Por Claudio Villalobos
Es imposible no preguntarse qué hace realmente Sergio Melnick en televisión hoy. Aunque su recorrido por diferentes canales de tv durante los 90’s hasta fecha ha sido prácticamente incesante recién ahora, gracias al veto público generado por Beatriz Sánchez a su figura en el programa En Buen Chileno de Canal 13, el interés por descubrir la necesidad de su constante tribuna termina por salir al debate. Melnick es una figura bizarra que transita nichos muy específicos como el esoterismo, las asesorías de modelos de negocio, la defensa de la obra de la Escuela de Chicago en Chile, el desarrollo tecnológico y su conocido paso como Ministro de Planificación en dictadura. Ese recorrido (que suele acompañar con opiniones histéricas) al parecer lo ha posicionado para ser voz en el debate actual en nombre de la democracia, del acuerdo y de la igualdad de ideas. Melnick puede ser un tipo extraño, único en su tipo, pero esa figuración pareciera ser sintomática de otro fenómeno: la idea que medios como Canal 13 intentan instalar desde sus líneas editoriales sobre el ejercicio de hacer democracia.
En medio de la controversia del veto Cristian Bofill declara por Twitter que “Para Canal 13 es la esencia de la democracia y del periodismo el debate respetuoso entre personas que representan diferentes visiones” queriendo instalar así la idea que Beatriz Sánchez al no querer presentarse en el programa por la presencia de Melnick pasa a llevar grandes valores profesados no solo por un canal, sino que también por una profesión. Hay buenos y malos profesionales; los buenos cuidan el debate y los malos lo rechazan. Los buenos aceptan figuras como Melnick en una discusión y los malos rechazan prestarse para darles tribuna a esos “hombres aparte”. Es entonces cabe la pregunta evidente: ¿Cuál es el concepto de democracia que pretende presentar Canal 13 al justificarla con la presencia de Melnick?
Mucho podemos discutir sobre si los programa de debates con panelistas invitados son realmente un ejercicio democrático; quizás es mejor posicionarlos como una extensión de posiciones oficiales cubiertas por los medios que se replican con caras específicas matizadas con invitaciones al nombre del momento. Ahí tenemos un desfile de especialistas de temas, pero por sobre todo, del propio discurso oficial que los medios quieren entregar a la opinión pública (que también es un ejercicio ad hoc en los medios). ¿Toda esta autorreferencia representa el espíritu que un medio como Canal 13 desea entregar a sus televidentes? La democracia, además de las definiciones valóricas románticas que propone Bofill, es un ejercicio que se pone a prueba en cada ocasión. En el caso de Canal 13 (y de la TV en general) este espacio se juega en el acceso democrático a la información y al conocimiento. Si nos apegamos a esto último no podemos dejar de pensar en el revuelo que ha generado el Dr. Soto y su acceso democrático a tratamientos caseros y formas de entender la medicina que han terminado movilizando a una parte importante de la comunidad médica declarando lo nocivo que resultan sus tratamientos y declaraciones. O a la lectura de los informes ginecológicos de Nabila Riffo en pro del acceso democrático a la información sobre el caso que hizo poner el grito en el cielo a muchas otras chilenas. O programas como En Su Propia Trampa donde se espectacularizan delitos (muchas veces hasta con placement de empresas de seguridad) mostrando el detalle de su axiomática para luego ejercer el rol de justicieros ciudadanos. Y en ese punto Beatriz Sánchez (y por lo tanto, una vez más el Frente Amplio) comete un error al vetar a En Buen Chileno por la presencia de Melnick perdiendo una oportunidad de enfrentar el problema y posicionar otro discurso. Sin ir más lejos Mayol, su contrincante en primarias, agregó presencia a su candidatura e ideas enfrentando a Pilar Molina (panelista hasta hace poco del mismo programa).
La lista de acciones democráticas en Canal 13 es larga, pero funciona detrás la misma lógica: hacer real lo inverosímil, lo impresentable, lo irreconciliable e integrarlo en una dinámica “democrática” que no va más allá de un par de puntos de rating adicional, de la inseguridad, del cuoteo. Se hace más notorio cuando los medios lo instalan en el rango de los temas políticos donde la saturación termina por hacer evidente preguntarse qué hace un ex ministro de una dictadura discutiendo para donde debe ir un país en democracia. Las redes sociales ha hecho que la información (cuestionable y verídica) llegue a la gente de una manera más rápida y masiva; si las líneas editoriales como la que declara Bofill en su tuit no saben separarse de eso ¿de qué ejercicio democrático hablamos? ¿Qué entendemos por respeto en un debate? ¿Cuál es la ética del periodismo? Canal 13, con las palabras de Bofill en su tuit y sus decisiones editoriales, entiende la democracia en un espacio bizarro, donde sus límites están definidos por la parodia y la movilización de otros declarando el problema. Todos estos hombres y mujeres aparte como Melnick están convocados, definidos y realizados gracias a acciones supuestamente democráticas. Son tan estandartes como parodias que en cada acto democrático generan descontento, tan reales por tv como impresentables en la realidad actual.
Tan demócratas como jerarcas de un reino inventado.
Denos su opinión