Arturo Zúñiga (36), subsecretario de Redes Asistenciales, repartición a cargo de conducir la gestión de todos los centros salud pública a lo largo del país, está en una carrera contra el tiempo. Aunque cuenta con todo el apoyo del ministro de Salud Jaime Mañalich, diversos problemas en la gestión operativa de la red de salud pública, falta de sentido de oportunidad en la compra de equipos de respiración mecánica y elementos de protección, decisiones controvertidas que les costaron el cargo a personas claves, diferencias de criterios con los equipos técnicos y la presión de los partidos de Chile Vamos para que sea reemplazado, hace que todos los ojos estén sobre su cabeza.
Su permanencia en el Gobierno, sin embargo, no depende de sus atributos ni de sus errores. Depende de cuán fuerte soplen los vientos. Si la tormenta se acerca a Mañalich, él cae. Así de simple.
Respiración mecánica
Descrito, por quienes lo conocen desde que estudió Ingeniería Comercial en la Universidad Católica, como “brillante” con los números, esta vez las cifras en torno a la capacidad logística del sistema para enfrentar los peores días de la pandemia, lo pondrán en el ojo del huracán, ya que pese al optimismo de su jefe y del propio Presidente sobre cómo se ha enfrentado la pandemia, existe consenso mayoritario en el mundo de la salud en cuanto a que la cantidad de equipos simplemente no dan. Si antes los números parecían su fuerte, hoy simbolizan su debilidad. Y la presión en torno a Zúñiga aumenta.
El ejemplo más claro –apuntan fuentes del propio Minsal–es el confuso tema de los ventiladores mecánicos. «Hay que tener claro que la principal preocupación de Mañalich es Piñera, es salvar su Gobierno por medio de mostrar una gestión exitosa de la pandemia. Lo suyo es lo político-comunicacional, cuenta una fuente con conocimiento detallado del funcionamiento de la subsecretaría y que asegura que todo lo operativo recae en las manos de Zúñiga.
Efectivamemte –agregan– el error de Piñera al afirmar que los ventiladores habían sido encargados en enero, para luego revelarse que la preocupación surgió recién a mediados de marzo, fue un paso en falso que había sido propiciado por Zúñiga.
Fuentes del Ministerio de Salud revelan que ni en enero ni en febrero hubo preocupación alguna por los ventiladores. El hecho más relevante está en que el subsecretario no asistió a los Comités de Brotes de esos meses, pese a que las más altas autoridades del ministerio tienen la obligación de estar, ya que es en esa instancia donde se define la planificación en virtud de la situación que exponen los expertos. En esa época, lo que único que se discutió fueron los implementos de protección para el personal de salud en virtud de un cálculo de la epidemia de H1N1 de 2019. La decisión que se adoptó fue multiplicar por seis la necesidad y encargar la compra.
Para que estos insumos llegaran a tiempo –sostienen las fuentes– es que se decretó la alerta sanitaria, que es el mecanismo que permite la compra directa. «En ese momento ni Zúñiga ni nadie habló de ventiladores», confesaron. El subsecretario y su equipo reaccionaron tarde.
Ante tal escenario, donde los errores operativos comienzan a sumarse, es que en el ministerio se tomó la decisión hace algunas semanas de reforzar el área de redes con la incorporación del especialista en medicina hiperbárica Andrés Llarena, Felipe Cox como jefe de presupuestos del Minsal, en reemplazo de Mauricio Verdejo, y Adriana Tapia, doctora militante de la UDI, quien a poco andar fue superada por el estrés y hoy está con licencia. Tapia ocupaba el estratégico cargo de jefa de la División de Gestión de Redes Asistenciales. En su reemplazo llegó Julio Montt, médico cercano a la DC y con experiencia en la gestión de hospitales.
Con el pasar de los meses, lo único que se puede sostener sin temor a equivocaciones –afirman fuentes del mundo de la salud– es que los respiradores son más necesarios que nunca, y que sobre el stock que reforzará el sistema de salud «no hay más que dudas».
