Por Carlos Cano B. /Director Ejecutivo Centro de Estudios del Trabajo-CETRA
La Nueva Mayoría perdió la elección presidencial en forma contundente. Es su responsabilidad como fuerza política. Culpar a otros es temerario y carece de certeza analítica, debido al fuerte incremento de votos del senador Guillier entre primera y segunda vuelta, en que a pesar del cambio de padrón detectado es evidente que los votantes de los demás candidatos presidenciales cercanos nutrieron el resultado final de la Nueva Mayoría. Entonces acusar al Frente Amplio no tiene justificación ni política ni ética. El candidato oficialista debió haber creado las condiciones para un acuerdo electoral sustantivo que pudo haber forzado positivamente la conducta de la nueva coalición y sus adherentes. Era su tarea y no la de otros.
1.Las primera y segunda vuelta deben leerse como dos partes de una misma obra. Si bien es cierto que son dos elecciones distintas y que cada una se gana con sus propios contenidos y despliegues, lo que se expresó en noviembre fue una clara opción por sostener y mejorar reformas y ello se ratificó en diciembre después que el candidato que triunfó alteró su discurso dando garantías de que no se retrocederá en gratuidad de la educación superior y otros beneficios sociales en desarrollo. Guillier no pudo construir una épica y un relato suficientes para ganar. ¿Por qué las chilenas y chilenos deberían optar por un programa deslavado de una coalición con serias carencias de credibilidad, en relación a un Piñera que inicialmente toma la votación de derecha dura pero que luego gira hacia el centro y se apropia de las demandas de eficacia y eficiencia en la gestión del estado para las mismas reformas que estuvieron antes en disputa? Cualquier análisis electoral serio establece que la derecha optimizó la movilización de su sector. En el distrito “dorado”, el 11 (comunas del oriente de Santiago), Piñera obtuvo 200 mil votos adicionales en la segunda vuelta. También se sabe, de los estudios preliminares de la votación en las mesas usando Big Data, que retornaron a votar inscritos en el periodo previo al sufragio voluntario, con toda certeza gente con aversión al riesgo, provenientes incluso de la Concertación. Sin minimizar en absoluto la amplitud del triunfo de la derecha, se debe establecer con claridad lo que realmente ocurrió y su proyección futura.
2.La lectura de la coyuntura permite establecer entonces que una excelente ingeniería electoral completó el cuadro para hacer posible la victoria de la derecha, imponiéndose a un conjunto de errores no forzados de las fuerzas de centro y de izquierda. Mientras Guiller hizo ofertas vacilantes sobre gratuidad o el CAE, Piñera fue armando una propuesta nítida, retrocediendo sin asco en sus planteamientos originales. Cuando el candidato oficialista no mostró certeza en los debates, el líder de la oposición se vio seguro. Guiller no logró encantar a su izquierda ni aseguró el centro. Piñera en cambio exhibió una alianza unitaria desde su extrema derecha, la llamada derecha social, los grupos políticos emergentes liberales, completando el arco de posiciones más amplio que haya exhibido su sector en la historia política chilena. En las campañas mismas; franjas, debates, despliegue territorial antes y durante el proceso electoral se enfrentaron dos comandos asimétricos, el de Piñera unido, con claridad de objetivos y profesional en sus modos y medios. Guillier en cambio tuvo una conducción errática, sin voluntad de poder y amateur en discursos y formas.
3.Una lectura más profunda de este proceso, con énfasis en lo estructural, debería contribuir a resolver las dudas de los líderes sociales y políticos sobre lo que estamos viviendo como país. ¿Este segundo gobierno de la derecha es un signo de cambio mayor en nuestra sociedad o sólo un evento electoral pasajero? Es el mismo dilema permanente de los historiadores; ¿La causa de un incendio es la chispa inicial o la sequedad de un determinado ambiente y los vientos favorables? Es obvio que sin lo segundo no hay incendio, pero tampoco sin la ignición de partida. Los catalizadores son relevantes, entonces los errores y el desgaste de la Nueva Mayoría pavimentó el resultado de la última votación. Pero qué hay en el mar de fondo, en ese iceberg social más estructural. ¿Estamos girando a la izquierda o a la derecha? Pareciera que, en ninguno de los dos sentidos, si consideramos los atributos usuales de estas denominaciones. Podría haber ocurrido que entre noviembre y diciembre se cerró definitivamente la transición y que ahora sí se abrió un nuevo ciclo político, que estaría reflejando un cambio cultural, ideológico y político de grandes proporciones. No entender este Chile y el mundo en que nos insertamos conduce al suicidio.
