“Yo no entiendo de política, por eso nunca he votado”, cuenta Nancy Rivas (45). “Igual pienso que si las elecciones pasadas hubiese votado toda la gente que no lo hizo, no estaríamos con el Presidente que tenemos ahora”, agrega. Pero la asesora del hogar irá por primera vez en abril a llenar la papeleta en las urnas. “Al plebiscito voy a votar de todas maneras, estuve en las marchas y todo, así que tengo que ir”.
El lunes 27 de enero, el Servel publicó el padrón electoral para el plebiscito del 26 de abril. Son más de 14 millones las personas habilitadas para votar, pero la poca participación desde que se implementó el sufragio voluntario en 2012, cuando 2.6 millones de electores dejaron de ejercer su derecho a voto, sugiere que hay motivos de preocupación sobre quienes se acercarán a las urnas en abril.
En 2018, la Universidad Católica publicó el documento titulado “Quienes votan en Chile”. En este, tras el estudio de datos del Servel, consignó que un 29% del total del padrón -unas 4 millones de personas- no ha asistido a las urnas en ninguna de las seis elecciones desde 2012 a la fecha. Si a lo anterior le sumamos los que solo han participado un vez, sumaría un total de 40%.
La cifra no es indiferente para los partidos políticos. De hecho, para tiendas como la DC, PPD y el Frente Amplio este es uno de los nichos que tienen en la mira como eventuales votantes para abril. Buscarán un mensaje más transversal para poder atraer a los “desencantados”.
¿Quiénes son?
Aunque no hay estudios que intenten perfilar o definir las características de quienes nunca han votado desde 2012, existen distintos datos que permiten dar cuenta de su heterogeneidad.
Tal como se mencionó anteriormente, una parte del 29% correspondería, según una publicación del Centro de Estudios Públicos, a quienes dejaron de acudir a las urnas cuando se implementó la ley de voto voluntario en enero de 2012. Este grupo compuesto por 2,6 millones de personas, está compuesto casi de igual forma por hombres y mujeres. De ellos, alrededor de 1 millón de personas pertenecen al rango etario entre los 40 y los 55 años.
Por otro lado, según los datos abiertos del Servel, una facción importante del gran grupo de desencantados lo forman los jóvenes entre 18 y 34 años, quienes tienen los porcentajes más altos de abstención en las últimas seis elecciones, luego de los adultos sobre 80 años. Por ejemplo, para las últimas elecciones municipales de 2016, más de un 75% de jóvenes no sufragaron, equivalente a 3.6 millones de personas. Respecto al sexo, se observa una leve tendencia a mayor abstención por parte de los hombres.
Para el diputado y experto electoral Pepe Auth, este grupo que no participa de las elecciones, tiene características identificables. “La principal es el desinterés en la política. Son los que en el puerta a puerta te dicen ‘igual el lunes tengo que salir a trabajar’”, explicó.
“Es un electorado que tiende a tener menos años de educación. Puede ser más femenino que masculino, más joven que viejo. Hay un segmento importante que probablemente sean ‘ninis’, que son medio millón de personas”, agregó.
El director ejecutivo de DataCamp, Aldo Cassinelli, cree que el grupo es difícil de precisar. “Son grupos distintos, no un sólo grupo. Siempre se dice que el voto voluntario implica que hay diferencias por estrato socioeconómico, pero esas diferencias no siempre se visualizan”, dice.
El foco de los partidos
Tanto para la DC como para el PPD el grupo de “desencantados” es un nicho relevante para buscar electores de cara al plebiscito de abril. Esto lo harán a través de un mensaje colateral para el grupo. En la UDI no arriesgan y prefieren no apuntar a un nuevo electorado, sino convencer al tradicional.
Así lo afirma el presidente del PPD, Heraldo Muñoz, quien opina que “hay que hacer una campaña para todo el padrón, estimulando que participe la mayor cantidad de compatriotas. Hay que hacer una movilización que apunte a la mayor participación posible”. Esta misma postura la tiene el presidente DC Fuad Chahín, “estamos justamente trabajando en la construcción de mensajes que logren llegar a ese electorado y motivarlo”.
Para Gael Yeomans, de Convergencia Social, este grupo de personas es parte importante del foco a donde apunta su campaña. “Como fuerzas nuevas, tanto desde Convergencia Social como del Frente Amplio, tenemos especial énfasis en llegar a aquellas personas que no quisieron participar en las elecciones anteriores, porque no se estaba jugando esta posibilidad”, dice.
Desde la UDI aún no tienen un público objetivo definido. “No hemos hecho un estudio sobre qué perfil tienen las personas que nunca han votado, lo más probable es que no sean del grupo objetivo nuestro”, afirma su presidenta Jacqueline van Rysselberghe.
¿Es posible convencerlos?
Si se tiene en cuenta las características de las personas que no votan, surge la pregunta de si para los partidos políticos es una estrategia inteligente enfocarse en apuntar a esta fracción de la ciudadanía para conseguir votos el próximo 26 de abril.
Mauricio Morales, doctor en ciencia política y académico de la Universidad de Talca, explica la importancia de los territorios en estos casos, pero el ambiente actual complejiza el panorama. “Los alcaldes suelen movilizar a estos electores vía clientelismo, pero en un contexto de rabia hacia las autoridades y las instituciones esta estrategia se hace más dificultosa”, explica.
Reforzando esta misma idea, Aldo Cassinelli, sostiene que “las campañas deberían apuntar a los electores tradicionales de votación. Cuando se trató de buscar por parte de encuestas al votante probable, fue el principal error”.
Para el sociólogo y director del área electoral de Chile21, Axel Callís, “los partidos tradicionales van a afianzarse a lo que ya conocen, recurrir al viejo y querido concejal, a públicos y electores más viejos. Los partidos intermedios como Evópoli y Frente Amplio van a ir por el electorado más joven, vinculado a redes sociales. Los post estallido van a ir por todos los que no han votado”.