El gobierno se enorgullece de los cambios que esta haciendo al sistema de transportes de Santiago. Los cambios en los contratos con los operadores autorizan adaptar recorridos, prolongándolos y permitiendo la competencia en tramos. Adicionalmente se pagará por pasajero transportado, responsabilizando a las empresas en el control de la evasión. Como cualquiera de nosotros comprenderá, las empresas a su vez le endilgaran la tarea a los conductores pagándoles incentivos variables por pasajero registrado.
El origen del mal, en los buses amarillos, tenía que ver con los incentivos perversos. Los conductores competían brutalmente por los pasajeros, provocando accidentes, maltratando el parque automotor a su cargo y, en el modelo anterior, recaudando sus propios ingresos a costas de los miles de pequeños propietarios de buses («minifaldas» y otros trucos, además de las «pérdidas de aceite y combustible»).
Es cierto que los recuerdos que hemos descrito no retornaran de la misma manera pero es evidente que la competencia entre vehículos, situación sagrada para la derecha a pesar de los pollos y otros, así como el control de los pasajeros por cuenta de quién conduce, arriesga desandar todo lo avanzado. La presidenta Bachelet sufrió las consecuencias de una transformación abrupta en la movilización colectiva, sin que la infraestructura y el mobiliario urbano estuvieran disponibles y con una planificación de salón destinada a optimizar resultados económicos y no a satisfacer las necesidades de la población.
Pasado un tiempo estamos ante una opinión pública que evalúa mejor el sistema (lo dicen las últimas encuestas), la gente comprende mejor las modernizaciones efectuadas entre las cuales está la tarjeta BIP (y con ello la desaparición del dinero circulante como objeto de deseo de la delincuencia), la menor contaminación y persistiendo como debilidad el problema de los trazados y la evasión. Sin embargo los acentos en los cambios de los contratos que está haciendo el gobierno retornan sobre mecanismos largamente fracasados. ¿Estaremos obligados a ver de nuevo carreras de los transportes para «cazar»pasajeros?.
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