Un réquiem para la Constitución de Jaime Guzmán

El rostro del canciller, Andrés Allamand, ayer al caer la noche, lo decía todo: estaba «devastado», según comentaron varios de los asistentes a la reunión que convocó a todo el gabinete al patio de Las Camelias en Palacio para ver el recuento de votos del plebiscito. Es más, hubo más de un ministro que se tuvo que acercar a su par de Relaciones Exteriores para pedirle que cambiara el rictus de su cara, el que no estaba a tono con la imagen que el Gobierno quería proyectar ante el inapelable y contundente 78,25% que obtuvo la opción Apruebo a una nueva Constitución.

Claramente el ministro de RR.EE. no era el único en «shock» anoche en La Moneda, mal que mal el Presidente, Sebastián Piñera, nunca logró sacudir la etiqueta del «gabinete del Rechazo» con el que quedó timbrado su equipo ministerial tras el último cambio de elenco de finales de julio, debido a que incorporó a la primera línea de su Gobierno a figuras claves que lideraban el discurso a favor del Rechazo: Allamand, Víctor Pérez en el Ministerio del Interior y Jaime Bellolio en la vocería. Una sombra permanente que ni siquiera el hecho cierto de que al menos 10 ministros estaban por el Apruebo pudo despejar.

A medida que se conocían los resultados oficiales del Servel y lo que fue una tendencia inicial se consagró en un resultado demoledor, en las oficinas de La Moneda no hubo grandes reflexiones ni análisis políticos del escenario, apenas conversaciones entre dos o tres ministros. En el seno del propio Gobierno reconocieron anoche que “no era mucho lo que se podía debatir”, porque la contundencia de los números dejó a no pocos pasmados, ya que, si bien sabían que el Rechazo nunca tuvo chance de ganar en las urnas, jamás pensaron que la brecha con el Apruebo sería tan abismante, de más de 55%, y que esta además sería replicada en la segunda votación, la del mecanismo, donde la Convención Constitucional arrasó con el 79,22% ante el escuálido 20,78% que obtuvo la Convención Mixta.

Previo al recuento, durante la tarde, el Presidente Piñera se reunió con su comité político. De esa reunión, que no fue breve, emanó la decisión de cambiar los planes iniciales y se desechó la idea de una intervención grandilocuente del Mandatario mirando hacia la Plaza de la Constitución para dirigirse al país, una vez conocidos los resultados oficiales del plebiscito. Se ordenó cambiar el libreto y se optó por el sobrio podio oficial con el escudo en el Patio de Los Naranjos, donde Piñera habló escoltado por los miembros de todo su gabinete, muchos de los cuales dejaban ver en su rostro las huellas de derrota en las urnas.

En el Gobierno contaron que al final primó la decisión de evitar tensionar las cosas al interior de Chile Vamos y que el Presidente no apareciera como parte de una «victoria» que no comparte un sector no menor de su coalición.

«Hoy hemos demostrado nuevamente la naturaleza democrática pacífica y participativa de los chilenos. Este es un triunfo de todos los chilenos que amamos la democracia y la paz, y que nos debe llenar de esperanza (…). Ha triunfado la ciudadanía y la democracia, ha prevalecido la unidad sobre la división y la paz sobre la violencia», dijo el Mandatario en un discurso que fue bastante repetitivo en relación con intervenciones suyas anteriores.

Piñera agregó que «este plebiscito es el comienzo de un camino que todos deberemos recorrer para acordar una nueva Constitución para Chile. Hasta ahora la Constitución nos ha dividido, a partir de hoy todos debemos colaborar para que la nueva Construcción sea el gran marco de unidad, estabilidad y futuro».

