Un diputado de apellido Schalper y el alcalde Rodolfo Carter de la Florida coinciden en dos cosas. Les gusta aparecer en los matinales de TV, a los que son invitados con frecuencia; y, a ambos le molestan los reclamos populares. El primero se muestra como es, un hombre de extrema derecha, que no inhibe sus opiniones en defensa del gobierno, del modelo económico y es crítico de toda iniciativa progresista.
Carter, en cambio, es más peligroso. Intenta mostrarse como servidor de sus vecinos, con un discurso populachero, con aparente sensibilidad social; pero en la hora de la verdad saca sus garras y aparece el reaccionario, enemigo de los débiles.
Ambos, en la hora del hambre exigen represión.
A Schalper no le duele el hambre y las protestas de sus compatriotas de El Bosque y, en cambio, le molesta la proyección de una señal lumínica con la palabra “HAMBRE” en la torre de Movistar. Indignado, llama a investigar a las “fuerzas de orden”, con el argumento que habrían personas que instrumentalizan la molestia de la gente. Por ahora, consiguió que sus seguidores, o los fascistas que siempre esperan su oportunidad, insultaran y amenazaran a los proyectistas.
La mentalidad represiva del diputado Schalper parece estar en su naturaleza; algunos meses antes, responsabilizó a comunistas y frenteamplistas de liderar el estallido social del 18 de octubre. El hombre no puede entender que la gente proteste con autonomía. Su pensamiento es peligroso y se alimenta de una ideología ultramontana.
El alcalde Rodolfo Carter es populista en su presencia comunicacional: dice lo que está en el sentido común de la gente. Pero, frente a las protestas y barricadas contra el hambre, en la comuna de El Bosque, sacó las garras y llamó, desde Megavisión a “reprimir y disparar”. Se mostró como es de verdad. Sin embargo, esa misma noche desplegó su demagogia, su cara buena, y entregó algunas canastas de alimentos al alcalde de El Bosque, Sadi Melo. Este las aceptó, a pesar de los dichos de Carter.
Aunque a Carter y Schalper no les guste, la gente tiene hambre. Sobre todo, en El Bosque y la Pintana, y en otras comunas pobres. Porque allí están los cesantes, los informales, los pobres que venden en las ferias. Son los que se manifiestan porque tienen carencia de bienes básicos para sobrevivir.
Sería bueno que el diputado y el alcalde escucharan a Carlos Ingham, presidente de la ONG, Red de Alimentos, quien dice, sin eufemismo: «En esta pandemia se concientizó que en Chile hay un problema de hambre; ya existía y ahora va a ser significativamente peor» (El Mercurio (22-05-2020).
Los incidentes y cacerolazos que se han producido durante esta semana son el resultado de la falta de comida y trabajo, por la cuarentena y las insuficientes iniciativas gubernamentales. Las protestas de hoy, igual que las de octubre del año pasado, tienen un carácter espontáneo, no las organiza ni instrumentaliza ninguna organización política. Por tanto, cuando Schalper y Carter las denuncian, lo que están haciendo es atacar directamente al pueblo, a ese pueblo que sufre hoy con la pandemia y desde hace 40 años con las desigualdades y abusos del “modelo chileno”
El hambre crece, en medio de largas semanas de cuarentena. Por ello nacen las protestas y las ollas populares, como en los años de la dictadura. Porque los anuncios de ingresos y canastas de comida de Piñera no llegan a la gente o lo hacen muy marginalmente. La alcaldesa de la Pintana, Claudia Pizarro, lo dice dramáticamente: «Todas las cosas están llegando a destiempo”. «La gente ya no da más, es el hambre o el coronavirus». «La situación es grave».
Cuando el hambre arrecia, y hay que dar de comer a los hijos, cunde la desesperación. Y, los llamados a la represión no sólo son inhumanos, sino inconducentes. Schalper y Carter debieran aprender del filósofo romano Seneca cuando dice: “Un pueblo hambriento no atiende razones, ni se pacifica con la justicia, ni se doblega ante ninguna súplica”.”