Por José Luis Ugarte/Profesor de Derecho Laboral UDP
Se viene una celebración. Con bombos y platillos. Por alto y por bajo se hará una fiesta porque –se dirá–, por fin, la sociedad chilena paga su deuda con las más excluidas en el trabajo: las trabajadoras de casa particular.
Pero hay unas de esas trabajadoras –las excluidas dentro de las excluidas– que no tienen mucho que celebrar: las “puertas adentro”.
Para ellas, aunque cueste creerlo, seguirá vigente una norma sacada de la legislación del siglo XIX: “Cuando vivan en la casa del empleador no estarán sujetos a horario, sino que éste será determinado por la naturaleza de su labor” (artículo 149 del Código del Trabajo).
Es que el autocelebrado proyecto de ley no deroga esa norma, ni pone, por tanto, un límite máximo a la jornada de esas trabajadoras, las que mantienen sólo un derecho a un descanso absoluto de 12 horas diarias.
Aquí el proyecto aprobado raya en el absurdo: el inspector del trabajo visitara el lugar de trabajo, pero si el dueño de casa no permite la fiscalización, se le citará a una reunión en la Inspección para otro día –quizás el inspector recordará, entonces, cuando era un niño: tocara el timbre y saldrá arrancando–.
¿Cómo se puede celebrar en pleno siglo XXI un proyecto de ley que deja vigente una norma indecente que no fija un límite de jornada de trabajo para quien más lo necesita?
Sorprendente.
Quizás, dirán sus defensores, nos hemos olvidados de algunas –las puertas adentro– para mejorar a otras –las puertas afuera–. Esas trabajadoras sí obtuvieron, por fin, el mismo límite que el resto de los trabajadores chilenos: una jornada de trabajo de 45 horas semanales.
Pero tampoco hay que celebrar tan apresuradamente. La ley permite, en una norma inédita dentro de nuestra legislación laboral, que las partes pacten 15 horas adicionales de trabajo. O sea, en total 60 horas semanales. Curioso avance, sobre todo considerando la debilidad de estas trabajadoras, las que deberán “aceptar” el pacto de horas adicionales cuando el empleador lo exija.
¿Pero, al menos, se avanzó en términos de la fiscalización laboral?
Aquí el proyecto aprobado raya en el absurdo: el inspector del trabajo visitara el lugar de trabajo, pero si el dueño de casa no permite la fiscalización, se le citará a una reunión en la Inspección para otro día –quizás el inspector recordará, entonces, cuando era un niño: tocara el timbre y saldrá arrancando–.
Dicho de otro modo: el fiscalizado decide cuándo y cómo se le fiscaliza.
¿Quizás debe celebrarse, al menos, la ratificación del Convenio 189 de la OIT sobre trabajo doméstico?
Puede ser. Igual ello no ha importado mucho y se ha producido algo inédito en la historia legislativa chilena: la ley ha nacido infringiendo el convenio internacional aprobado –paradójicamente– el mismo día.
En efecto, como ya señalamos, la nueva ley no iguala a las trabajadoras de casa particular “puertas adentro” con el resto de los trabajadores en materia de jornada de trabajo, cuestión expresamente ordenada por el Convenio 189 de la OIT. Dicho Convenio señala que: “Todo Miembro deberá adoptar medidas con miras a asegurar la igualdad de trato entre los trabajadores domésticos y los trabajadores en general en relación a las horas normales de trabajo, la compensación de las horas extraordinarias, los períodos de descanso diarios y semanales y las vacaciones anuales pagadas, en conformidad con la legislación nacional o con convenios colectivos, teniendo en cuenta las características especiales del trabajo doméstico” (artículo 10).
Difícil de creer.
Cabe señalar que en la foto de la celebración no sólo no estarán las trabajadoras puertas adentro, tampoco estará el Diputado Boric, único parlamentario que no apoyó el proyecto.
¿Debe Boric preocuparse por no salir en esta foto de celebración con las manos alzadas?
En absoluto. En los noventa y buena parte de la década pasada se hicieron decenas de ceremonias para celebrar “históricos avances” para los trabajadores. De hecho, los invitados eran casi los mismos políticos que llevan décadas haciendo avanzar a los trabajadores para dejarlos donde mismo.
¿Se otorgan mecanismos para el derecho a negociar colectivamente a las trabajadoras de casa particular? No. ¿Se establece una jornada máxima de trabajo para todas las trabajadoras de casa particular, independientemente de que sean puertas afueras o no? No. ¿Se establecen las facultades legales para que la Inspección del Trabajo –por primera vez en sus 90 años– fiscalice las condiciones de trabajo de estas trabajadoras en el lugar de los hechos? No.
Quizás alguien pensara que así es en todo el mundo. Que por el especial tipo de trabajo que realizan no es posible otra regulación, que en el fondo con las nanas el avance “en la medida de lo posible” es una buena idea. Que, quizás, tiene razón un conocido político socialista –que lleva años defendiendo “históricos” avances para los trabajadores– en pedir “realismo” al sindicalismo nacional.
Raro igual. No es necesario ir muy lejos, basta levantar la vista por sobre la cordillera, para saber que hay países que sí avanzaron de verdad con estas trabajadoras –y no “en la medida de lo posible”–: en Argentina (Ley 26.844) y en Uruguay (Ley 18.065) se fijó como límite para todas las trabajadoras domésticas –incluidas las puertas adentro– el mismo límite del resto de los trabajadores.
¿Por qué lo que sí se pudo en Argentina y en Uruguay no se puede en Chile?, es la pregunta que alguien de los que celebran alborozados este proyecto de ley deberá responder a las trabajadoras “puertas adentro” cuando interroguen dónde se encuentran los históricos avances.
¿Será este estándar de “avanzar poquito” el que tendrá la Nueva Mayoría con los cambios para todos los trabajadores en su prometida reforma laboral? ¿También con el resto de los trabajadores habrá que celebrar eufóricos un pasito?
En fin, en todo caso, no es necesario decir que este proyecto de ley que hoy se celebra es, salvo diferencias menores, el mismo que en su día presentó Evelyn Matthei.
Quizás por una mínima justicia, deberían invitarla a la celebración.
Podrán todos levantar las manos juntos. Tenga té en loza inglesa, eso sí, por favor.
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