La vía de escape de las elites

No es nuevo que a las elites les guste distanciarse del resto del país. No sólo en sus lugares para vivir, sino también en las reglas y posibilidades de estilos de vida. Pareciera que la integración, y ni hablar de cohesión, social es algo que gusta leer y debatir pero no vivir. Acabo de terminar un libro que me prestó un amigo que habla justamente de esto. “Justicia ¿Hacemos lo que debemos?”, un texto del filósofo político Michael J. Sandel, académico de la Universidad de Harvard, que se ha hecho bastante conocido no sólo por sus análisis, sino también por compartir sus clases con estudiantes de primer año en la web. Cada capítulo del libro está basado en la reflexión de años con sus alumnos. Además de recomendar el libro, y las clases que están disponibles en http://www.justiceharvard.org, lo que quiero es compartir una parte que me representa en un 100% sobre la desigualdad y sus consecuencias, la vida cívica y el espacio de las elites. Es por eso simplemente abro comillas y cito:

“…una brecha excesiva entre ricos y pobres socava la solidaridad que la ciudadanía democrática requiere. Por lo siguiente: a medida que aumenta la desigualdad, ricos y pobres viven vidas cada vez más separadas. Quienes tienen dinero mandan a sus hijos a colegios privados y dejan las escuelas públicas de los barrios a los niños de las familias a las que no les queda otro remedio que llevarlos a ellas. Una tendencia similar conduce a la secesión de los privilegiados de los demás centros e instituciones públicas. Los clubes privados sustituyen a los polideportivos y las piscinas municipales. Las zonas residenciales de alto nivel económico contratan guardias de seguridad y dependen menos de la protección de la policía. Un segundo o tercer auto elimina la necesidad del transporte público. Y así sucesivamente. Los que tienen dinero se apartan de los lugares y servicios públicos, que quedan solo para los que no pueden pagar otra cosa.

Esto tiene un efecto nocivo. Las instalaciones públicas – escuelas, parques, áreas de juegos infantiles, centros cívicos – dejan de ser lugares donde se encuentran ciudadanos que siguen caminos diferentes en la vida. Los centros públicos que antes reunían a la gente hacían las veces de escuela informal de virtudes cívicas ahora abundan menos y están más lejos los unos de los otros. El vaciado de la esfera pública dificulta que se cultiven la solidaridad y el sentimiento comunitario de los que depende la ciudadanía democrática…”.

Tal como señala Sandel, la desigualdad no sólo trae consecuencias de distribución o puntos de vistas diferentes. Lo más significativo de todo es la pérdida de virtudes cívicas y la vida comunitaria. Y continúa: “… Los conservadores enamorados de los mercados y los liberales igualitarios partidarios de la redistribución pasan por alto esa pérdida. Si la erosión de la esfera pública es el problema, ¿cuál es la solución? En vez de centrarse en la redistribución con la intención de ampliar el acceso al consumo privado, gravaría a las personas para reconstruir los servicios e instituciones públicas, a fin de que, así, ricos y pobres disfruten de ellas por igual.

Una generación anterior hizo inversiones masivas en el programa federal de carreteras. La generación presente podría comprometerse a invertir, las consecuencias no serían menores, en infraestructuras para la renovación cívica: escuelas públicas a las que tanto ricos como pobres quieran enviar a sus hijos, sistemas de transporte público lo suficientemente fiables para atraer a quienes, para ir a trabajar, han de desplazarse desde las afueras acomodadas al centro, y hospitales, áreas de juegos infantiles, parques, polideportivos, bibliotecas y museos que, al menos idealmente, saquen a la gente de sus urbanizaciones cerradas y la lleven a los espacios comunes de una ciudadanía democrática compartida…”.

Las elites tienen una salida en todos lados. Una vía de escape que construyen y cuidan con garras y dientes.

En Chile existen las isapres para escapar de FONASA, las clínicas privadas para escapar de los hospitales públicos y consultorios, los colegios particulares para arrancar de las escuelas públicas, la capacidad de ahorro mensual en un ahorro previsional voluntario para complementar las futuras pensiones de las AFP, y la posibilidad de contratar ADT para cuidar la casa, entre muchos otros. La segregación de la riqueza está matando a Chile y al mundo.

El caso de los colegios privados, a los que acude el 7% de mayores ingresos del país, es muy notorio y la propuesta de eliminar el financiamiento compartido está vinculada directamente. Lo que se ha dicho es que el copago (dinero que aportan los padres a la educación de sus hijos que se suma a la subvención que entrega el Estado) no ha demostrado mejoras en la calidad y ha sido una de las grandes causantes de la segregación del sistema. Ambos puntos ciertos y demostrados por sendos estudios. Sin embargo, la política de eliminar gradualmente este aporte de los padres y apoderados está contemplada sólo para aquellos recintos particulares que reciben subvención del Estado. ¿Por qué sería entonces válido que los más ricos de Chile sigan desembolsando grandes sumas de dinero y el restante 93% no? ¿Es acaso el financiamiento público la única razón (excusa) que explica que la política no sea extensiva a la totalidad de los colegios? Desde mi parecer no es más que la mantención de la vía de escape de la elite. Una vía de escape que existe en todo el mundo lamentablemente.

Me apropio de las palabras de Sandel y sus estudiantes. Creo firmemente que la reforma educativa tiene y debe ir más allá de un cambio institucional y la reforma tributaria debe asegurar el cambio de mirada del país en general y las elites en particular. El sistema actual ha sido diseñado desde esta histórica elite para el resto del país, pero para ellos mismo han hecho una vía de escape. ¿Seguiremos legislando en esa línea en el siglo XXI?

Están las condiciones para que Chile dé un giro en el diseño de sociedad y construyamos una comunidad solidaria, libre, fraterna y justa, dejando de lado la desconfianza, la competencia y el temor. No es fácil ni rápido, pero la única manera de hacerlo es partiendo con nuestra educación.

Por Matías Reeves

Fuente: www.eldínamo.cl

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