La crisis que ha desatado el avance del COVID-19 ya alcanzó tal nivel de impacto social y económico, que ni los pronósticos más pesimistas en La Moneda pudieron anticiparlo. Así lo reconocieron quienes han seguido de cerca el trabajo del equipo gubernamental a cargo de preparar al país para la llegada del coronavirus, un trabajo que viene desde enero, según recalcaron desde Palacio, y que es un dato que el Presidente Sebastián Piñera ha repetido una y otra vez para blindarse de las críticas por el manejo de la crisis sanitaria.
Pero la falta de preparación ha hecho que al conflicto epidemiológico se haya sumado un verdadero festival de equivocaciones a la hora de fijar las fórmulas para frenar el avance del coronavirus, que provocaron eventos desafortunados para el Gobierno, como el conflicto con los alcaldes por la suspensión de clases, las intensas presiones del mundo político y del Colegio Médico (Colmed) para que se declarara cuarentena, más el flanco de dudas y cuestionamientos permanentes al manejo que está haciendo el ministro de Salud, Jaime Mañalich.
Todos, errores que golpean la ya desgastada imagen de Piñera. Por eso, precisamente, es que el resguardo de la figura del Mandatario ha sido definido como una de las principales tareas del equipo político de La Moneda y el staff comunicacional del Presidente. Una tarea que secunda a la batalla por contener el avance del COVID-19 y la de amortiguar –en la medida de lo posible– la recesión económica.
Este objetivo sería distinto al de rescatar el legado del Primer Mandatario, tarea que fue fijada tras la revuelta de octubre. Esta vez, aseguraron cercanos al gobernante, el equipo de comunicaciones de Presidencia busca dotar a Piñera de un carácter “republicano”, restableciendo en él una figura de confianza en cuanto a su capacidad de gestionar la crisis. La idea es que en medio de la pandemia sea –agregaron– más similar al estilo del ex Jefe de Estado Ricardo Lagos, que era “una voz de orden y mando”. Bajo esa premisa, por ejemplo, la decisión de declarar un toque de queda, con la consiguiente salida de las Fuerzas Armadas a las calles, buscó instalar la idea de “contención, orden y seguridad”.
En esta tarea ha trabajado el nuevo dream team comunicacional del Presidente, comandado por Alfonso Peró, quien fuera uno de los principales editores de El Mercurio. No hay que olvidar que, a principios de marzo, Piñera armó un equipo especial para que se encargara de sus estrategias comunicacionales y fortaleciera su propia imagen.
Peró trabaja junto al periodista Waldo Díaz –exeditor de El Mercurio y La Tercera– elaborando la estrategia delineada por el el jefe del segundo piso, Cristián Larroulet, y el propio Mandatario. Un grupo que, de acuerdo a asesores de Gobierno, se mantuvo “hermético” los primeros días de la llegada del virus, trabajando junto a Mañalich, quien, a pesar de tener muy pocos amigos en el seno de Chile Vamos, cuenta con el respaldo ciego del Presidente.
Festival de equivocaciones
Al interior de Palacio reconocieron que hasta hace unas semanas los pronósticos en el Gobierno y el equipo de Presidencia “eran más optimistas de lo debido” y que nadie se anticipó a lo que podía significar, realmente, la llegada de una pandemia al país. Esto, pese a que desde enero varios epidemiólogos empezaron a levantar las alarmas. Es más, algunos miembros del oficialismo señalaron que, mirando en retrospectiva, “Mañalich no estaba tan equivocado cuando advirtió lo del Plebiscito”.
Es justamente la falta de preparación lo que habría tenido a La Moneda protagonizando un festival de equivocaciones durante las últimas semanas. En el oficialismo afirmaron que los primeros pasos del Gobierno respondieron a un “hermetismo innecesario” y que la combinación con el “autoritarismo del ministro Mañalich” y la centralización de las decisiones entre Larroulet y el Presidente Piñera, llevaron a una espiral de errores que “aún pasan la cuenta”.
