Ad portas de una nueva reforma laboral, la OCDE reveló que Chile lidera el ranking de trabajadores temporales a nivel mundial, sitial heredado de la reforma laboral de 2001 impulsada por la Concertación, que estableció el modelo de flexibilización que hoy en día se ha traducido en una precarización del trabajo.
Hace unas semanas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) dio a conocer su informe Employment Outlook 2014, que contenía un dato que encendió las alarmas a nivel internacional: Chile es el país con el mayor porcentaje de empleo temporal a nivel mundial, con 30,5% de sus trabajadores bajo esta modalidad.
Guillermo Montt, experto de OCDE Latinoamérica, plantea que “dentro de la OCDE, sólo en Chile, España y Polonia más de un cuarto del empleo es temporal. En el resto de los países esta forma de empleo es menos prevalente”. Además, agrega que “la gran cantidad de empleo temporal en Chile indica una segmentación del mercado laboral que trae consigo riesgos en términos de eficiencia y desigualdad”.
El subsecretario del Trabajo, Francisco Javier Díaz, baja las alarmas frente al informe, señalando que éste “destaca que el desempeño de los mercados laborales debe medirse tanto por el número como por la calidad de los empleos. Como gobierno hemos hecho siempre esta precisión: nos preocupa tanto la creación de empleo como la calidad del empleo que se crea. En este sentido, en nuestro país la temporalidad se asocia muchas veces con precariedad”.
Pero distintas voces ponen el foco en este problema y se preguntan a quién beneficia realmente este tipo de empleos.
Una respuesta de la Concertación
En el año 2001, aún bajo los coletazos de la Crisis Asiática, se realizó una reforma laboral que buscaba hacer frente al 10.1% de desempleo en promedio que se registró para ese año. Según el experto de la Fundación Sol, Alexander Páez, el objetivo de la reforma era que los empleadores pudieran flexibilizar el contrato laboral. “El argumento era: recordar que veníamos de un ciclo recesivo de la economía bajo la Crisis Asiática, se debía evitar que Chile tardara casi 10 años en recuperarse y evitar que se transformara en un crecimiento de la informalidad”. Para Páez, el establecimiento de la flexibilidad laboral ha traído como consecuencia que la realidad chilena no sea como en otros países, donde “esta modalidad está asociada al empleo informal”.
A nivel numérico la política de flexibilización laboral, establecida en la reforma laboral del año 2001, ha significado un crecimiento para los empleos temporales, y así lo deja en evidencia la encuesta Encla del 2002 y 2011, que analiza en algunos de sus capítulos cómo ha evolucionado el empleo temporal en Chile, tras la implementación de la reforma del 2001.
La Encla de 2002 señala que esta permite “que los empleadores puedan utilizar trabajadores a tiempo parcial, de carácter no permanente, según sean sus necesidades”. Detallando que “las empresas utilizan diversos tipos de contratos diferentes al contrato indefinido, personal de temporada. Los contratos temporales tienen su origen en ramas productivas que necesitan de una fuerza laboral intermitente”.
La reforma del año 2001 se dio en un contexto de crisis económica internacional, y eso, según los legisladores de la época, fue lo que justificó un cambio tan brusco hacia la flexibilización laboral. Frente a un contexto de nueva reforma laboral hay ventajas que comienzan a salir a la luz del debate. Una ventaja que han declarado los precursores de la flexibilización laboral es que favorece el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), argumento que para Alexander Páez es sesgado: “A pesar de que se puede levantar como un beneficio, esconde una enorme desigualdad asociada a los tres factores: la matriz productiva, a nivel de legislación laboral y la forma en que la afronta el gobierno”.
Flexibilización laboral al alza
María Angélica Zulic, directora del sitio de empleos Laborum, considera que hay ciertas industrias que requieren mucho de trabajadores temporales, como el retail o la minería. “Es por un tema de estacionalidad del año, por ejemplo, Navidad”. Agrega que “no es la tónica que se da durante la mayoría del año, pero muchas empresas tienden a ver como salvavidas a los trabajos temporales”.
