetivo principal que la persona deje el cargo (…), pretender inhabilitarlo no corresponde».
El otro caso es el del senador PS Juan Pablo Letelier, quien tiene una estrecha relación con Chadwick, con quien no solo compartió pasillos, comisiones y escaños en el Congreso, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado por años, sino que también el poder en la Sexta Región, donde ambos han ejercido casi como caudillos locales.
El caso de sus dos parlamentarios no pasa inadvertido en el socialismo, a quienes el partido les recordó que en la Cámara Baja la totalidad de la bancada de diputados votó a favor de la acusación, lo que implica una señal clara que no puede ser dejada a un lado. Que Letelier o Insulza –quien mantiene sus aspiraciones presidenciales– se inhabiliten o voten en contra de la acusación, confesaron en la colectividad, sería “dramático y un nivel de entreguismo gigante” y advirtieron, además, que sería inexplicable para las bases del PS que, en este contexto político y social, dos de los suyos salven a Chadwick, cuando sus huestes están marcadas a fuego con la violación de los Derechos Humanos en dictadura.
En La Moneda confesaron estar temerosos con lo que vaya suceder esta semana. “Siempre creímos que el escenario estaba muy difícil”, reconocieron en Palacio. Saben que, más allá del mérito jurídico del libelo, lo que realmente está en juego esta semana es el carácter político de la gestión de Chadwick como ministro del Interior y que, en tal marco, jugará un rol determinante el asesinato de Camilo Catrillanca en noviembre de 2018, caso por el cual la comisión investigadora –en agosto de este año– lo sindicó como responsable político de dicha muerte.
El analista político Axel Callís precisó que “muchos perciben que entregar la cabeza de Chadwick es comenzar a solucionar el problema de que alguien pague por esto, es decir, este ha sido un estallido social donde no han corrido cabezas y, literalmente, se transforma en la primera ofrenda». Respecto de la posibilidad de revertir el escenario, Callís señaló que “el que el Gobierno prácticamente haya estado ausente de la sesión en que lo acusan en el Parlamento, te indica que está entregado. Fue Hermosilla solo, no había ningún ministro”.
En la Democracia Cristiana también hay dudas de lo que hará su bancada en el Senado, partido en el que se refieren a sus senadores como “cada uno es su propia isla”. Los casos de Carolina Goic y Ximena Rincón –explicaron en la tienda– estarían amarrados a sus aspiraciones presidenciales, por lo que optar por el rechazo de la acusación a Chadwick podría traerles costos difícilmente reembolsables de cara a las bases de la colectividad. En el caso del senador Francisco Huenchumilla, el caso Catrillanca lo dejaría sin siquiera margen para la reflexión y su única opción es aprobar el libelo, lo mismo su par Yasna Provoste, quien también votará a favor. El senador, Jorge Pizarro, debía viajar fuera de Chile pero finalmente se quedó, aunque en la falange tienen dudas sobre su voto e, incluso, creen que terminaría apoyando a Chadwick, con quien también tendría una relación cercana.
Para los que tienen dudas en la DC, en la oposición dicen que las palabras del diputado Matías Walker marcaron un camino. El 28 de noviembre, en plena discusión en la Cámara Baja, el diputado democratacristiano argumentó su voto a favor de la acusación señalando que, si bien no compartía el punto dos de esta, sí estaba de acuerdo con el primero y que dice relación con “omitir adoptar medidas para detener violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos”. No es un detalle menor porque, si bien en la Cámara se votó la acusación como un todo, razón por la cual Walker dio el voto favorable, en el Senado los artículos se votan por separado y basta que se apruebe solo uno para que la acusación pase.
En el PPD aseguraron que “no tenemos ni un Insulza ni a un Letelier, que sus senadores están alineados y nadie figura con compromisos personales de ninguna índole con Chadwick.
Para el analista y académico de la Universidad de Talca, Mauricio Morales, “el Gobierno ha llegado a una situación en la que aparentemente no tiene nada más que perder, si es que el exministro Chadwick, como todo parece apuntar, llega a ser condenado, eso significaría que la primera parte de la administración ya se puede dar como muerta absoluta (…). El primer ministro del Interior condenado por casos de Derechos Humanos, por otra parte, sería herir al círculo de hierro del Presidente Piñera. Esto tiene implicancias político-institucionales para el Gobierno, pero también tiene implicancias familiares para el Presidente, es un doble golpe, porque su hombre de confianza cae y es su primo también quien cae, es decir, hay un daño mayor al Gobierno”.
