Balance del 2015: el año en que Chile se quedó sin relatos

En un panorama que ya no puede ser más deprimente y aburrido, quizá lo único significativo de decir sobre el 2015 es que, definitivamente y sin excepción, los actores principales de esta película llamada Chile se quedaron sin relato. Después de Penta, la UDI ya no puede aspirar a ser el partido popular que Longueira y compañía soñaron y seguramente tendrán que mudar de nombre. Luego de Caval, la coalición de Gobierno se quedó sin “ilusión, sin esperanza y sin propósito” y la Presidenta sin credibilidad. A su vez, la Iglesia católica, después de los mails filtrados entre Ezzati y Errázuriz, se quedó no solo sin autoridad y moral sino también sin comunidad ni fraternidad. Ni hablar del ‘confortgate’, que echó por tierra el principio fundacional del CEP y de sus financistas, de estudiar y difundir “los valores, principios e instituciones que sirven de base a una sociedad libre”. Y el maldito de Jadue, que destruyó lo último sagrado que nos quedaba en un año meritorio para el fútbol chileno, que había tenido su punto más alto con la obtención de la Copa América.

Llega diciembre y repitiendo el tedioso ciclo anual se inicia la época de balances. Eso sí, esta vez, en un ambiente de mucho aburrimiento y con una sociedad en franca descomposición, lo que complejiza el esfuerzo por hacer un recuento favorable, pues –créanmelo– es difícil encontrar elementos que permitan efectuar un análisis significativo del año que pronto se nos irá.

Y es que emulando la célebre obra de Sebastián Brandt o la de El Bosco –La nave de los Necios–, desde hace ya casi dos años que la sociedad chilena se asemeja a una nave cargada de necios, locos, pecadores, personajes extravagantes sin rumbo y sin destino, a punto de naufragar.

Y es que tal vez se trata de una oligarquía –y también de una sociedad– que ha roto sus amarras con lo clásico y lo tradicional –el valor de la palabra, la promesa, el programa, etc.–, ha cambiado esos valores, pero aún no encuentra puerto donde poder recalar en la nueva sociedad del “enjambre digital” (Byung-Chul Han), donde una ‘masa’ sin alma y compuesta por individuos aislados los espera, como en un espejo digital, para mirarlos cada vez más críticamente.

El 2015 significó el fin del relato gubernamental construido durante la campaña sobre justicia e igualdad y ya solo nos resta por ver la lenta agonía de un Gobierno que se desangrará día tras día, pero que se mantendrá por el peso de la inercia en un espectáculo kafkiano no visto desde la reinstalación democrática.

A su vez, en el mundo de nuestros “emprendedores” la cosa no se ve mejor y hoy nos encontramos con un empresariado que desde el CEP había venido realizando un esfuerzo intelectual significativo por reimpulsar las ideas neoliberales, pero que culmina con su principal financista metido hasta la tusa en la colusión del papel Confort y los oligopolios, haciendo todo lo contrario de lo que decía Adam Smith y de lo que postulaba aquel think tank«Que la economía se basa en mercados libres y abiertos» (Enrique Barros).

Con una jerarquía eclesiástica que no recoge los llamados de su rebaño y donde, por el contrario, sus autoridades –tal como los actores de un filme de Martin Scorsese– se comportan como si dirigieran facciones políticas irreconciliables.

Con un Parlamento con su prestigio por el suelo, que sigue legislando pese a que una buena parte del mismo está siendo investigado, ha sido desaforado, o está en vías de serlo, y donde sabemos que transversalmente, y con honrosas excepciones, ha sido financiado por los principales grupos empresariales, los que –ahora lo sabemos– nos presentaban una lista de candidatos y nos ofrecían “elegir el que quieran, de igual modo, todos nos sirven”.

Con un Ministerio Público “cooptado” por los intereses político-empresariales y a cuyo Fiscal Nacional le va a costar cada día más demostrar que su designación no fue parte de un proceso de blanqueo acordado con los actores políticos.