A nivel numérico la política de flexibilización laboral, establecida en la reforma laboral del año 2001, ha significado un crecimiento para los empleos temporales, y así lo deja en evidencia la encuesta Encla del 2002 y 2011, que analiza en algunos de sus capítulos cómo ha evolucionado el empleo temporal en Chile, tras la implementación de la reforma del 2001. La Encla de 2002 señala que esta permite “que los empleadores puedan utilizar trabajadores a tiempo parcial, de carácter no permanente, según sean sus necesidades”. Detallando que “las empresas utilizan diversos tipos de contratos diferentes al contrato indefinido, personal de temporada. Los contratos temporales tienen su origen en ramas productivas que necesitan de una fuerza laboral intermitente”.
Para el experto Alexander Páez, de la Fundación Sol, el principal beneficio para los empleadores es la flexibilidad numérica, ya que el sistema laboral se rigidiza en cuanto hay contrato indefinido. “El contrato indefinido es más costoso entre comillas. El empleador puede despedir sin los beneficios del contrato indefinido y ahorrarse el tema de las vacaciones”. Además, agrega el experto, la externalización de los trabajadores “es otra forma de temporalizar los contratos, de facto vulneran el contrato indefinido, esta empresa no contempla esta forma contractual, por lo tanto se vulnera el contrato indefinido a través de la externalización”.
El tema del contrato laboral temporal, como una forma de precarización del trabajo, es una preocupación recurrente, ya que –según Páez– “vulnera la estabilidad y seguridad en el empleo”. Además, agrega, los empleos temporales funcionan sin “ningún tipo de compensación económica, ¿dónde está el foco, en la protección al trabajo o al empleador? En el caso de Chile, es pasarle la cuenta al trabajador”.
Otra consecuencia que preocupa es la generación de pertenencia al espacio laboral, continuidad y mejora. “Con un trabajo temporal no tenemos a trabajadores con compromiso, ni con la pertenencia que necesitan”, destaca María Angélica Zulic.
Guillermo Montt, experto de la OCDE, agrega que “la otra forma de precariedad laboral asociada al trabajo temporal es la menor probabilidad de que el empleador financie algún tipo de capacitación y, si los contratos son de corto plazo, son estos empleos los que cargan con el ajuste en tiempos de dificultad económica”.
Este tipo de trabajos ha ido al alza en Chile desde que se cambió la legislación.
Para el 2002, la encuesta Encla establecía que un 18.8% de los trabajadores dependientes contaba con un contrato diferente al indefinido, bajo sus diversas modalidades. Según la Encla 2011, el 75,5% de los trabajadores labora bajo un contrato indefinido. Le siguen en importancia las dos formas más habituales de contratos de trabajo de duración limitada: el contrato a plazo fijo y el contrato por obra o faena, lo que constituye un crecimiento a un 25.5% del empleo sin contrato indefinido.
Otra cifra que destaca en el proceso es la evolución de la concentración de contratos temporales, por tamaño de empresa. Entre la Encla 2002 y 2011, se observan algunos cambios reveladores. Para el caso de las microempresas, el porcentaje de trabajadores asalariados no indefinidos disminuyeron de un 20% a un 10.7%. En tanto la pequeña empresa subió su porcentaje de trabajadores temporales de un 13.7% a un 23.2%.
El caso que más aumentó fue el de la mediana empresa, que en el año 2002 registró un 14.1%, subiendo a un 28.1%. La gran empresa tuvo una leve variación de un 24.3% a un 24.7%, siendo la más constante entre los años 2002 y 2011, según lo entregado por las respectivas encuestas.
Sistema alemán a la chilena
Un argumento recurrente para defender la actual legislación y cerrar la puerta a eventuales cambios, es el caso de Alemania, que cuenta con una Ley Laboral Colectiva, que protege los convenios laborales colectivos entre los trabajadores y los empleadores de una empresa, quienes por medio de las negociaciones con los sindicatos o federaciones de trabajadores regulan salarios, horas de trabajo, entre otros.
Este modelo es una de las apuestas de organismos como la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), en donde se saque del rol mediador al Estado y que los empresarios, en conjunto con sus trabajadores, puedan determinar sus relaciones contractuales.
Pero, según explica Alexander Páez, “cuando nos comparamos con Alemania, comparamos peras con manzanas”, ya que en el país germano se establece “una flexibilidad pactada entre sindicatos y empleadores, pero lo que supone es un poder sindical importante. Al contrario, lo que sucede en Chile es que hay derechos colectivos precarizados y una baja sindicalización, con un 14.5%, según la OCDE, y un 8% de negociación colectiva. Esto, sumado a lo que ocurre con el derecho a huelga, determina que las herramientas para poder pactar no estén a la mano acá”.