Las principales interrogantes y contradicciones emanan de la frase del propio ministro Mañalich, cuando confirmó que el Gobierno está gestionando la importación directa de los equipos “por mecanismos que no queremos revelar”, dijo. Una gestión que solo podría tener como destino China, luego que se conociera el oficio que envió el Minsal a la embajada de Chile en Estados Unidos y otras en Europa, pidiendo explorar la adquisición de ventiladores. Una exploración que confirma la falta de disponibilidad de equipos en el mercado internacional.
«Hoy sigue siendo un grave problema, porque, más allá de que el ministro no revele la gestión que se ha hecho para comprar los equipos de respiradores ni por qué se excede en su hermetismo, hay otros problemas en los que Zúñiga también es el responsable, como el exceso de burocracia en los ventiladores adquiridos por el sector privado y los prototipos que están fabricando en Chile y que están financiados por Corfo», admite una fuente gubernamental, quien precisa que en estos momentos lo que se necesita es aumentar los grados de eficiencia.
«Si la gente se les muere, tendrán que asumir el costo político». Pero en la realidad de Arturo Zúñiga no hay espacio para predicciones pesimistas.
Los US$9 millones en ventiladores de la CPC
Luego que el Gobierno sostuviera que se estaba gestionando en el mercado chino la importación de más de mil ventiladores, y después que este número cambiara a 500, como se dio a conocer en el Comité Político de hace una semana, lo concreto –indican fuentes diplomáticas– son las gestiones que realizó la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), que preside Juan Sutil, para la compra de US$ 9 millones de dólares en respiradores artificiales.
Fuentes oficiales de la CPC confirmaron que se trataría de un poco más de 400 equipos, los que fueron adquiridos directamente a las fábricas y por lo cual se pagaron sobreprecios, debido a la alta demanda del mercado.
Según las mismas fuentes diplomáticas, estos son los equipos que provienen de China, que llegarían este lunes y que fueron donados al Gobierno, pero no por su par chino, sino por la CPC.
La llegada de estos equipos al país se da mientras detonó una nueva polémica que tiene como protagonista al ministro Mañalich, quien acusó a la prensa de cambiar las declaraciones de Xu Bu –el embajador chino en Chile–, quien en un cuestionario que respondió por escrito al diario La Tercera sostuvo que el Gobierno de su país no tiene información «sobre la donación de 500 ventiladores que la parte china habría comprometido».
De acuerdo al titular de la cartera de Salud, el embajador consultó con él primero cómo responder a La Tercera la pregunta de la donación de ventiladores que viene de China, ante lo cual Mañalich recomendó no contestar la pregunta. Lo que habría buscado el ministro –afirman fuentes de Gobierno que tienen mirada crítica de cómo Mañalich está conduciendo la pandemia– era dilatar la confirmación de la donación de la CPC para que el Gobierno del Presidente Piñera capitalizara comunicacionalmente la llegada de los equipos. «Es la foto lo que importa», lanzaron.
Para evitar mayor polémica con Xu Bu, el propio Mañalich confirmó que la donación es de la CPC. Respecto de una eventual donación de China, y que Mañalich manejó con hermetismo, según fuentes diplomáticas conocedoras de la relación del Asia Pacífico, el Gobierno chino, a través de un documento escrito firmado por Xu Bu, solo comprometió a una eventual donación de un máximo de 10 equipos, al mismo tiempo que dejó saber al Ejecutivo chileno que en Pekín preferían que la compra de este tipo de insumos, tan especializados, se hiciera la vía contrato entre Gobiernos y no mediante el trato directo entre empresarios chilenos y los fabricantes chinos, como fue finalmente la fórmula que se utilizó para llegada de los equipos que compró la CPC por US$9 millones
Las trabas a los equipos, la plata de Corfo y falta de certificación
Para el sector privado, la esencia de lo donado radica en la implementación rápida de estos equipos en las redes asistenciales, pero las fuentes advierten que, pese a lo importante de la donación, su implementación en el país choca con la falta de operatividad del subsecretario Zúñiga.
