Por Germán Silva/ Director del Centro de Estudios y Análisis de la Comunicación Estratégica (CEACE), Universidad Mayor
Sebastián Piñera tiene, en él mismo, a su peor enemigo. Su exceso de confianza, exitismo sin límites, falta de autocrítica y humor inadecuado es su mayor riesgo. Sin ir más lejos, por más que le pida a su gente que eviten comunicar que están convencidos de que ganarán en primera vuelta, el ex Mandatario lo dice cada vez que tiene un evento público. Es su naturaleza que lo traiciona. Pero aunque todo parece indicar que el triunfo del empresario es algo inevitable, La Moneda jugó dos audaces cartas electorales para estos últimos tres meses de campaña. El cierre de Punta Peuco y el anuncio de la reforma previsional, son dos provocaciones para la derecha.
Definitivamente, Sebastián Piñera es muy malo contando chistes. Bueno, para ser más preciso aún, logra angustiar a su entorno cada vez que debe improvisar. Las anécdotas son muchas, desde el reto que se llevó –en cámara– de parte de Cecilia Morel, al mostrar una y otra vez el “papelito” escrito por los 33 durante una gira por Europa, pasando por sus confusiones históricas, el cambio de palabras –“marepoto”, tusunami” “frazanas”–, los lapsus, sus obsesivos tuits durante la elección estadounidense –imposible no recordar el asombro que le provocó descubrir que Estados Unidos sería gobernado por Donald (Trump) y Mickey (Pence), pese a que en ese país el chiste circulaba meses atrás– o sus curiosas adaptaciones de algunos refranes populares. Por algo, uno de los libros más vendidos durante su gobierno fue precisamente “Piñericosas”.
Pero lo cierto es que la mayoría de sus chistes no han provocado mucha gracia en el último tiempo. Alusiones machistas –como cuando planteó las diferencias entre un político y una “dama”– que han bordeado los límites e incluso herido sensibilidades. Recordemos el numerito que se mandó en una actividad de campaña en Linares, señalando que le habían recomendado el juego aquel en que las mujeres se tiraban al suelo y se hacían las muertas y los hombres se lanzaban encima y se pasaban de vivos. En esos días, el caso Nabila inundaba las pantallas y crónicas de los medios horrorizando a la población. La broma del Sename, mejor ni comentarla, dudo que alguien en Chile quiera reírse de este drama.
Sebastián Piñera tiene, en él mismo, a su peor enemigo. Su exceso de confianza, el exitismo sin límites, la falta de autocrítica y el humor inadecuado, son su mayor riesgo. Sin ir más lejos, por más que le pida a su gente que eviten comunicar que están convencidos de que ganarán en primera vuelta, el ex Mandatario lo dice cada vez que tiene un evento público. Es su naturaleza que lo traiciona.
El debate de las pensiones tendrá a una protagonista activa en Beatriz Sánchez, la más cercana al movimiento No + AFP, pero especialmente será de interés de la gente, no solo para los que hoy están lejos de jubilar, considerando que el proyecto de Piñera tiene medidas al muy largo plazo, versus la iniciativa de Bachelet que intencionalmente busca impactar a los que están hoy a punto de pensionarse o incluso ya los están. Hay que reconocer que el anuncio de Bachelet fue un golpe directo para un Piñera que había jugado la carta de adelantarse al Gobierno con su propuesta, pero con un proyecto mucho más genérico y que, de fondo, evitaba el aporte solidario de unos hacia otros. Dos concepciones del mundo chocando.
Pero aunque todo parece indicar que el triunfo del empresario es algo inevitable, La Moneda jugó dos audaces cartas electorales para estos últimos tres meses de campaña. El cierre de Punta Peuco y el anuncio de la reforma previsional, son dos provocaciones para la derecha. La oposición catalogó estas iniciativas como “ideológicas”, al igual que el máximo presentante de los empresarios, ex ministro de Piñera. Y por supuesto que es así. Son precisamente temas que proyectan visiones opuestas de la historia y la concepción de la sociedad. Ambos logran alinear “ideológicamente” a muchas personas, incluso a quienes hoy se encuentran desafectados de esta administración, pero que aún tienen una historia anclada en la centroizquierda.
El Gobierno lo que ha hecho es tratar de instalar una agenda que puede concentrar una parte importante del debate social y político de aquí a noviembre. De seguro, todos los candidatos tomarán posiciones respecto de estos eventos, opacando otros temas que hasta ahora eran los más presentes: delincuencia, salud, educación, crecimiento. No digo que serán reemplazados, porque lo cierto es que, para al ciudadano común, en ellos están sus focos de preocupación central, pero los medios, las redes y los futuros debates no podrán eludir la situación de los Derechos Humanos y los condenados por esos crímenes, tampoco la posición de privilegio que tienen los pensionados de las FF.AA. en relación con el resto de la población, y menos aún de qué forma se puede nivelar la precaria situación de jubilación que tienen las chilenas y las personas con lagunas previsionales o subempleos.
Respecto de la mal llamada “familia militar” –la verdad es que se trata de los ex uniformados vinculados a violaciones a los DDHH–, Piñera quedó en deuda en su Gobierno. Los escuchó durante la campaña, les prometió incluir sus propuestas, pero, en la práctica, les propinó un gran golpe al cerrar el penal Cordillera y trasladar a esos reclusos a Punta Peuco en 2013. Pero ahora las presiones que tendrá serán más fuertes.
La UDI tiene esta vez un rol protagónico en su candidatura. El compromiso de ese partido con el tema es más afectivo que racional. Y la competencia es dura. José Antonio Kast –un ex UDI que conecta con ese mundo– ya se posicionó entre ellos. No solo lo proclamaron como su abanderado sino que además está liderando el movimiento para impedir el cierre del penal militar.
Piñera se verá obligado a tomar una posición más clara frente a un tema que tendrá su máximo peak alrededor de septiembre –ese mes que tantos recuerdos trae de regreso a la agenda– y que coincidirá con los avances judiciales en el caso de la muerte del ex Presidente Frei y también con los resultados de la comisión ministerial que tiene la misión de hacer en 45 días una propuesta de modificación al sistema de pensiones de las FF.AA. Por algo el ex Mandatario evitó incluir este delicado tema en su propuesta previsional.
Y, por último, el debate de las pensiones tendrá a una protagonista activa en Beatriz Sánchez, la más cercana al movimiento No + AFP, pero especialmente será de interés de la gente, no solo para los que hoy están lejos de jubilar, considerando que el proyecto de Piñera tiene medidas al muy largo plazo, versus la iniciativa de Bachelet que intencionalmente busca impactar a los que están hoy a punto de pensionarse o incluso ya los están. Hay que reconocer que el anuncio de Bachelet fue un golpe directo para un Piñera que había jugado la carta de adelantarse al Gobierno con su propuesta, pero con un proyecto mucho más genérico y que, de fondo, evitaba el aporte solidario de unos hacia otros. Dos concepciones del mundo chocando.
La campaña sumará nuevos ingredientes, ideológicos, por supuesto. La elección de un Presidente(a) es precisamente eso. Piñera estará obligado a equilibrar intereses muy diversos, desde la UDI hasta Ossandón, pero ese esfuerzo no será nada comparado con el tener que contenerse para evitar meter la pata tan seguido. Y eso sí que será difícil para el ex Mandatario.
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