De hecho, en el país de Angela Merkel, los sindicatos tienen la mitad de los cupos del directorio de las grandes empresas.
La informalidad encubierta
La problemática con los empleos temporales no reside en aquellas ramas productivas que por su origen no son constantes, como ocurre con la construcción o la agricultura.
Páez explica que “la temporalidad nace en la agricultura, pero se expande a muchos sectores económicos a partir de la reforma, que no necesariamente obedecen a la naturaleza de la actividad económica”. El sociólogo detalla que la aplicación de este tipo de contratos se entiende “en el sector construcción, que es un sector que per se debe realizar contratos por obras y faenas. Pero esto también se ve en el sector educación, donde los contratos se hacen de forma anual. Son un poco formas encubiertas de desestabilizar el empleo”.
Además, Páez establece que en Chile el 20% de los trabajadores asalariados contemplan contratos definidos y que en el sector público “en general la gran cantidad de trabajadores está a contrata. Es por esto que la ANEF la ha descrito como una forma de informalidad encubierta”.
Realidad que, según la Encla de 2002, ya se hacía patente ese año. Según los resultados de esta encuesta, en el área de servicios sociales, hace una década 43% de los empleos no eran indefinidos, en transporte un 30% y en establecimientos financieros 28,5%.
“La alta proporción de empleos atípicos en servicios sociales, transporte y finanzas puede estar mostrando una tendencia emergente de vulnerabilidad, si no directamente de precariedad”, alertaba la encuesta. Además, agregaba el sondeo, “la renovación de contratos a plazo fijo, es común entre los profesores de colegios particulares en nuestro país, está lejos de ser una situación deseada por cuanto muchas veces tras el contrato a plazo se encubre una relación de carácter indefinido que debería estar regulada en esos términos”.
El déjà vu de la desaceleración
El fantasma de la desaceleración económica se hace presente desde diferentes sectores en la actualidad. Es así como la bullada Reforma Tributaria terminó siendo un plato muy diferente del que entró al Congreso, tras pasar por la cocina de diferentes actores políticos. El mismo fantasma de la crisis económica y la recesión es el que hoy se instala ad portas de la reforma laboral.
Es así como los sectores más cercanos al liberalismo económico determinan que, a una mayor rigidez en los contratos laborales, habría un alza en la tasa de desempleo. Al respecto, Alexander Páez establece que “ésa es una visión bastante ortodoxa que se tiene desde las autoridades, a mayor protección del empleo el empresario empieza a despedir, pero a mayor calidad del empleo aumenta la demanda y el desarrollo interno del país”.
Respecto a la desaceleración, María Angélica Zulic, de Laborum, plantea que “se empiezan a generar ambientes, hay un pulso que indica una desaceleración”. Pero agrega que, aun así, “en épocas de desaceleración no debiese ser una opción tener contratos temporales (…). Porque de alguna manera estamos maquillando lo que es la empleabilidad, con un empleo de más de tres meses se habla de trabajo estable, pero no es así”.
Por otra parte, el sociólogo de la Fundación Sol establece que “dado que viene la desaceleración, la calidad del trabajo debe ser lo más importante. Claro, hay que cuidar la pega, pero en cuanto al rendimiento económico no todos pierden por igual, el empresario sigue teniendo ganancias grandiosas”.
Para Guillermo Montt, de OCDE Latinoamérica, el tema es claro. “El trabajo temporal se justifica porque les permite mayor capacidad de ajuste a las empresas para seguir empleando en un contexto de cambio económico y mayor incertidumbre. Tener reglas claras respecto del empleo temporal también beneficia a trabajadores que optan voluntariamente por ellos, aunque muchos no trabajan voluntariamente en esa condición. En tiempos de mayor estabilidad económica el empleo temporal también, en principio, ofrece la oportunidad para el trabajador y al empleador de probar antes de un compromiso contractual más vinculante. En principio esto ayudaría al empleo juvenil, por ejemplo”. Montt agrega que dice en principio, “porque muchas veces la idea de que el empleo temporal se traduce en un contrato regular no se concreta y empleadores sólo contratan a trabajadores temporales por el plazo que se les permite y muchos trabajadores quedan flotando de trabajo temporal en trabajo temporal”.
