Los desafíos del movimiento social para 2017

A comienzos del año pasado el gobierno en complicidad con la industria de AFP y los medios corporativos comenzaron a instalar la idea de una reforma previsional. Que la edad de jubilación es muy baja, que hay que aumentar el tiempo de trabajo de las mujeres o que la expectativas de vida se ampliaron fue el argumento repetido en función de convencer a las multitudes para que aceptaran la nueva embestida para salvar al modelo de cotización individual en crisis. Si hasta inventaron una ‘comisión de expertos’ presidida por el cuestionado economista David Bravo.

Pero algo inesperado les salió al camino.

A mediados de mayo en Concepción una anciana de 82 años se encadenó en las oficinas de una AFP protestando por su miserable jubilación. Dos meses después, pese a la invisibilización total de la prensa unas cien mil personas en Santiago y otros cientos de miles en regiones protagonizaron la primera marcha contra las AFP. La demanda no es por una AFP estatal ni porque el gobierno subsidie a las aseguradoras privadas para subir así el monto de las pensiones: La demanda es el fin del sistema de AFP.

El impuesto mensual que pagan los chilenos para financiar a los grandes grupos económicos

El despertar inesperado del movimiento No más AFP descolocó a la burocracia política, a la industria de las pensiones y a los medios masivos. A los pocos días el discurso del tienes que ahorrar más para asegurarte una buena pensión, se transformó en matemática simple: Cada mes los trabajadores chilenos entregan 500 mil millones de pesos a las AFP y estas pagan en pensiones 200 mil millones. En su mayoría, según cálculos de la Fundación Sol y el Centro de Estudios Cenda, en su mayoría las pensiones no superan los 200 mil pesos. Las administradoras se echan así al bolsillo cada mes 300 mil millones de pesos que invierten en las empresas de los grandes grupos económicos.

Es decir, el sistema previsional chileno en vez de tener como función asegurar una vejez digna a quienes han trabajado a lo largo de su vida, está hecho para financiar a los grandes grupos económicos.

La protesta desconcertó al establishment, sobre todo cuando se enfrentaron a que las marchas ya no eran protagonizadas por las nuevas generaciones, como había sido la tónica de las movilizaciones sociales hasta ahora. Eran cientos de miles de abuelos y trabajadores que salieron a la calle. Era la generación que en décadas no había protestado, efecto de la doctrina del shock de la dictadura militar y los meandros de las políticas concertacionistas.

Los viejos salieron a la calle. Perdieron el miedo. El miedo que paralizó y disciplinó por décadas a dichas personas – primero miedo a los militares y después a perder el trabajo y no pagar las deudas – se esfumó el año 2016.

Si el anterior ciclo de protestas fue protagonizado por los estudiantes (2006 y 2011), esta vez sus padres y abuelos se sumaron. Ambas demandas tienen de fondo al modelo neoliberal chileno, piedra de tope tanto del bienestar de la población (pensiones que permitan vivir dignamente, educación gratuita e igualitaria, salud pública de calidad), como del desarrollo de Chile.

El país exitoso que nos pintaron en las últimas décadas cuyos empresarios llegaban a la cima del Everest, asumía si verdadera condición de una clase patricia enriquecida con el saqueo de los recursos naturales y el negocio del retail que se ha enriquecido endeudando a los chilenos.

Los chilenos asumen ya con cada vez más certeza que el centro de sus problemas es el modelo económico instaurado por Pinochet y perfeccionado por los gobiernos de la post dictadura.

LA PUDRICIÓN POLÍTICA

Al mismo tiempo que se sumaban voluntades en las calles, la burocracia política se hundía más en el descrédito. En los últimos años se ha revelado como el grupo Penta financiaba a la UDI, la industria pesquera les mandó la Ley de Pesca por correo electrónico a los parlamentarios y que el ex yerno de Pinochet financiaba a toda la clase política, desde Marco Enríquez Ominami a la derecha.

A la par la jugada del Partido Comunista de integrar la Concertación para provocar cambios desde dentro, sumando mayorías institucionales, ha demostrado en los últimos años su ingenuidad. La Reforma Educativa persiste en mantener el sistema de educación segregada socialmente y financiada por el Estado para asegurar el negocio de los grupos económicos educativos; los tecnócratas de la Nueva Mayoría no son capaces de ver más allá de un Estado subsidiario y ajustan todos los mecanismos para que el modelo siga funcionando; y ya nadie se acuerda de la reforma tributaria pergeñada en la cocinas de Andrés Zaldívasy que no entregó más recursos al presupuesto nacional.

