TVN es un canal con alta audiencia, masividad, capacidad creativa, prestigio e influencia nacional e internacional. Su modelo televisivo es altamente valorado en América Latina. Sin embargo, ha cometido errores que han contribuido a dañar su imagen pública y sus objetivos de misión, y por ello se necesitan cambios.
Los objetivos trazados por el programa de la Presidenta Michelle Bachelet para la TV pública, el nombramiento de Ricardo Solari como presidente del directorio de TVN y la entrada en vigencia este año de la Ley de TV Digital, abren una nueva fase repleta de desafíos y parte de los cuales han sido definidos por Solari en sus primeras declaraciones: “uno de ellos, dice, es que en sus pantallas se refleje el interés de los chilenos, sus preocupaciones, sus grandes sueños y anhelos, y por otro, procurar una oferta de entretenimiento que sea cultural, integrador de las regiones, que sea capaz de dar cuenta de la diversidad que tenemos”.
Por cierto, TVN es una creación histórica y ha habido y hay hoy aportes significativos que han llevado a TVN a convertirse en el referente de la TV chilena dentro y fuera del país. En estos últimos meses TVN ha logrado recuperar la primera sintonía que había perdido, en un contexto de una TV abierta mucho más competitiva que en el pasado, ha incorporado programas de debate político, programas de conversación con personeros de la cultura y en su programación de ficción se integran realidades sociales que permiten a la audiencia recibir entretención pero también contenidos más críticos y analíticos.
Sin embargo, también en este último período se ha cometido errores que han contribuido a dañar la imagen pública del canal y sus objetivos de misión. Es innegable que la decisión de no exhibir “El Diario de Agustín” ha dejado en la opinión pública una sensación de censura que es indiscutible. La partida de Cristian Warnken y de su programa “Una Belleza Nueva” de las pantallas de TVN ha privado al canal público de una ventana cultural que, aunque reducida en audiencia, constituía un verdadero símbolo de un canal que entrega reflexión intelectual de alto nivel. La forma como se produce la salida de María Eugenia Rencoret del Área Dramática de TVN priva al canal de un gran talento y disminuye su capacidad creativa en un ámbito donde el rol de ella y otros profesionales ha sido y es de gran valor. La propia programación del canal con motivo de los 40 años del golpe militar fue deslavada y no dejó sello alguno, porque no se comprendió, por parte de algunos, el enorme impacto mediático que tendría este acontecimiento en la ciudadanía.
Sin embargo, más allá de estos hechos y otros que han oscurecido en el tiempo, ciertamente más allá de la actual gestión, la imagen de TVN ante un país más crítico y con mayores opciones de pantallas y formatos, es evidente que un tema central de hoy es reconstruir el relato público de un canal que debe tener sus raíces en las aspiraciones de la gente.
¿Qué TV pública, en mi opinión requerimos? Parafraseando a Martin Barbero diríamos que una TV pública que continúe siendo masiva, que sea escenario del diálogo intercultural, que tenga programas de gran impacto que se conviertan en hechos sociales que inviten al debate y a la reflexión plural, que amplíe las posibilidades simbólicas y de relato para la construcción de más ciudadanía, más democracia y más participación de la sociedad civil, que entregue instrumentos de criticidad para medir también las imágenes que se reciben en pantalla.
Esto no se logra en la TV pública de hoy y por ello necesitamos cambios que permitan resituar su misión definida por ley hace lejanos 22 años.
Lo planteado es, por tanto, fortalecer la TV pública, el canal como señal de todos los chilenos y en especial de aquellos que no están en la pantalla, porque la lucha por la igualdad pasa también por la construcción de la imagen televisiva.
Se trata, como bien lo señala Valerio Fuenzalida, de maximizar la contribución de TVN al servicio público medido en términos de pluralismo, diversidad programática, descentralización e innovación cultural.
En el fondo es salir de la lógica de que la disputa por el rating debe ser el foco de preocupación de la TV y más bien que la TV pública defina su programación con criterios estéticos, éticos, artísticos y sociales, garantizando la masividad de la audiencia, con el foco de que la información, la cultura, la diversión, son bienes sociales que deben ser garantizados por el Estado para todos los chilenos.
Hay insatisfacción en la ciudadanía con la TV abierta y una demanda de la sociedad de mayor pluralismo, y calidad de la TV pública que debe ser acogida. Hay un reclamo de mayor diversidad programática a la TV abierta y un dato que da cuenta de este malestar es el crecimiento de la audiencia de la TV de pago, cuyo share total representa hoy más de un cuarto del share total a la TV abierta en un país donde el 65% de la población tiene acceso a la TV de pago.
No se puede eludir el hecho de que el propio pluralismo en el cual se inspiró la actual ley de TVN a la salida de la dictadura es ya estrecho para contener las nuevas formas del pluralismo, que no pueden estar asociadas sólo al pluralismo de partidos, sino al pluralismo político, social, étnico, sexual, de género, territorial, que contenga toda la diversidad de la sociedad chilena de hoy. Este nuevo pluralismo debe incluir la propia composición del directorio de TVN, que debe ser reconfigurado en esta óptica.