Sin embargo, hubo un momento que no pasó inadvertido y fue cuando el Presidente Piñera destacó el papel que él había jugado para que se sellara el acuerdo político del 15 de noviembre, que dio pie al plebiscito de ayer: recordó que la noche del 12 de noviembre, “después de una jornada de extrema violencia, como Presidente de la República propuse a todos mis compatriotas un Triple Acuerdo: un Acuerdo por la Paz, un Acuerdo por la Justicia y un Acuerdo por una Nueva Constitución. La noche del viernes 15 de noviembre, una gran mayoría de parlamentarios y partidos políticos, en una hora crítica para nuestra República, alcanzó un Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, que permitió recorrer las vías del diálogo y los acuerdos. Así nació un camino democrático, pacífico y en base a acuerdos, para encauzar a nuestro país al plebiscito constitucional que hoy celebramos y que marca el inicio de un Proceso Constituyente».

Líneas controvertidas, porque un sector del Gobierno siente que nunca se le ha reconocido el papel que jugó Piñera en esos días del año pasado, lo que choca de frente con la percepción ciudadana y la opinión transversal de analistas, en cuanto a que en aquellos momentos el Mandatario fue solo un mero espectador y que solo después ha tratado en vano de instalar la versión de su protagonismo en las sombras.

No cabe duda que anoche La Moneda intentó sortear un momento complejo, tratar de dar vuelta la página cuanto antes, navegar a favor de la corriente –que hoy es la del Apruebo y la Convención Constitucional–, más aún cuando los resultados demostraron que un sector no menor del propio electorado de derecha sí apoyó el itinerario constitucional y contribuyó a poner la lápida a la Constitución dibujada por Jaime Guzmán en dictadura.

Hoy al mediodía está convocado el primer consejo de gabinete posplebiscito, en el que deberán hacer la bajada en este nuevo escenario. En este contexto –y aunque con mayores o menores matices–, fuentes de Palacio aseguraron que el discurso que hasta el sábado 24 funcionaba a la perfección, deberá cambiar su tono y también en parte su color. Esto en referencia a la estrategia de recuperación del electorado que se había estado esfumando desde el estallido de octubre a la fecha y es que, si bien el discurso estaba enfocado en lo que entendían eran las banderas inamovibles de la derecha, anoche con el resultado de las urnas “el cerco se corrió” y habrá que mirarlo con otro prisma, ya no son los códigos de hace tres décadas, agregaron en el Gobierno.

Pasar al frente

Luego del consejo de gabinete y pasadas las 20 horas, está agendada una cita entre los representantes de Chile Vamos y el Gobierno, con el objetivo de dar una señal de unidad, que entienden es su fuerte en estos días frente a una oposición que ni en su mejor noche logró pararse toda junta, y celebraron cada uno en su propia parcela, tal como fue la campaña de las últimas ocho semanas.

En La Moneda saben que “vienen días complicados” para la interna del oficialismo, principalmente el lograr sacarse el gusto amargo de una derrota tan aplastante, ya que ninguna cifra oficial permite resquicio alguno ni doble lectura: hasta la participación –votaron 7 millones 546 mil personas– fue la del mayor número de votantes en más de una década y media.

Por eso, la estrategia ahora es jugar las cartas de la unidad de Chile Vamos y apostar a que la oposición, como ha sido la tónica, desaproveche este momento y siga enfrascada en sus propias divisiones y no capitalice el triunfo del Apruebo. Así, la idea –explicaron en Palacio– será pasar al frente y esto consiste en poner la discusión de los nuevos términos de la Constitución como gallito de batalla, pues en ese punto las diferencias en la derecha no son irreconciliables.

No por nada Piñera anoche habló de que una Constitución «nunca parte de cero, porque representa el encuentro de las generaciones, una Constitución siempre debe recoger la herencia de las generaciones que nos antecedieron, la libertad y voluntad de las generaciones presentes y la esperanza de las generaciones que vendrán».

De esta manera, La Moneda pretende pasar a la ofensiva, transformándose en el referente del sector en el debate constitucional, aportando ideas, pero también comandando las próximas definiciones, como lo serán los constituyentes. No existiría ninguna posibilidad de solo acompañar el proceso y recalcaron que el Gobierno tiene que estar sí o sí presente.

Ante el temor de caer en la irrelevancia, en el Gobierno se fijaron como meta sacar adelante la reforma a las pensiones, como una manera de demostrar que se sigue gobernando y que no es cierto que a Piñera solo le queda sobrevivir como espectador hasta el 11 de marzo del 2022.