Para que este equipos sean distribuidos en los hospitales, deben ser certificados por un organismo del Estado, como el Instituto de Salud Pública (ISP). La preocupación de los privados estriba en que, para que esto suceda, debe haber protocolos especializados, cuya responsabilidad recae en el subsecretario, quien a la fecha de hoy «no ha actuado con la debida rapidez y diligencia».
Pero esta falta de diligencia, que acusan los privados, también estaría afectando a la innovación que impulsa Corfo con la inyección de $800 millones, para encontrar las mejores soluciones de rápida implementación en pos de enfrentar la pandemia.
A la fecha existen al menos 25 iniciativas de las principales universidades y centros de investigación, que ya cuentan con prototipos e iniciaron los ensayos preclínicos y que están a la espera de una resolución sanitaria o certificación. Para todas estas iniciativas, tanto las de los centros de investigación como las de los privados, el factor tiempo es clave.
Según información de la que tomó conocimiento El Mostrador, no existe claridad respecto a estos procedimientos, puesto que la Subsecretaría de Redes Asistenciales se desligó del tema, traspasándole la responsabilidad al Ministerio de Ciencias. Esta cartera de Gobierno, que dirige Andrés Couve, anunció que conformó una Mesa de Expertos para revisar las propuestas técnicas, pero esta instancia no es el organismo competente para dar las certificaciones, sino que tiene que ser un organismo dependiente de la subsecretaría. Otra vez la presión cae sobre Zúñiga y existen serias dudas sobre su capacidad para resolver con oportunidad esta situación. El mayor problema, admiten fuentes que trabajan en investigación, es que el subsecretario establezca el procedimiento tardíamente y que no estén disponibles los equipos para cuando se les necesite.
Gremios
Entre los puntos a su favor, según cercanos a Zúñiga en la subsecretaría, destacan que el ingeniero comercial ha logrado ablandar a los gremios de la salud, históricamente enfrentados al ministerio, procurando que durante su gestión se realicen reuniones semanales para escuchar los requerimientos de las personas que trabajan en la red de salud.
Roxana Guajardo, presidenta de la Asociación de Profesionales Universitarios de la Salud, confirma este acercamiento en forma periódica, pero asegura que no ha tenido una expresión real en mejoras respecto de los requerimientos mínimos para que el sistema pueda enfrentar la emergencia.
“Creemos que esas reuniones no han tenido ningún fruto. El escuchar al subsecretario que hable de todas las medidas que se están haciendo o tomando para los trabajadores, pero en la práctica no se llevan a cabo. Transmite una línea, pero eso no tiene un correlato en la implementación real y después eso no tiene una bajada a terreno”, afirma.
“La racionalización de los elementos de protección personal es una medida tomada por Zúñiga. La realidad hoy es crítica en este sentido. Que los insumos están en las bodegas, no es cierto. Están llegando de a muy poco. Sin embargo, él publica en sus redes un video donde están sacando elementos de la Cenabast para repartirlos a los establecimientos. Eso es insuficiente. Lo que está llegando no da respuesta. El que tengan guardados los insumos pensando en dos o tres meses complejos, va a provocar que hoy nuestros compañeros se enfermen y, después, ¿quién va a atender a la comunidad?”, se pregunta la dirigenta.
El escudero de Mañalich
Nada de lo que es Arturo Zúñiga en el Gobierno se entiende sin la figura de Jaime Mañalich. Entre 2009 y 2010, fue director de Salud en la Municipalidad de Panguipulli, en la Región de Los Ríos, y luego, en el primer mandato de Piñera, fue jefe de gabinete de Mañalich en el Minsal. Después trabajó como gerente comercial de la Clínica Universidad de Los Andes. Igual que la actual jefa de gabinete del ministro, Itziar Linazasoro, una de las pocas personas en las que confía Zúñiga en el ministerio, junto con su jefe de gabinete, el doctor Jorge Acosta, quien ha sido la cara visible de las decisiones que ha tomado el susecretario de Redes Asistenciales al interior de la repartición y que le han generado enemigos.
