El domingo 5 de enero pasado, la presión desde La Moneda sobre la UDI se intensificó. Ese día, el Presidente Sebastián Piñera y el ministro del Interior, Gonzalo Blumel, llamaron por teléfono a la timonel gremialista, senadora Jacqueline van Rysselberghe, para convencerla de que descongelara la relación con los aliados de Chile Vamos y normalizara el trabajo al interior del bloque oficialista.
“No. Aún no es el momento”, les respondió la senadora por el Biobío. “Es indispensable que se produzca una catarsis en el consejo general del partido y se encauce el debate hacia el rol que va a jugar la UDI dentro del gobierno. Tenemos que definir que somos el partido eje para enfrentar a la izquierda y la tentación de algunos en la coalición y en el gobierno de desviarse a la izquierda”, les dijo.
Para entonces, Van Rysselberghe movía con cuidado los hilos al interior de la UDI para evitar que el consejo general de la colectividad -que se realizó el viernes 10 en los salones de Centro Parque, Las Condes-, al que asistieron más de 500 militantes, terminara en un “desmadre” de críticas al gobierno y a sus aliados del oficialismo por el apoyo que, según el sentir mayoritario de los gremialistas, estaban dando al inicio de un proceso constituyente con el que ellos no están de acuerdo.
Por lo mismo, aseguran dirigentes gremialistas, una de las primeras cosas que despejaron fue que, por ningún motivo, se llevaría a votación en el consejo la permanencia de la UDI en el gobierno y en Chile Vamos, para que no fuera a ser que, al calor de la catarsis, se pusiera en riesgo al oficialismo. Los resguardos que tomó la directiva junto a parlamentarios como el senador Juan Antonio Coloma y los diputados Javier Macaya y María José Hoffmann -quienes lideran el sector que le disputó el año pasado la presidencia a Van Rysselberghe- fueron mucho más allá.
Esta vez, ni el Presidente Piñera ni ninguno de los ministros del gobierno, salvo los que militan en la UDI, fueron invitados al consejo, para evitar que fueran pifiados. Y en los últimos días, la presidenta gremialista habló con cada uno de los parlamentarios de la colectividad para pedirles personalmente ayuda para aplacar las críticas a La Moneda y en encauzar el debate en convertir a la UDI en el partido del No a la nueva Constitución. Algo en lo que hasta entonces se sentían huérfanos.
Solo unas semanas antes, en el último comité político ampliado de los lunes en La Moneda, al que asistió Van Rysselberghe en representación de la UDI, la senadora se había enfrentado con fuerza a los ministros del equipo político. Ese día, Blumel, la vocera de Palacio, Karla Rubilar, y el ministro de Hacienda, Ignacio Briones, habían dejado entrever un eventual apoyo a la opción Sí en el plebiscito del 26 de abril.
“Quiero hablar desde las emociones y desde el dolor de sentirnos excluidos de esta mesa- les respondió la timonel gremialista-, de sentir que estamos excluidos de este gobierno, porque están diciendo que la posición de un partido no tiene espacio. Si es así, la UDI no es parte de este gobierno y nos obligarán a hacer campaña en contra del gobierno”, habría dicho la senadora.
Salvo unos pocos, como el alcalde Joaquín Lavín y el diputado Jaime Bellolio, en la UDI estaban cuadrados hace tiempo por el Sí a una Constitución hecha a partir de una hoja en blanco.
La presión al interior de la colectividad, por el contrario, estaba por apurar la decisión de definirse como el partido que empujará el voto de rechazo en el plebiscito, cerrando así el flanco por la derecha a José Antonio Kast y el Partido Republicano como los abanderados del No.
Que el paso se diera en este consejo general era la mejor forma de evitar que el foco gremialista se pusiera en la pugna con sus aliados y con el gobierno.
De eso estaban todos notificados.
Golpe blando en RN
En RN reconocen que el senador Andrés Allamand venía hablando hace varias semanas con sus pares de la UDI Juan Antonio Coloma, Ena von Baer y Víctor Pérez, sobre la necesidad de limar asperezas frente a la decisión de la directiva de RN, encabezada por el diputado Mario Desbordes -respaldada, entre otros, por el senador Manuel José Ossandón, la juventud de RN y algunos diputados del ala liberal de la colectividad- de apoyar abiertamente la necesidad de responder a las demandas sociales con el Sí a un proceso constituyente.
Allamand también estaba molesto por la forma en que el gobierno estaba enfrentando el tema.
El 23 de diciembre, el mismo día en que se promulgó en La Moneda la reforma constitucional que habilita el plebiscito del 26 de abril, el Presidente Piñera convocó a su casa en la noche a un grupo de parlamentarios de Chile Vamos. Allamand y Coloma, señalan fuentes oficialistas que asistieron a la cita, le representaron la molestia por un video que había preparado la Secom, pues consideraban que rompía la neutralidad que debía jugar el gobierno frente al proceso constituyente. “Es un panegírico del Sí”, reprocharon.