El centro de la reforma: el trabajador o la empresa
Frente al camino que debiera llevar la reforma laboral en cuanto a la flexibilización o formalización laboral, las opiniones son diversas y disímiles. Por un lado, la postura de la OCDE apunta a fortalecer la regulación del empleo temporal, reducir la rigidez del empleo regular o ambas.
Para Guillermo Montt, estas reformas deben apuntar a una mayor convergencia en las formas de empleo, con instituciones y beneficios. “Si se apunta a una mayor flexibilidad, que trae para el trabajador mayor inseguridad laboral, es necesario complementar las reformas con protección en términos de políticas activas de empleo, como apoyo en la búsqueda de empleo y en capacitación. Políticas pasivas, como el seguro de desempleo condicional, y una mayor supervisión de que estas reglas se están cumpliendo, como la imposibilidad de renovar un contrato a plazo fijo por más de un número determinado de veces”. El experto agrega que “se puede apuntar también a hacer más costosa la contratación temporal introduciendo un impuesto que financie, por ejemplo, políticas de empleo activas”.
Para el diputado UDI, Patricio Melero, miembro de la Comisión de Trabajo y Seguridad Social, de la Cámara de Diputados, el trabajo temporal en su esencia es bueno, “por ejemplo si alguien no tiene tiempo para trabajar una jornada completa, como los estudiantes. No hay problema cuando el trabajo temporal es por un rubro determinado, que surge de una actividad comercial, con lo que hay que terminar no es con el trabajo temporal, sino que con la temporalidad artificial para eludir un contrato más permanente, o no acumular años”.
Alexander Paez tiene una visión diferente: “Lo que hay que hacer es una transformación sistémica, no basta con un nuevo Código del Trabajo sin transformar las relaciones laborales. Tiene que haber una política económica que ponga al trabajo al centro del eje del desarrollo, porque actualmente es el empresario quien está en el centro, la lógica de la inversión sobrepasa al trabajo”.
Desde el mundo empresarial, Fernando Alvear, gerente general de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), establece que los empleos temporales responden a ramas productivas específicas y a las necesidades de estas, como el área de la construcción y la industria agrícola. Además, agrega que la constante en los últimos diez años ha sido el aumento del contrato indefinido. Para el representante gremial, una materia pendiente respecto al tema del empleo temporal es la indemnización por años de servicio, a la que los trabajadores temporales no tienen acceso, porque sus contratos son a plazo. Para Alvear, “una solución es crear un fondo mixto trabajador-empleador –como ocurre con el Seguro de Cesantía–, eso le da mayor libertad al empleador para tener un mayor número de trabajadores”. Asimismo, añade que la centralidad de la reforma debe estar en “buscar solución a los temas que los trabajadores tienen, como, por ejemplo, el trabajo para la mujer y para los jóvenes”.
Desde el Ministerio del Trabajo la ruta está clara y no se contempla una medida específica respecto al empleo temporal. “El mismo informe de la OCDE es enfático en destacar que quienes más se encuentran en empleos temporales son los jóvenes y las personas con menor formación, que en Chile corresponden a mujeres y jóvenes de los primeros quintiles. Hacia estos grupos es a donde se dirige precisamente la política de empleo y capacitación del Gobierno, a través del programa Más Capaz. Se trata de un programa ambicioso, que cubrirá a 450 mil personas, buscando proporcionar capacitaciones robustas y colocación en el mercado del trabajo”.
Francisco Javier Díaz explica que otras medidas son los subsidios al empleo femenino y al empleo joven, para que les sea más fácil encontrar trabajo a estos grupos que sufren más fuertemente la precariedad. Finalmente, una agenda de fortalecimiento sindical también va en línea de promover mejores formas de trabajo. “Nosotros creemos en la libertad de las partes para llegar a acuerdo, pero una libertad en igualdad de condiciones. De esta manera buscamos mejorar la calidad de los trabajos y los sueldos en Chile, tal y como plantea el informe de la OCDE”.
Para Guillermo Montt falta bastante por avanzar, “si es que existen claros caminos y estímulos para pasar de un empleo temporal a uno regular, si existe una red de programas activos de empleo (búsqueda, capacitación, Seguro de Desempleo) para trabajadores temporales que terminan su contrato, el trabajo temporal no tiene por qué traducirse en una forma precaria de trabajo. La ausencia de estos mecanismos en Chile trae consigo que el empleo temporal sea, sin duda, una forma más precaria de empleo”.
Fuente: El Mostrador
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