Entre sus determinaciones más controvertidas está haber despedido a algunos directores de servicios de salud cuya gestión evaluó mal. Es el caso del director de Salud de Antofagasta, Juan Urrutia; del director de gestión de Redes Asistenciales, Rubén Gennero; de la directora de Viña del Mar, Soledad Naudón; de la directora de Aysén, Rina Cares y, hace algunas semanas, hizo firmar su renuncia voluntaria a Germán Echeverría, director de Chiloé.
Sin redes políticas firmes y sin peso específico, Zúñiga le responde solamente a Jaime Mañalich. Como este, Zúñiga confía en muy poca gente y está absolutamente distanciado de los partidos oficialistas que, como todos cuando se llega al Gobierno, se instalan en los ministerios, entre los cuales el de Salud es uno de los codiciados.
“El subsecretario en términos políticos ha tomado decisiones bastante torpes”, afirma una fuente del ministerio, como por ejemplo despedir a Claudio Román Codoceo, jefe de la División de Gestión de personas del Minsal, que no hacía un buen trabajo según Zúñiga, y que es cercano a Mario Desbordes, presidente de RN.
Precisamente desde ese partido –de acuerdo a versiones de prensa– han llegado las críticas a Zúñiga por sus vocerías robóticas y poco eficientes. Su designación, en julio de 2018, después de la bullada salida de Luis Castillo, ligado al caso Frei Montalva, tampoco fue bien recibida por la presidenta de la UDI, Jacqueline Van Rysselberghe. Por eso, la gente de ese partido también le ha hecho la vida más difícil a Zúñiga al interior de su repartición.
“En las últimas semanas hay personas que eran operadores políticos al interior de la subsecretaría, que fueron desvinculados porque su gestión no fue bien evaluada, y por eso fueron desvinculados y quizás ellos han tratado de instalar algunos trascendidos que no hacen justicia con la realidad. Lo que uno ve es una gestión bastante exitosa”, dice uno de los colaboradores de Zúñiga, que está cada vez más presionado desde este flanco.
Uno de sus pocos amigos en el oficialismo es el diputado Jaime Bellolio (UDI). El parlamentario de la comisión de Salud de la Cámara lo defiende: “Se ha dedicado a la gestión de la salud. No ha sido militante muy activo al interior del partido y su cargo, en mi opinión, requiere de mucha gestión más que de vínculo político. La gestión de Redes Asistenciales debe ser lo menos politizada posible, en el sentido de que siga una lógica de partidos políticos. Lo que hace más exitosa la gestión de redes en otros países con los que nos gusta compararnos, es precisamente que el manejo y gestión se hace técnicamente. Creo que él, en ese perfil, conoce las distintas realidades, privadas y públicas. Es un buen gestor”, sostiene Bellolio.
Fusible quemado
En el ministerio existen personas instaladas por los partidos que ya estuvieron en la gestión anterior de Jaime Mañalich, quien no se relaciona con los partidos, siendo la subsecretaria de Salud Pública, Paula Daza, la que ha cumplido este rol. De esta manera se entiende la proyección menos optimista que la de Zúñiga y Mañalich.
Todo su apoyo está en el ministro Mañalich, es una prolongación de este, hace todo lo que él le diga y, al igual que el secretario de Estado, es profundamente desconfiado de los políticos. «A la inversa, la confianza de Mañalich en Zúñiga es total”, afirma un militante oficialista con años al interior del ministerio.
Mientras Mañalich se preocupa de apoyar la versión de Piñera de que la gestión de Chile frente a la emergencia es la más exitosa de Latinoamérica y una de las más eficientes del mundo, lo de Zúñiga es preocuparse de mantener esa burbuja expresada en cifras, que demuestren que todo funciona bien. Pero de a poco van surgiendo evidencias de que al menos las cifras de contagiados no son transparentes, como lo comprobó un estudio reciente de Espacio Público.
En un escenario de mediano plazo en que las cifras de contagiados puedan crecer más allá de lo informado públicamente, estará el subsecretario Zúñiga para afrontar las críticas, y que de esta manera no afecten la permanencia de Mañalich en el Gobierno. Arturo Zúñiga, creen en el ministerio, será el fusible que va a saltar.