Para un amplio sector de la derecha, La Moneda, ante la baja popularidad, había optado “por plegarse al lado fácil de la historia” y no complicarse frente a la protesta social. El riesgo, señalan cercanos a Allamand, no solo era político, también electoral. Si no se cambiaba el discurso frente al plebiscito y se endurecían posiciones frente a la oposición, la derecha y el No podrían estar por debajo del 35% -cifra en la que tradicionalmente se mueve la derecha en Chile- y las consecuencias de ello en octubre, cuando se elija a los constituyentes, podría ser desastrosas para el oficialismo.
Para entonces, Allamand había anunciado que entraba en un “proceso de reflexión”, pese a que hasta ese momento se había declarado partidario del Sí. Su plan era esperar hasta fines de febrero para tomar una decisión.
En el giro del parlamentario había mucho más que “olfato político”. El senador con anterioridad se había opuesto a la idea de la hoja en blanco y la tesis de desahuciar la actual Constitución. Para saber qué pensaban la bases partidarias y no dinamitar su aspiración presidencial, había enviado casi un millar de correos electrónicos a dirigentes comunales, provinciales, concejales, alcaldes y parlamentarios RN preguntando su opinión sobre el plebiscito y el proceso constituyente que se abría. El 90% de las respuestas eran lapidarias en contra del Sí y muchos se quejaban de que habían claudicado frente la izquierda.
La duda que rondaba en Allamand y en otros senadores de RN era cuándo dar el paso. Hacerlo en febrero, después de que la UDI ya estuviera abiertamente trabajando por el No, reducía el impacto.
El golpe de oportunidad se lo brindarían el domingo 5 en la noche los estudiantes de Aces, cuando comenzaron a tomarse establecimientos en los que se rendiría la PSU y así impedir la realización del examen de admisión a la educación superior.
El violento boicot que protagonizó un grupo de estudiantes de izquierda antisistémicos fue la excusa perfecta para poner en duda las posibilidades de llevar adelante el proceso constituyente. No solo RN, también el resto de la derecha que no está de acuerdo con hacer una nueva Constitución levantarían el discurso de la violencia. Según esa visión, “no están dadas las condiciones” para un plebiscito en abril.
El lunes 6, Allamand y otros siete senadores de RN anunciaron que votarían por el rechazo en abril. Al gobierno no le advirtieron de la jugada. Sí le encomendaron al senador Rafael Prohens que le anticipara esta decisión a Mario Desbordes, para evitar que se produjera un quiebre dentro del partido.
El timonel RN, que se ha jugado dentro de su sector para empujar que se atiendan las demandas sociales a través de una nueva Constitución para salir de la crisis, resintió el golpe que le propinaban ocho de los nueve senadores de su colectividad.
En una rápida jugada para contener la presión que se vendría para llevar a RN al No, Desbordes pidió a la directiva y a la comisión política del partido que ratificaran ese mismo lunes 6 la decisión de dejar en libertad de acción a los militantes frente al plebiscito.
Desbordes sabía que Allamand no era el único interesado en empujar a RN a ordenarse en torno al No. El expresidente del partido Carlos Larraín es otro.
Dirigentes de RN aseguran que el exsenador impulsó la decisión de 21 de los 36 diputados del partido de apoyar el No y ha estado detrás de la estrategia comunicacional que ha desplegado, en esa línea, el diputado Diego Schalper. Las mismas fuentes afirman que Carlos Larraín habría colaborado en el financiamiento de parte de las campañas por el No a través de redes sociales que han desplegado los diputados de RN.
En el oficialismo saben que la decisión de Allamand y la mayoría de los parlamentarios de RN, y de la UDI como partido, de reordenarse en torno al No, tendrá efectos políticos tanto en el gobierno como en el resto de las colectividades de Chile Vamos.
El desmarque por el No, afirman en el sector, va a presionar al equipo político de La Moneda y al Presidente Piñera a mantener la neutralidad frente al plebiscito de abril.
La situación de ahora en adelante, señalan fuentes del bloque, será particularmente difícil para Blumel.
El ministro del Interior, dicen dirigentes oficialistas, aunque se ha cuidado de no exteriorizar su posición -pese a que recién producido el acuerdo constitucional dijo a La Tercera que el gobierno estaba por una nueva Carta Magna-, prefiere ver a Evópoli, partido en el que milita, del lado del Sí, para reforzar la diversidad de la coalición.
En Evópoli, donde una amplia mayoría de sus dirigentes está a favor del Sí, el diseño hasta hace unos días era claro. Declarar al partido en libertad de acción en el próximo consejo general del 25 de enero.
El trazado, sin embargo, ya muestra fisuras.
Al igual que en RN, una parte significativa del electorado de Evópoli ha hecho sentir la presión sobre los parlamentarios. La decisión del diputado Luciano Cruz-Coke, la semana pasada, de entrar en un proceso de reflexión, la que fue seguida por otros tres diputados de esa bancada, da cuenta de que el reordenamiento también golpeó las puertas de Evópoli.