El último error que dejó al descubierto la desorganización interna del equipo que coordina la estrategia comunicacional y logística por el COVID-19, fue el anuncio de la cuarentena total para las siete comunas con mayor cantidad de contagios en el país.
El miércoles en la tarde, el ministro Mañalich hizo pública esa decisión, pero, lejos de ser una medida que pusiera paños fríos y le devolviera al Gobierno parte de la confianza perdida ante la ciudadanía, generó más críticas y desconfianzas por la falta de información necesaria sobre sus implicancias.
Ese día no se aclararon los detalles de la cuarentena ni se comunicó la medida de forma previa a los alcaldes de Lo Barnechea, Ñuñoa, Santiago, Providencia, Vitacura, Independencia y Las Condes, lo que hizo que cientos de personas salieran en masa a abastecerse, armando largas filas en supermercados y negocios, con el riesgo de contagio que eso implicó.
Un desastre que –según señalaron fuentes del oficialismo– no golpeó directamente al Presidente, ya que la estrategia de tener como foco principal de los errores al ministro Mañalich cumplió con el objetivo de blindar al Mandatario.
Dados los problemas comunicacionales que ha generado el controvertido estilo del titular de la cartera de Salud, desde el lunes pasado se comenzaron a utilizar las vocerías rotativas, para sacar a Mañalich del ojo del huracán. Así, se reforzó la aparición pública de la ministra vocera, Karla Rubilar, de su par de Desarrollo Social, Sebastián Sichel, y de la subsecretari, Katherine Martorell. «Caras más amables y llanas», comentaron en Palacio.
El especialista en comunicación política, Cristián Leporati, afirmó que al Presidente “le causa daño la reputación del ministro Mañalich, que no tiene habilidades sociales ni comunicacionales y golpea el aprecio que uno podría tener de la gestión política de la crisis”. El académico de la UDP destacó que es necesario que el Mandatario “busque una vocería múltiple”, alejada de Mañalich, quien “tienen un temperamento, un talante tan fuerte, que cualquier tipo de vocería él se la come con zapato».
En La Moneda destacaron que, pese a que los “errores han traído cuestionamientos y rechazos de parte de la ciudadanía”, lo importante para el objetivo definido en Palacio es que la mala percepción no se estaría trasladando hacia la figura de Piñera, que –reconocieron– “despierta anticuerpos por sí sola”, aunque al menos no estaría siendo “el principal problema” por ahora.
Siempre Piñera
La intervención del Presidente en la crisis sanitaria se estaría desarrollando en dos niveles distintos. Primero, está actuando como el “articulador logístico interno”, encima de cada decisión y –según dijeron en el oficialismo–, a diferencia de otras veces, ahora “más dispuesto a escuchar”. El otro nivel es el comunicacional, en el que se ha intentado levantar la imagen de Piñera como una figura que está “por sobre los conflictos, cuidando el bien común”, una figura “más paternal, entregando respuestas y soluciones”.
Una estrategia que, afirmaron, no busca salvar su figura como político ni resucitar los efectos positivos que obtuvo del caso de los 33 mineros en su primer Gobierno, ya que existe conciencia de las dimensiones de la crisis y que “ninguna autoridad, ningún Presidente» sale parado de una pandemia de estas características.
Pero más allá de toda estrategia palaciega, siempre hay algo que le falla a Piñera. Anoche dio una entrevista a CNN y Chilevisión, en la que no solo reiteró varias veces que su Gobierno se ha preparado por meses para enfrentar el coronavirus, sino que además afirmó que «no estoy para ser popular, sino para hacer lo mejor por mis compratiotas». Una frase 100% republicana, si no fuera porque en otros pasajes dijo que el arriendo de Espacio Riesco vale «menos de lo que cuesta un parlamentario al mes», que «hay alcaldes que se quejan por todo, no voy a nombrar a ninguno, porque quiero unidad» y que «veo a muchos que de la noche a la mañana se transformaron en expertos en coronavirus».
