Durante la primera mitad del año pasado, Cristián Cuevas analizó su trabajo como agregado laboral en España. La reforma que el gobierno presentó -en diciembre de 2014- para fortalecer la negociación colectiva no era la que él esperaba y permanecer en el cargo diplomático le causaba ruido. Los cuestionamientos terminaron de golpe el 24 de julio, cuando Nelson Quichillao murió en la entrada de la mina El Salvador, en medio de enfrentamientos entre la policía y trabajadores subcontratados por Codelco.
“No puedo estar con un gobierno que está matando y criminalizando al movimiento sindical”, reflexionó Cuevas, quien oficializó su renuncia semanas más tarde.
La molestia no fue sólo con el gobierno, también con la Central Unitaria de Trabajadores. La CUT, según el ex presidente y actual dirigente de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), “aparte de una declaración, no hizo nada más”.
Este abandono no es nuevo, según Cuevas, quien acusa a la multisindical de “no sintonizar con los trabajadores”, situación que se habría agudizado durante el debate de la reforma laboral.
– El proyecto, en sus actuales términos, ¿es un avance o un retroceso?
– Para sectores minoritarios puede ser un avance, pero para la mayoría de los trabajadores y el mundo sindical activo no es un avance.
– Es un retroceso…
– Es un retroceso, porque se implementa una medida que el movimiento sindical y la CUT han rechazado históricamente, como es la flexibilidad laboral, mediante los pactos de adaptabilidad.
– ¿Qué opina del papel que ha jugado la CUT en el debate laboral?
– Necesitamos de una conducción sindical a la altura de las necesidades de los trabajadores y en sintonía con ellos. Tú no puedes estar en dos aguas; no puedes representar a los trabajadores y, a la vez, estar tirando puentes de salvataje al gobierno. El año pasado los trabajadores del cobre, de la industria y los portuarios solicitaron que la CUT desarrollara un plan nacional de movilización, por la reforma laboral. La respuesta de la CUT ha sido muy tardía y muy débil. Serán los dirigentes sindicales y las organizaciones afiliadas a la central las que deban corregir esa conducción, que no estuvo y no está a la altura de las necesidades de los trabajadores. Ha sido poco significativo el rol de la CUT y ha perdido autonomía en la tarea de impulsar la reforma con fuerza, unidad y movilización.
– ¿Qué responsabilidad tiene la actual directiva de la CUT en este rol poco trascendente, incapaz de evitar que la reforma se modere?
– No tienen una relación preferencial por los trabajadores. Muchos de ellos se han convertido en una oligarquía sindical que está distante del mundo real de los trabajadores. No han acompañado en la primera línea la lucha de los trabajadores. En 2015, con la muerte de Nelson Quichillao, aparte de una declaración, la CUT no hizo nada más. Es decir, acá se puede reprimir y matar a los trabajadores y no hay una voz que los salga a proteger.
La central estuvo ausente en la protesta de los trabajadores portuarios, el registro civil. Algo está mal.
– Con la reforma laboral a punto de ser despachada, ¿qué impacto tiene el paro nacional convocado por la CUT para el 22 de marzo?
– Los trabajadores deben participar, pero hubiese preferido que este paro se realizara en marzo o abril del año pasado, cuando se solicitó. Es tardío el paro, en función de la necesidad que tenía avanzar hacia una reforma de verdad y no la actual, que no está a la altura.
EL PC HA ACTUADO DENTRO DE SUS POSIBILIDADES
Cristián Cuevas decidió alejarse «con respeto» del PC, por diferencias con el camino que eligió el partido para impulsar reformas políticas y sociales, que fue sumarse al proyecto Nueva Mayoría e integrarse al gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.
La mirada del dirigente con el Partido Comunista es crítica, pero no excesivamente dura. Más bien comprensiva de una colectividad que tiene seis diputados y maneja sólo un ministerio.
– El PC respalda el proyecto aprobado por la Cámara de Diputados e insiste en que la reforma laboral es un avance «significativo» para los trabajadores. Sin embargo, no ha podido evitar que la iniciativa se modere.
¿Qué le parece el papel que ha tenido el partido?
– El PC ha hecho los esfuerzos necesarios -y dentro de sus posibilidades- para que la reforma laboral salga lo menos debilitada posible. Pero eso, en el marco de las relaciones políticas y sus responsabilidades como partido de gobierno, frente a un proyecto laboral que no le hace sentido a la mayoría de los trabajadores.
– ¿Se impuso la visión más moderada de la Nueva Mayoría? Esa que es representada por un grupo de senadores de la DC y el PPD que buscan, por ejemplo, reponer las «adecuaciones necesarias» en la huelga…
– Me ha sorprendido esta relación fáctica que un grupo de parlamentarios del oficialismo ha construido con sectores de derecha y empresariales, en función de impedir una reforma que fortalezca los derechos laborales de los trabajadores. En esto ha sido nefasta la actuación del senador Andrés Zaldívar e Ignacio Walker, en alianza con Juan Antonio Coloma, Hernán Larraín y senadores del PPD, como Felipe Harboe y Eugenio Tuma, que poco o nada conocen del mundo del trabajo. Es una alianza espuria, pero después vuelven estos legisladores donde los trabajadores a buscar el voto.
– Algunos plantean que la reforma era «radical» e iba a provocar incertidumbres en el mundo empresarial…
– Hay que desdramatizar el concepto de que esta es una reforma radical. Esta reforma nunca fue radical, sino que en el marco del modelo y en las posibilidades que el gobierno tenía de avanzar, en función de su alianza y acuerdos que tiene con los empresarios y la directiva de la CUT.
– ¿Qué lecciones deben sacar los trabajadores de este debate?
– Lo que se debe hacer frente al hecho que es difícil poder modificar la reforma a pocos días de la votación, es presionar, pero sobre todo castigar en forma ejemplar a los parlamentarios que han incurrido en esta falta, que es «cocinar» entre cuatro paredes los derechos fundamentales de los trabajadores. El llamado a los trabajadores es a fortalecer sus organizaciones sindicales y pasarle la factura a estos legisladores, en los tiempos electorales que se vienen. A ellos y a los partidos que han construido estas alianzas espurias.
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