Dicho cuadro político de descomposición hasta ahora ha tenido su correlato en la indiferencia ciudadana a la hora de elegir sus representantes. Recordemos que Bachelet fue electa con apenas un 41% de participación electoral.

La izquierda chilena en este contexto no ha sido capaz de ofrecer alternativas de unidad para hacer frente al duopolio político. En las municipales celebradas en 2016 corrió en cuatro listas separadas.

LA NECESIDAD DE JUNTAR FUERZAS

Para el año que se inicia la agenda está abierta para ser llenada por el movimiento social. Por un lado el movimiento No Más AFP, articulado por sindicatos, y las alianzas en los últimos años de trabajadores y estudiantes han demostrado que una prioridad es crecer en la base social. En los sindicatos, en los barrios y en los colegios y universidades se define el control del territorio, la gestión de los recursos y el modo de vivir que queremos.

En un nivel político, tras el triunfo de Jorge Sharp en la alcaldía de Valparaíso, quien corrió por fuera del binominalismo político Nueva Mayoría-Chile Vamos, demostró por fin que la unidad es la condición del éxito para las futuras elecciones. Así concuerdan doce colectividades que a mediados de diciembre se juntaron para presentar una plantilla única parlamentaria y un abanderado presidencial para las próximas elecciones.

En la jugada están Revolución Democrática, el Partido Humanista, el Movimiento Autonomista, la Izquierda Libertaria (FEL), la Izquierda Autónoma, Nueva Democracia, Convergencia de Izquierdas, los partidos Poder, Igualdad, Ecologista Verde, Amplio Social de Izquierda (PAIS) y hasta el Partido Liberal.

La idea es formar un Frente Ciudadano que produzca un programa de gobierno de transformaciones profundas y una Asamblea Constituyente.

PODEROSOS ENEMIGOS

La tarea es grande considerando el grado de control de la economía que tiene el gran empresariado chileno y sus medios corporativos. No en vano en los últimos años se han preocupado de controlar medios de comunicación, como Canal 13 comprado por el grupo Luksic, y armar centros de encuestas con las cuales llenar los imaginarios políticos de los chilenos, como la ‘sacrosanta’ encuesta CEP del grupo Matte o la recientemente formada CADEM de Roberto Iziksm, quien se desempeñó como Jefe de Estudios en la administración de Sebastián Piñera.

La alianza entre medios y encuestadoras para producir agenda y realidad se evidencia cuando la CEP se preocupó de instalar en los dos primeros años del gobierno de Bachelet el rechazo de la ciudadanía a las reformas tributaria y educacional. Hoy se evidencia en que pese a ser el tema que se tomó la agenda este año, aún ninguna encuesta aparece con la sencilla pregunta a las personas si está de acuerdo con las AFP o con un modelo de reparto solidario.

A fines del mes de julio, cuando el tema era el rechazo al sistema de pensiones, Cadem se preocupó en dirigir la agenda publicando una encuesta en la que la pregunta era “si estaban de acuerdo con reformar el sistema de AFP”, la creación de una AFP estatal y sobre la ‘propiedad’ de los ahorros que se acumulan en las cuentas individuales. Ninguna pregunta era si la gente quería el fin de las AFP. Ante la protesta ciudadana, el retroceder táctico para el gran empresariado y sus núcleos de encuesta llega hasta mantener en la ciudadanía la lógica del ahorro individual.

En el territorio del trabajo, ante el aumento de las huelgas y de la conciencia de los trabajadores en organizarse en sindicatos y luchar por repartir mejor la tajada económica al interior de las empresas, la respuesta del gran empresariado ha sido parar en seco las demandas. Así ocurrió con la reciente huelga de Homecenter, invisibilizada escandalosamente por los medios masivos y en la que la patronal no dio su brazo a torcer. Se trata de mantener la señal, al igual que la estrategia desplegada frente a los estudiantes, de que movilizándose no se consigue nada.

También ante el malestar creciente de los chilenos con el modelo neoliberal, la derecha se ha preocupado de instalar en los últimos meses el tema de la migración como problema para los chilenos. Se trata de desviar el foco de atención buscando un chivo expiatorio a las culpas del modelo y concentrarlo en uno de los grupos sociales más precarizados.

Así el campo de batalla, para 2017 se espera el madurar de estas luchas. El movimiento No Más AFP en la segunda quincena de enero ya anunciará su agenda futura. Al mismo tiempo, las colectividades por un cambio avanzan en la conformación de un frente único. Los poderosos de siempre tienen miedo y por ello utilizarán todas sus armas para frenar estas iniciativas. De una ciudadanía activa depende quién ganará el juego.

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