En fin, en un país con una oligarquía en franca descomposición moral donde solo se salvaba el fútbol, claro, hasta que se nos apareció Sergio Jadue, y se nos cayó el único relato que aún nos daba sentido colectivo. Y luego, por si fuera poco, y para concluir el cóctel perfecto, las barras bravas hacen de las suyas a vista y paciencia de todos, como recordándonos que ellos también están viviendo su propia crisis en su propia micropolítica y que, también, van con nosotros en esta nave sin rumbo.

Capeando “esta realidad tan charcha”

Con esa escenografía de fondo se pone cuesta arriba hacer un balance. Menos aún cuando nuestra actitud cotidiana evidencia notoriamente nuestro estado de ánimo, que hace que omitamos intentar siquiera encender la tele y evitar, de ese modo, continuar deprimiéndonos.

Y ya no son pocos los que, como varios de nosotros, se refugian en la academia, reescuchando a The ClashJoy DivisionThe Smith, escribiendo harto, intentando leer a quien nos pueda explicar lo que nos está pasando, viendo el buen cine belga o latinoamericano, que no pasan por los canales de cable.

Todo ello, tal cual lo dijo Redolés, para capear “esta realidad tan charcha”. En un panorama que ya no puede ser más deprimente y aburrido quizá lo único significativo de decir sobre el 2015 es que, definitivamente y sin excepción, los actores principales de esta película llamada Chile se quedaron sin relato.

Después de Penta, la UDI ya no puede aspirar a ser el partido popular que Longueira y compañía soñaron y seguramente tendrán que mudar de nombre.

Luego de Caval, la coalición de Gobierno se quedó sin “ilusión, sin esperanza y sin propósito” y la Presidenta sin credibilidad.

A su vez, la Iglesia católica, después de los mails filtrados entre Ezzati y Errázuriz, se quedó no solo sin autoridad y moral sino también sin comunidad ni fraternidad.

Ni hablar del ‘confortgate’, que echó por tierra el principio fundacional del CEP y de sus financistas, de estudiar y difundir “los valores, principios e instituciones que sirven de base a una sociedad libre”.

Y el maldito de Jadue, que destruyó lo último sagrado que nos quedaba en un año meritorio para el fútbol chileno, que había tenido su punto más alto con la obtención de la Copa América.

Y si la decepción ya era mucha, vinieron luego los pungas de las barras bravas –las mismas que financió y protegió el notable Ruiz-Tagle– para terminar destruyendo definitivamente el último relato que nos quedaba en pie.

Reinventar los relatos

Y ese es el patético panorama con que concluiremos el 2015 y cuya mayor emotividad será precisamente despedirlo rápido, olvidarse pronto de él incluso con un sahumerio, para iniciar el 2016 con la esperanza de que podamos ver la luz al final del túnel. En ese sentido, el año que se nos aproxima puede ser una magnífica oportunidad para que nuestros actores públicos reinventen sus relatos y puedan ofrecernos algo más que los espectáculos bochornosos que hemos visto.

De ese modo los actores políticos podrían brindarnos sorpresas si de verdad se sacuden la modorra y la flojera en la que están. El Gobierno, la Nueva Mayoría y junto a ellos el Senado podrían empezar, por ejemplo, por hacer un acto de dignidad y contrición y no aprobar el TPP, porque –digámoslo sinceramente– aparte de no haber sido discutido públicamente, puede concluir siendo nuestra entrega definitiva de soberanía por secretaría, como lo ha planteado Gabriel Palma.

El Ejecutivo podría agregar, además, la honrosa y razonable opción –seguro que Valdés se alineará con esta propuesta– de suspender la creación de tanto ministerio, subsecretarías, agencias y servicios que no resuelven nada y que solo aumentan y abultan la burocracia metropolitana. Por último, también esperamos que se pongan un poquito más creativos y que hagan un esfuerzo sincero, como sí lo hicieron en el pasado, por ofrecerle al país algo más que Ricardo Lagos.

Lo mismo esperamos de la derecha, ahora en su versión Chile vamos: tener el arrojo de proponer algo distinto a Sebastián Piñera. No podemos volver a 1989 y presentar soluciones viejas para problemas nuevos. No puede ser que opten nuevamente por un Presidente que ya tiene a casi la mitad de su gabinete anterior procesado, con arresto o en vías de serlo.