Al Presidente se le ha podido ver apareciendo en casi todos los anuncios de la primera semana, como cuando se convocó a la cuarentena voluntaria y se suspendieron las clases. También, en los anuncios legislativos y hasta grabó una especie de reunión a distancia, emulando el teletrabajo, donde se le vio sentado en su escritorio, con varios montones de papeles, pidiendo a sus ministros y dos teletrabajadores que aplaudieran el término de la reunión, sin obtener respuesta.
También fue él quien anunció la suspensión de las clases, puntualizando que era una política solo para los colegios públicos, aunque se había acordado con los alcaldes y el ministro de Educación, Raúl Figueroa, que sería para todo el sistema educacional. No por nada, Figueroa debió salir horas más tarde a corregir las palabras del Jefe de Estado.
Durante el fin de semana del 21 de marzo varios líderes mundiales hicieron videos para anunciar medidas y dar un mensaje de esperanza a sus pueblos. El presidente español, Pedro Sánchez, pidió unidad y advirtió sobre una “ola más dura” de coronavirus, mientras que el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, anunció una importante inyección de recursos al seguro de cesantía, además de la suspensión de pagos en servicios básicos. La líder de Alemania, Angela Merkel, también dio un potente discurso esos días y fue justo el modelo que se «copió» en La Moneda.
Así, después que el ministro Mañalich anunció durante el día la aplicación del toque de queda nacional desde esa noche y todos los días entre las 10 de la noche y las 5 de la mañana, se informó que esa noche habría una cadena presidencial, lo que generó expectativas de nuevas medidas, como cordones sanitarios para las comunas con más casos de COVID-19 o definiciones de corte económico. Pero no hubo nada de eso.
En la cadena de esa noche, Piñera dio un discurso en el que básicamente quiso mostrar un tono más humano y cercano, mandó un mensaje de unidad a las familias y agradeció a los trabajadores y trabajadoras. Cercanos al Mandatario dijeron que la idea era que diera una señal de autoridad, de confianza a la nación, “es el pater familias hablando en medio de la crisis”, lo que explicaría la puesta en escena que tuvo con la fotografía en primer plano en el escritorio de la primera dama, Cecilia Morel.
Pero lo que quedó del contenido de la cadena, tal como se vio plasmado en las redes sociales y críticas de analistas durante la semana, fue la burda copia, casi textual, de muchos párrafos del discurso de Merkel. El problema, explicaron en el seno del piñerismo, es que efectivamente se usó buena parte del mensaje de la jerarca alemana, aunque se omitió el punto medular –que era lo que les daba sentido a todas sus palabras– sobre la real magnitud del contagio que afectaría a los alemanes. Por eso, agregó la fuente, la cadena de Piñera se sintió vacía y sin sentido.
Quienes conocen la estrategia comunicacional sobre el Presidente, afirmaron que este está enfocado en dar mensajes de claridad a los grupos de riesgo y que su reiterada presencia responde a querer dar seguridad y “mostrar que trabaja para frenar la crisis”. Pero eso choca con puestas en escenas, como su discurso cuando firmó la promulgación del nuevo calendario electoral que dejó el plebiscito para el 25 de octubre, que tenía de fondo una musicalización casi fatalista mientras se refería a la crisis sanitaria que enfrenta el país.
Leporati explicó que “a diferencia de España y Alemania, países donde la ciudadanía es más bien independiente, como han pasado por guerras mundiales, cuando hay una crisis todos se ponen bajo un alero político de un líder, ellos no necesitan un pater familias, un alemán sabe lo que debe hacer, por ejemplo, en Suecia no tienen reglas de cuarentena, porque el pueblo sueco es autónomo, educado y hace caso. En Chile es relevante lo que hace el Presidente, porque Chile necesita un liderazgo duro, omnipresente, casi monárquico”.