Tiene de sureño el trato cálido y una cierta ingenuidad difícil de creer en quien desde los 13 años viene curtiéndose en las lides políticas. Llegó a la DC siguiendo a líderes como René Ruiz di Giorgio, dirigente magallánico que desafió a Pinochet en la década de los 80, y al obispo Tomás González, quien desde el Colegio Salesiano guió sus talentos de líder y encauzó un cristianismo militante, del cual hablan hasta hoy la Biblia abierta y marcada con un rosario, muy visible en la recepción de su oficina en la Central Unitaria de Trabajadores.
Nolberto Díaz (46), magallánico, asistente social y presidente del sindicato de Enap Con Con, dice que es peleador porque viene de una tierra dura y porque, tras dejar la casa materna a los 13 años por diferencias irreconciliables con su padrastro -a quien sin embargo reconoce hoy como su figura paterna-, hizo de los Boy Scouts y de la lucha antidictatorial el refugio que lo apartó de las mil tentaciones afrontadas por un adolescente decidido a no someterse a ninguna disciplina que no lo convenciera y a seguir sólo la huella de quienes admiraba.
Hoy manifiesta su distancia ante al acuerdo entre el Gobierno y oposición por la reforma tributaria, es crítico de la forma en que se resolvió el proyecto destinado a terminar con el multi-RUT -lo que lo pone en la vereda opuesta de la presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa-, y sobre el acuerdo alcanzado con el Gobierno en torno al sueldo mínimo, ha recordado vía Twitter una y otra vez que aquello es fruto de una negociación con plazo fijo… y que ese plazo está corriendo.
«Alcanzar un salario mínimo sobre los $300.000 era causa perdida -dice- y cualquier cifra bajo de ese monto no cubre las necesidades básicas de una familia. Negociamos con el Gobierno el reajuste mejor posible, a cambio del compromiso de que en 90 días, o sea en octubre de este año, entrará al Parlamento un proyecto que garantice a los trabajadores recuperar su poder negociador».
Cambio de eje
Díaz sostiene que el plazo comprometido es crucial para evitar que -como ha ocurrido antes- el Estado defina otras prioridades, postergando la gran reforma laboral que los gobiernos de la Concertación vienen prometiendo desde 1989.
«El 8 de octubre -dice- esperamos que el Gobierno presente, ojalá por cadena nacional, una reforma laboral que esperamos signifique: fin al reemplazo durante las huelgas; fin a los grupos negociadores; extensión unilateral de los beneficios; establecimiento en propiedad de lo negociado, ley de pisos mínimos y negociación por ramas y sector de la economía, como elementos de base del proyecto requerido».
-Usted acusa al Gobierno de gatopardismo en sus otras reformas. ¿Podría pasar eso con la laboral?
-La reforma laboral no tiene posibilidad de perderse en tecnicismos. Si el Gobierno pretende que se dilate o convierta en una negociación conciliadora, cometería un grave error. La CUT empeñó su capital político y credibilidad en que haya una reforma laboral este año. Si el 2014 se terminó con el reemplazo a la huelga y con los grupos negociadores, habremos avanzado. Nuestra meta es recuperar poder sindical y ningún resultado inferior a esa meta es atendible. Estamos en una cuenta regresiva sin retorno.
-Muchos creen que la actual legislación laboral fue necesaria para el éxito del modelo económico chileno.
-Así es. Y atribuyo su mantención a la política de los consensos, reeditada en el acuerdo recién alcanzado sobre la reforma tributaria. Ya no hay excusas para dar protagonismo a la minoría en decisiones estructurales sobre las cuales el país expresó claramente su voluntad en las urnas.
-La CUT representa a menos del 20% de la fuerza laboral y la tasa de sindicalización es de 14,6%, una de las más bajas en la OCDE y en la región. ¿Con qué fuerza real cuenta para presionar por los cambios que exige?
-La CUT tiene una capacidad de convocatoria demostrada. Pero más allá de nuestros afiliados, hay movimientos reivindicativos y negociaciones postergados en espera de la anunciada reforma legislativa. Hay un espacio de confianza colectiva ofrecido a este Gobierno, pero con límites, que en este caso fueron acotados a 90 días.
-¿Qué opina la CUT sobre aumentar las atribuciones de la Dirección del Trabajo?
-Esperamos que parte de la reforma tributaria se destine a mejorar su presupuesto. Le pongo un ejemplo: el presupuesto y dotación de personal de CORFO duplican o triplican el de la DT. Si empresa y trabajo fueran concebidos desde el gobierno central como funciones equivalentes para el desarrollo del país, eso no ocurriría. Sobre los sistemas de sanción por incumplimiento a la ley laboral, a mi juicio debería penarse con cárcel y como CUT estamos trabajando una propuesta técnica que optimice la función fiscalizadora.
La reforma que no le gusta
El 9 de julio Díaz tuiteó: «La REFORMA LABORAL, en 90 días, NO terminará como la Reforma Tributaria… x que cuando se gana con la Derecha es la Derecha quien gana».
-¿Por qué objeta el acuerdo alcanzado en el Senado entre Gobierno y oposición?
-Ya la propuesta inicial del Gobierno era tibia. El acuerdo alcanzado con la derecha -partiendo del supuesto de que todos deben estar de acuerdo para que los cambios funcionen- fue un retroceso y una mala señal hacia una ciudadanía que desconfía de sus políticos. Como lo fue el tema del multi-RUT, donde lo que finalmente se hizo fue complejizar la ley. Si no queríamos o podíamos terminar con él, era más transparente no hacer nada que hacer como si se afectara un sistema que, en lo sustantivo, sigue vigente.
-Discrepa con la presidenta de la CUT en este tema.
-Mi posición fue minoritaria y me someto a la mayoría. Espero que esta ley no provoque daño y terminemos por entender en la práctica que no se pueden hacer los cambios de a poquito. Así no se resuelven los problemas y se pierde confianza de quienes buscamos representar.
-¿Existen desacuerdos por razones ideológicas entre usted y Bárbara Figueroa?
-En absoluto. Nuestros desacuerdos no son ideológicos, sino de diferentes perspectivas de análisis respecto de temas puntuales. Manejo poco los códigos de la militancia. En mi oficina -y es una excepción en la CUT- confluyen personas de todos los partidos que crean que podemos hacer algo juntos. Esta no es una oficina de la DC y no quiero que sea así. Bárbara tiene 35 años y un hijo. Manejar este buque no es fácil y yo quiero que le vaya bien, porque de eso depende que le vaya bien a la CUT. La apoyo tanto como puedo, porque es posible discrepar en lo puntual cuando tenemos objetivos comunes. Y los tenemos.
Cachorro díscolo: Militancia estirada
Debe su apodo en parte a su temprana relación con el mundo de la política y en parte a que, como joven Scout, tuvo una polola algo mayor, de apellido León.
Fue dirigente secundario, presidente del centro de alumnos de la UCV, presidente de la Juventud DC, candidato a diputado por Magallanes en 1997, y desde hace nueve años preside el sindicato Enap Con Con. Padre de cuatro hijos, se casó con una profesora y antropóloga -hoy seremi de Cultura en la V Región- cuando ella era militante comunista: «Hoy ella ya no milita y yo estoy estirando mi militancia, en la esperanza de que mi partido se reencuentre con su historia y su vocación social».
Fuente. www.laseguda.cl
Denos su opinión