Un temor recorre la espina dorsal de sindicalistas, estudiantes y todas «las personas de buena voluntad» que quisieran cambios en el Presupuesto 2012.
Es sabido que el proyecto enviado por el ejecutivo es de mera continuidad y gran número de partidas ni siquiera recogen el crecimiento vegetativo requerido para actualizar valores. En otros casos como Salud y también Educación hay fuertes sesgos privatizadores.
Las mesas sociales de Educación y Salud, entre otros interesados, han desarrollados minutas con criticas fundadas a los presupuestos sectoriales y efectuado reuniones con los distintos grupos parlamentarios. Sin embargo los resultados no son alentadores. Se sabe que en la subcomisión tres de Salud, hubo aprobación unánime. Lo mismo ha ocurrido en otros grupos de trabajo presupuestario.
El miedo al que se alude al partir tiene que ver con el hecho de que finalmente gobierno y oposición hagan un gran pacto sobre el Presupuesto, o al menos, la totalidad del presupuesto sea aprobado como «moneda de cambio» de una cierta mejoría en Educación. Esta podría ser unos US$1.000.- a 1.500 millones adicionales, para ser gastados en las mismas formas que en años anteriores.
El panorama descrito sería catastrófico para el país, pero lo será también para el gobierno y la oposición. No deben sacarse cuentas alegres con la baja relativa en el respaldo al movimiento estudiantil (67% en vez de 79%) o del castigo de la opinión pública a las formas de movilización (ahora 57%, antes 45%). Todavía dos de cada tres chilenos apoyan una reforma verdadera en Educación y, más que eso, se evidencian señales de un malestar social mayor. No se aceptará fácilmente un acuerdo a espaldas de las mayorías. En este sentido, la posición de Camila Vallejos en orden a impedir un acuerdo Gobierno-Concertación podrá no ser políticamente correcta pero expresa un sentido común extendido.
Los ciudadanos parecen estar atentos al comportamiento del gobierno en el rumbo que seguirá con Educación, Salud, Seguridad y demases, aunque no tienen muchas expectativas en su comportamiento (sólo el 21% aprueba su conducción del conflicto estudiantil, mientras el 73% lo rechaza). Todos los porcentajes son de la última Encuesta Adimark.
A su vez la Concertación debiera aprovechar una nueva oportunidad. Lo que los líderes estudiantiles rechazaron por meses; salir en un «mono» con los presidentes de partidos, está ocurriendo. No sabemos todavía el precio exacto que pagaran por esta maniobra. Lo cierto es que si separan de los movimientos sociales dañan gravemente las opciones de la expresidenta-candidata.
¿Al final, serán todos los gatos plomos o en realidad tendrán distintos colores?
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