Que ME-O de una vez por todas se decida a declarar, que diga lo que tenga que decir y que, si sobrevive, sea capaz, junto a Boric, Jackson, Navarro, ojalá el PC –incluidos los“victorianos” Teillier y Carmona– y ese mar de egos, profetas y saltimbanquis de todo tipo que dicen tener domicilio en la izquierda –entre los que se incluyen los partidos taxi, los de familia, los propios, los del 2% y todos los demás–, de proponer una alternativa real al duopolio.

No nos pueden condenar nuevamente a no ir a votar y que el país siga siendo dirigido por un 25% de sus electores. Por cierto, también los empresarios podrían reinventar su propio relato y mostrarnos a alguien que, dentro de esas siete familias, sea un emprendedor de verdad y no como hasta ahora, gente que solo ha hecho fortuna con triquiñuelas, subsidios, créditos fiscales que nunca pagan o que, indebidamente, se apropiaron de recursos y empresas públicas con el aval de políticos comprados por ellos mismos.

Que el Ministerio Público y en especial el Fiscal Nacional, contra lo que ha estado haciendo, pueda demostrar que no fue cooptado por los de siempre en esta designación y que ahora pagará ese favor.

Que la Iglesia, de una vez por todas, deje de ser hipócrita y haga un mea culpa verdadero, pida perdón y rectifique. Y que, si no lo hace, esa multitud de curas buenos que se ven en todas partes, empezando por los jesuitas, se decida de una vez por todas a construir una Iglesia más cercana a su rebaño, más próxima a dios y un poco más distante de los lujos.

Que los actores del fútbol también efectúen su aporte y paren el escándalo en que están metidos desde que hicieron caer a Mayne-Nicholls y a Bielsa, que dejen de tener relaciones incestuosas con los lumpen que controlan a punta de terror y violencia las barras bravas, y que, ojalá, sean capaces de elegir a algún dirigente que tenga historia en ese deporte y no a otro Jadue, que se arrime al fútbol buscando el camino fácil al éxito.

Bueno, y que también el resto de los chilenos –esos que tanto gozan y ríen con la desgracia ajena, en especial la de políticos y empresarios porque, como dice el tango eterno, ahora ellos se “nos han igualao”– realicen su propia reinvención, empezando por dejar de robarse el confort en la oficina; que aprendan a dar el asiento en el metro a embarazadas y abuelos; que no se salten más la fila en ninguna parte o dejen de recurrir “al pituto”; que renuncien a andar siempre pensando en cómo joder al otro; que cumplan las reglas, no porque sean “giles” sino porque lisa y llanamente ellas son el sustento para construir comunidades sanas que perduren en el tiempo.

En fin, el 2015 parece que tocamos fondo. La crisis, como dicen por ahí, también puede ser una oportunidad de reinventarnos, de construir nuevos relatos que nos pongan a tono con los tiempos y con los desafíos del Chile moderno. Como ya sabemos, somos de espíritu conservador y de mucho miedo al cambio. Aquí no habrá una revolución, ni sacudida social al estilo argentino, brasileño o madrileño. Aquí, como dice un conocido historiador, será más decisivo el “peso de la noche”. Motivo para que nuestras pequeñas oligarquías no cambien, vuelvan a “apretar los dientes” y, luego, seguir abusando , claro que sometidas a los reventones periódicos de la micropolítica de cada cual, la que continuará estallando cada cierto tiempo a falta de un relato de cohesión social coherente.

Y así ha estado sucediendo desde hace un tiempo: he allí los políticos con su propio espectáculo, los empresarios envueltos en su propia crisis, tal como sucede con los dirigentes del fútbol, la jerarquía eclesiástica o con nosotros mismos. Cada cual haciéndose pedazos en su micropolítica. Si no lo han notado, las barras bravas y los delincuentes han estado en eso todo el año que se nos va. Y puede que sigamos en ello y la cosa termine aún peor. O puede que reinventemos nuestros relatos y lo que hoy nos duele pueda terminar, contra nuestra propia historia, mejor.

El 2016 puede ser una tremenda oportunidad para empezar a reencantarnos. Suena un poco iluso, aunque esta vez, nuestras oligarquías y nosotros mismos, tenemos un escaso margen de maniobra. Adiós 2015, Enhorabuena, ¡bienvenido 2016!

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