La hora del Presidente
La acusación contra Piñera tiene otros ribetes más allá de la situación de Chadwick. Desde que se anunció la idea, ha generado resquemores en la propia oposición, al punto que en sus bancadas de diputados reconocen que es bien posible que la defensa del Jefe de Estado logre que el libelo naufrague en la cuestión previa, la que solo requiere de mayoría simple, es decir, el 50% más 1 de los presentes en la Sala. De los 13 diputados de la DC, por ejemplo, solo 4 o 5 estarían por rechazar la cuestión previa, para forzar que la Sala debata el fondo de la acusación.
Eso es precisamente lo que La Moneda quiere evitar, que durante horas la imagen del Mandatario esté públicamente en tela de juicio, debate en el que una y otra vez se pondría sobre la mesa la cifra de heridos, más de 20 muertos y las más de 300 personas con daño ocular, cuyo caso más emblemático es el del joven Gustavo Gatica. Las gestiones han sido de toda índole, desde las declaraciones del ministro del Interior Gonzalo Blumel, quien ayer insistió en que el libelo contra Piñera «no tiene fundamento», hasta las conversaciones de pasillo en el Congreso, en las que se puso el foco en el gesto «desestabilizador» que tiene dicho debate, lo que estaría inhabilitando a más de uno en las bancadas de oposición.
El jueves Piñera no asistirá a la Sala de la Cámara, pero sí lo hará su abogado defensor, Juan Domingo Acosta, quien en los argumentos contra el libelo y por los que invocó la cuestion previa, precisó que “utilizar la acusación constitucional en este escenario, implica una banalización de este instrumento y podría significar un grave atentado contra la gobernabilidad del país, paralizando la atención de los altos mandos”. Además, “los acusadores tampoco han acompañado antecedentes suficientes para acercarse a una acreditación” y que “los acusadores no han apuntado hacia ningún acto del Presidente que pueda contravenir abiertamente la Constitución”.
No hay dos voces entre los que afirmaron en el Congreso que, de rechazarse la cuestión previa y debatir la acusación en Sala, no están los votos para que la acusación sea aprobada en la Cámara.
A diferencia de las acusaciones a otras autoridades, en el caso del Presidente de la República se exige un quorum de la mayoría de diputados en ejercicio, esto es, 78 de los 155 y, en el caso del Senado, de 2/3.
El analista Tomás Duval afirmó que la acusación contra el Primer Mandatario «va a complicar y conflictuar a la oposición, dado que parte de dos supuestos: uno, inculpar al Jefe de Estado (ético o moral), pero a sabiendas que no se tienen los votos para ello dado el quorum. Ello, impulsado por el PC y otros integrantes del Frente Amplio, es deducir las fuerzas más extremas del espectro político. En el fondo, culpar a Piñera de todo, que en paralelo puede chocar con el acuerdo constitucional; por el otro lado, Chile Vamos tendrá que cerrar sus filas con el Mandatario aun si baja la aprobación. En este sentido, será complejo por el tema de los Derechos Humanos. Si no se enfoca de forma adecuada, sería un problema complejo”.
En la oposición se sinceraron al hablar de las posibilidades reales de la acusación. La DC ya advirtió que no está por apoyar el libelo, que “buscaría ahondar en la ingobernabilidad”. El PPD está dividido, ya que su timonel, Heraldo Muñoz, ya se mostró crítico de la acusación. En el PS en un principio no estaban de acuerdo, por considerar que había “falta de informes” y que el rechazo garantizado de la acusación le va a “regalar un manto de impunidad” a Piñera, pero ahora dicen que el escenario cambió, que dada la información que se maneja públicamente, no les queda otra que votar a favor.
Para Callís, “el costo que tiene (acusar) es que Piñera no tiene prácticamente ningún respaldo de la población, o sea, menos de dos dígitos, y tener un dígito de respaldo es prácticamente gratis la acusación, ni siquiera la gente de su sector lo apoya». Respecto del resultado de la acusación contra Chadwick, agregó que “puede haber un despertar de tipo vampiro, que cuando se huele la sangre, se va por ella también”.
En la misma línea, Morales apuntó que “de caer (Chadwick), podría minar a los legisladores que en un principio no estuvieron de acuerdo con la acusación constitucional a Sebastián Piñera, pero que en este ambiente en que el Presidente tiene entre 5% y 10% de aprobación, podrían animarse para dar el golpe final. Esto se podría dar por la presión de la propia militancia sobre el cuerpo de legisladores, ellos están particularmente con los oídos abiertos a la ciudadanía y escuchan a la militancia, que son más polarizados que la elite. No me sorprendería que la militancia DC y FA insista para avanzar contra”.