Por Carlos Aguilar
Resulta muy curioso el revuelo que ha tomado, estos últimos días, la violencia en los estadios de nuestro país. En Viña del Mar no se pudo ni siquiera dar por iniciado el partido de fútbol entre las escuadras emblemáticas de la costa de la Quinta Región, mientras que el pasado jueves en la ciudad de Talca no se pudo dar continuidad al segundo tiempo del partido entre la U de Chile y Rangers por enfrentamientos entre las hinchadas y con carabineros, e incluso con los propios jugadores que intentaron llamar a la calma para poder reanudar el encuentro deportivo.
El verdadero cáncer es el modelo de sociedad que se ha ido construyendo en las últimas décadas, cada vez más egoísta y que está dispuesta a llegar incluso a las últimas consecuencias por defender lo suyo, en desmedro de lo que debería ser la comunidad
Cómo fanático del club de la Universidad de Chile y del deporte en general, me llamaba la atención lo básico de los argumentos del comentarista del partido (Mario Mauriziano) que hacía un llamado para que la fuerza policial vuelva a los recintos deportivos e inclusive que se juegue sin público de visita (la cual es una buena forma de marketing para el CDF), para reprimir justamente la “violencia” que se vive en los estadios de nuestro país.
Claramente ha sido un fracaso absoluto las distintas políticas públicas dirigidas a enfrentar la “violencia en los estadios” con el objetivo de frenarla, siendo un caso emblemático en este sentido, el plan Estadio Seguro. Los distintos gobiernos (Concertación, Alianza y Nueva Mayoría) no han querido entender que esto no pasa por los bombos; ni subiendo el precio de las entradas (lo que excluye a la población a partir de su capacidad adquisitiva, lo cual tuvo su máxima demostración en la pasada Copa América, donde incluso si uno quería alimentarse había que desembolsar al menos 6 mil pesos por una simple hamburguesa); ni con cambio de leyes a última hora (antes de la Copa América 2015); ni pidiendo la salida del jefe del nefasto plan Estadio Seguro (que si fuera por la UDI-RN tendrían al ejército completo a cargo de la seguridad de los estadios) y tampoco cargándole toda la culpa a los clubes, entendiendo que hay muchos que con suerte pueden mantener un nuevo estadio que se les “regaló” y que, incluso cumpliendo todas las exigencias, son sobrepasados.
Los periodistas, o mejor dicho medios de comunicación (especialmente los tradicionales, no seamos ilusos, estos siempre han querido mantenernos amaestrados), por su parte, no han querido abordar de manera más integral este problema, que consiste en que nuestra sociedad es en sí violenta y lo seguirá siendo, si seguimos segregando cada vez más a nuestro país.
Pero si queremos realmente solucionar esto, hay que enfrentar a la enfermedad y no los síntomas. Es por ello que hay que entender que los síntomas son los que han aparecido en los medios de comunicación, pero el verdadero cáncer es el modelo de sociedad que se ha ido construyendo en las últimas décadas, cada vez más egoísta y que está dispuesta a llegar incluso a las últimas consecuencias por defender lo suyo, en desmedro de lo que debería ser la comunidad. El deporte no es violento en sí, sino que este nos desnuda y saca a relucir incluso lo peor de nosotros como sociedad.
El Presidente de la ANFP hizo un llamado a todos los actores involucrados en este tema a que trabajen en conjunto. Aquí parten nuevamente las incoherencias por parte de las autoridades, ya que excluye a la misma hinchada de estos procesos. Si nosotros queremos de una vez por todas dar solución a los problemas públicos que aquejan a nuestro país, tenemos que sentarnos a conversar tantos quienes causan los problemas; con quienes se ven afectados por estos y con quienes están también dispuestos a mejorarlo. Hoy simplemente las autoridades buscan generar un plan, que signifique el retorno de la fuerza pública a los complejos deportivos y que sigamos siendo unos animales amaestrados que no vemos los problemas que pasan por nuestras narices.
Finalmente quisiera hablar de lo que serían los hinchas, o como usted desee llamarles. Las imágenes mostraban que todo el problema del pasado jueves entre el conjunto azul y talquino fue por el robo de un lienzo. Quienes hemos vivido desde adentro este mundo de las hinchadas, entendemos que ésta es incluso una de las mayores humillaciones que puede vivir una barra, ante lo cual se actuará de manera violenta para finalmente recuperar la honorabilidad perdida, en la demostración de lo que se entiende por aguante, expresión que se constituye cuando ”los actores otorgan sentidos sociales a la práctica violenta, ésta puede ser entendida como una expresión en la disputa violenta de sentidos culturales con los sectores hegemónicos. No es posible afirmar taxativamente que la elección de la práctica violenta sea un acto de disputa de resistencia contra-hegemónica a priori, pero sí que es un acto de disputa entre sectores sociales, disputa en torno a los significados del cuerpo, la violencia, el género, la producción de sentidos y las representaciones” (Améstica,2011).
Claramente la solución no pasa por prohibir los lienzos, sino por comprender en primera instancia el comportamiento social de las personas y su relación en contexto, en este caso de multitudes, ya que incluso en los colegios vemos como diariamente pueden haber peleas por un lápiz, una goma o un dulce y claramente estos tres objetos no son los causantes.
Pero ¿cómo avanzamos? Hay que entender que hay que mejorar la educación de nuestro país, y así avanzar en la reducción de las desigualdades e inequidades que se presentan día a día, ya que si tuviésemos una educación que fuera para todos y todas y no a la orden del mercado (el cual nos quita incluso el rol social que posee el deporte) como la quiere mantener hoy el actual gobierno, alegando la típica excusa de crecimiento, estaríamos camino a ser una sociedad que se entiende en mejores términos. Pero no, hay quienes le gusta esto tal como está y defenderán el modelo económico social que tenemos hasta su muerte. Al final del día, este tipo de hechos sólo ayudan a los grandes capitales del fútbol que, curiosamente, son los mismos dueños de los medios de comunicación y, por qué no decirlo, los mismos que financian campañas políticas para que sus empresas e intereses se vean favorecidas.
Recomiendo leer: La gente que nunca falla: construcción de un nosotros en el hincha viajero regional de un club de fútbol chileno. Camilo Améstica, 2011.
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