Bien dice el politólogo italiano Giovanni Sartori que el rating no mide calidad de la TV, sino simplemente determina el precio de la publicidad y todo indica que el rating está sobrevalorado como instrumento de medición de lo que se coloca en pantalla.
Esto significa que, en materia de financiamiento, la TV pública y sobre todo la actual señal de TVN, debe mantener su acceso al financiamiento de la publicidad, pero que a éste deben agregarse formas directas de financiamiento del Estado e indirectas, como en parte ocurre hoy con los fondos concursables del CNTV, que permitan construir transversalmente una programación de mayor calidad, más situada en el ámbito de la misión que tiene el canal público que en el rating.
La alta cultura, la programación hacia el público infantil, el análisis político y sociológico sobre la complejidad, los espacios de divulgación científica, lo internacional, y otros temas centrales de la vida cotidiana de los chilenos están ausentes de las pantallas de la TV abierta y para que esto se incorpore se requiere que el Estado dote de recursos adicionales para que TVN pueda cumplir en plenitud con una programación mas segmentada y con su misión social y creativa.
Un cambio es necesario porque el mundo y la industria de la TV han mutado radicalmente en los últimos 20 años y vivimos una transformación cultural determinada, en buena parte, por la veloz revolución digital de las comunicaciones, de la cual es parte la TV digital que en los próximos años existirá en Chile, que obliga a transformar la TV a la era de internet para adecuarse a los gustos y exigencias de las audiencias que se caracterizan por un alto “nomadismo” y que comienzan no sólo a construir su propia programación, sino también a producir productos televisivos trasmitidos por la red y que la TV abierta crecientemente no puede ignorar.
Lo que se agota no es la idea de la TV pública, que debe adquirir formas nuevas y mejorar su aporte actual al servicio público, sino el modelo de TV vertical, unívoco, centralizado y, como señalan diversos expertos, la TV debe adquirir una capacidad “dialógica” en una sociedad, donde la ciudadanía quiere tener mayores de índices de participación en diversas instancias y también en la generación de contenidos de la TV.
Esta ciudadanía debe ser considerada por la TV no como una masa susceptible de ser manipulada, sino como sujetos de derecho que deben poder acceder a una información orientada como servicio público y no como mercancía.
Hay que tener presente, como bien lo recuerdan los expertos en comunicación argentinos Olivieri y Guerín, si se tiene sólo un concepto mercantilista de la empresa TV, ello colisiona con la función social y cultural de los contenidos de la programación y allí radica un aspecto esencial del cambio que hay que producir.
No hay duda que hay una tensión entre el solo financiamiento privado de TVN y las exigencias muy amplias planteadas como misión por la ley y es este cerco-mercancía el que limita la producción de contenidos, la elección de géneros, la generación de formatos e incluso el carácter y la dimensión de los noticieros, cada vez más poblados de crónicas, micro-crónicas interminables, que desnaturalizan la riqueza y el análisis de la información propiamente tal.
Ello limita la capacidad creativa, porque para asegurar el rating y la publicidad debes arriesgar lo menos posible y contentarte con un interminable ciclo de teleseries que, al margen de la calidad que varias de ellas tienen, algunas con contenidos que dan cuenta de problemáticas sociales, y de la entretención que significan para el gran público, reducen el espacio a otro tipo de programación que requeriría de otros parámetros de medición.
La ley de TV digital entrega una segunda señal a TVN. La TV digital dará la oportunidad para el ingreso de nuevos actores al sistema, lo cual debe garantizar nuevos enfoques, una mayor oferta televisiva, mas diversidad, descentralización, lo local, lo intercultural, otras miradas, pero, a la vez, establece la posibilidad de que TVN se transforme en una empresa multioperadora de varios canales con contenidos segmentados dirigidos hacia aquello que hoy no está presente sustantivamente en las pantallas de la TV abierta.
Coincidiendo con Valerio Fuenzalida, el objeto de la empresa TVN debe ser ampliado al campo actual del audiovisual y de la digitalización multiplataforma. Comparto la definición programática de Michelle Bachelet, de que el Estado financie integralmente una señal cultural con contenidos populares y de alta cultura nacional e internacional y una señal informativa que como Canal 24 horas pase del cable a la TV abierta digital.
TVN es un canal con alta audiencia, masividad, capacidad creativa, prestigio e influencia nacional e internacional. Su modelo televisivo es altamente valorado en América Latina y citado en todos los eventos internacionales como un modelo democrático y pluralista a seguir, lo cual aumenta simplemente nuestra responsabilidad y la necesidad de superar las trabas actuales. TVN tiene un personal de ejecutivos, técnicos, creadores, artistas, periodistas y trabajadores de alto nivel y experiencia y ello debe trasuntarse más ampliamente en la calidad de lo que ofrecemos al gran público chileno. Por ello se requieren cambios, para ampliar la misión de la TV pública que está dañada ante la opinión pública que no distingue la diversidad que TVN debe expresar, para que haya más TV pública, autónoma y transparente en sus decisiones y en su gestión, consultiva con los ciudadanos y con altos estándares de calidad.
Fuente: blog.lanacion.cl
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