4.En este contexto nos interesa comprender cuáles son las opciones políticas efectivas de los movimientos sociales, que busquen acumular fuerzas y continuar la lucha por reformas para enfrentar las graves desigualdades existentes y la extrema concentración de la propiedad, como origen y resultado de lo primero. Es obvio que hablamos de un programa posible, es decir un Programa Mínimo, por contraposición a un proyecto político maximalista. Lo evidente es que las fuerzas populares no están en un momento “ofensivo”, sino más bien en franco reflujo respecto del incremento de derechos sociales o de cambios jurídicos que mejoren la pésima reforma laboral. Esto se grava con las expectativas que existen sobre el comportamiento del gobierno de Piñera. Con el viento de cola del mejoramiento de la economía global y del precio de nuestras materias primas más el aprendizaje del periodo anterior y las intenciones personales de trascendencia del futuro mandatario se augura un desempeño que no tendría el mismo rechazo que en 2010-2014. Se agrega la casi certeza de la capacidad de la derecha de construir mayoría en ambas cámaras para impulsar sus leyes. Con estos antecedentes lo inicial y sustantivo es alentar y colaborar en la construcción de un amplio arco de fuerzas políticas con opción por cambios que beneficien a las mayorías. Esta forma intencional de soslayar las expresiones “fuerzas políticas de izquierda” o “fuerzas políticas revolucionarias”, remarca el hecho de que no es visible un proyecto de transformación social que cuente con mayorías. Este desafío está pendiente en Chile, pero también en la mayor parte del mundo. Por de pronto en América Latina asistimos al surgimiento de gobiernos denominados de centroderecha, en concordancia con lo que está pasando en las potencias principales de occidente.
5.Ya se mencionó la evidente responsabilidad de los grupos políticos reformistas, pero a su vez los núcleos sociales activos tienen sus propias tareas. En el mundo sindical se requiere levantar liderazgos plurales y autónomos. La CUT y otras importantes organizaciones sindicales han vivido la preferencia interesada del poder político, aún en Piñera Uno, ligando su suerte al control de partidos políticos. Debe construirse el poder suficiente para romper esa camisa de fuerza y desplegar mayores capacidades de representación que ojalá culminen con la refundación de la Central Única de Trabajadores y el término de su sucedáneo la Central “Unitaria” de Trabajadores. (¿Por qué se habrá aceptado ese nombre por imposición legal? ¿Y si en el año 88 no fue posible rebelarse a esta “obligación” por qué no se recuperó el nombre histórico en los años posteriores?). Esto a nivel de las Centrales Sindicales, para los núcleos sindicales intermedios sus luchas principales serán contener, establecer líneas de defensa de lo conquistado. Para ello la participación en mesas de trabajo con las autoridades y el empresariado constituirán herramientas de alteración, a lo menos, de medidas que pudieran ser peores. Impedir, retrasar y alterar son posiciones de comportamiento estratégico que se resuelven según los equilibrios de poder.
Otras demandas han provocado la existencia de organizaciones y movimientos sociales; la vivienda y la salud cuentan con ciertos anclajes que no adquieren suficiente envergadura y son más acotados y testimoniales. Es probable que se desarrollen en los años que vienen sin amagar sus modelos de acumulación sectoriales. Distinta es la naturaleza del movimiento estudiantil y su plataforma de educación gratuita y de calidad. Veremos cómo quedan las distintas leyes en discusión parlamentaria, pero se ha dicho que no habría retroceso respecto del cuarto de millón de educandos que en Educación Superior han accedido a la gratuidad y que incluso, al menos en formación técnica, se avanzaría en su acceso sin costo. También el próximo gobierno acogería alivianar los pagos del CAE. La duda ahora es si con parte significativa de las banderas de lucha abatidas en esta “corrida de cerco” política y legal, las calles podrían ser ocupadas de nuevo como en 2006 y 2011. Tenemos severas dudas, más aún cuando la sobre ideologización del movimiento estudiantil le restó unidad y fortaleza en la acción, además de un alejamiento de sus bases como lo muestra la abstención en sus propias elecciones.
Hoy no es un actor relevante y para intentar un cierto protagonismo requiere ajustes en sus medios y modos de representación, además de conexión con grupos políticos que operen en el parlamento. El último sector donde se ha vertebrado un agrupamiento social es en las Pensiones. No+AFP está obligado a redefinirse este 2018 y es evidente que su opción de mantener su despliegue en las calles como en 2016 fue ya amagada a lo largo de 2017, debido a lo inorgánico del movimiento, pero principalmente a su inadaptación a los requerimientos de la política. Primero no se reclamó en términos apropiados la victoria que significó el 5% patronal adicional, que hoy parece no será ley en este gobierno. También es cuestionable la posición del movimiento al rechazar la AFP Estatal. Hoy ello es claro. Habría significado un bolsón para acumular recursos según modelo Fonasa. Quienes respaldamos a No+AFP fuimos maximalistas y fortalecimos la verdadera ilusión óptica que constituyeron las marchas multitudinarias de 2016. El tremendo catalizador que implicó la millonaria jubilación de la señora Olate duró menos de seis meses y no fue entendido como tal sino como una inyección que daría vitalidad indefinida al movimiento. Ello no ha sido así y al contrario la vocación de movimiento permitió que se expandieran en su interior discusiones de distinta naturaleza ideológica que muchas veces le inmovilizó. Hoy debe resolverse esa disyuntiva y retornar al punto de inicio, esto es una Coordinadora de organizaciones sindicales y sociales que actúa más bien como grupo de presión (stakeholders) que como movimiento. Ni debiera ampliar su plataforma ni suplantar las funciones de los movimientos sociales como tales.
La comprensión de las mutaciones que hemos descrito deberían obligarnos a concentrar recursos en un permanente testeo de los cambios societales que alteran conocimientos previos, propios o adquiridos de los medios de los grupos dominantes, para desplegar estrategias y maniobras pertinentes.
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