La Revista Capital (4 al 17 de noviembre), trae muchas veces «joyitas» que ilustran el pensamiento dicotómico dominante (conservador del actual orden de cosas y liberal para el «emprendimiento económico»).
En este caso se trata del artículo de Roberto Sapag que comenta a Guy Sorman. Este pensador sostiene que esta «sintomatología social no derivará en una enfermedad especialmente grave» y «que el malestar o indignación social que hoy brota en distintas partes del planeta tiene causas múltiples e inconexas, sin un trasfondo ideológico, razón por lo cual, al igual que lo ocurrido con mayo del 68, terminará inevitablemente diluyéndose o desdibujándose para quedar finalmente en la anécdota».
Con esta reflexión de fondo, Sapag levanta una hipótesis rara. Dice «que no vaya a ser que el brillo de estas perlas noticiosas desvíe de la atención a los pobres, los viejos y la marginalidad que, hasta ahora, muchos creen que pueden seguir esperando». Contrapone estos grupos a las «personas de capas medias desmejoradas».
Nuestro comentarista autóctono de Sorman afirma que los reales peligros para la humanidad son la sobrepoblación (somos 7.000 millones), además de la composición etaria (los viejos aumentan), el crecimiento de la población de África negra y los fenómenos migratorios y poblacionales de la China.
En respuesta a tales extrañas afirmaciones, si las tomamos por separado y actuando contradictoriamente en la sociedad, le pediríamos a analistas de esta naturaleza que consideren que en nuestra época histórica vivimos una etapa de capitalismo post industrial global, también llamada por otros la «Era del Conocimiento», uno de cuyos rasgos principales es la homogenización de prácticas sociales. . Entonces comparar con mayo 68 es equivocado. Este «nuevo mundo» se hace visible a fines de los 80, con el derrumbe del socialismo ya construido. Este «aplanamiento» de las sociedades humanas permite oleadas de descontento globales que se coordinaran cada vez más, acercándose a niveles mayores de peligro para lo establecido a medida que la insubordinación de los distintos grupos sociales encuentre respuestas. Y aquí no hay que confundirse, basta ver el descontento con todos los actuales gobiernos, sean de derecha o socialdemócrata (ahí están Berlusconi y Papandreu para ilustrarnos). En este caso no son sólo «personas de capas medias desmejoradas». Son sociedades completas que están castigando a sus núcleos gobernantes.
La segunda y necesaria mirada que debe tenerse para comprender lo que ocurre hoy en nuestras volátiles sociedades y en la sociedad mayor (la humanidad toda) que se está lentamente estableciendo, es la que otorga el método de análisis histórico. Existen los hechos de masas, más lentos y pesados. Están también presentes los hechos institucionales, ideológicos y políticos, de efectos menos sostenidos que los anteriores, pero altamente influyentes en las coyunturas que se analicen. Y por último encontramos los fenómenos de opinión, las acciones de los partidos y personalidades, las modas de toda índole, etc., que tienen efectos más pasajeros.
Para no aburrir más, digamos que esta «sintomatología social de los indignados» requiere un análisis más complejo del contexto histórico y político y ha venido para quedarse, aunque mute. Es como el H1 N1.
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