La situación hoy
A seis meses de iniciado el histórico Paro del año pasado, la situación sigue contra los trabajadores. En el Terminal 1 más de 300 eventuales han tenido que sobrevivir compitiendo con los más de 100 rompehuelgas que contrató la empresa (de los cuales este mes despidió a la mitad, una vez que no les sirvieron más), y por momentos sobrevivir apenas con una cantidad de turnos que no alcanza el sueldo mínimo, mientras que la concesionaria del Terminal 2 dio aviso que abandonaba el proyecto el próximo año dejando a 350 portuarios en la incertidumbre.
Pablo Klimpel, nuevo presidente del Sindicato Nº 1, ha reducido toda la lucha a cartas, reuniones, fotos y proyectos a largo plazo. ¿Cómo salir de esto?
Nadie podría decir que los portuarios de Valparaíso no protagonizaron una lucha enorme. La base trabajadora le impuso a todos sus dirigentes una movilización que hizo temblar al Gobierno de Piñera, en demanda de mejoras laborales. Pero la situación ahora es peor, y no hay ninguna paradoja en eso. La decisión de Von Appen de dejar morir de hambre a los 300 eventuales de Ultraport que lucharon en Noviembre y Diciembre sólo pudo darse porque la estrategia que siguió la actual directiva encabezada por Pablo Klimpel fue la del Gobierno: destrabar todo lo antes posible, evitar una escalada en la lucha y sentarse a conversar. Y pasó lo obvio, Von Appen salió a vengarse como lo hizo en Mejillones el 2014, dejando cientos de familias trabajadoras en la calle.
¿Cómo y porqué llegamos a la situación actual?
Las dos respuestas más comunes no son las correctas. La primera, que los Von Appen son unos malditos nazis. Ese dato es cierto, pero no explica todo. La otra respuesta, es que los trabajadores recibieron la plata y ya no quisieron luchar. Esa es la respuesta más errada, y dependiendo de quién la diga, llega a ser hipócrita.
El problema fundamental es de dirección política. De los planes de lucha. De los programas de acción. De la estrategia a seguir. Es decir, el problema fundamental está en los dirigentes. Veamos.
El balance de la actual directiva
En una entrevista el pasado 1º de Mayo el actual presidente del Sindicato Nº 1 de Estibadores, Pablo Klimpel, plantea que lo ocurrido en Valparaíso fue “una explosión que nació de las bases de todos los sindicatos portuarios de Valparaíso, no solo del que represento. […] Lo que entró en crisis fue el modelo sindical existente y los modelos de la cultura sindical”.
Esto es cierto, pero es sólo un aspecto del asunto. Mientras todos los medios de comunicación se dedicaban a remarcar sólo el aspecto de los bonos, lo que había de fondo era una profunda crisis de la antigua directiva corrupta que traicionó la lucha contra las privatizaciones el año 2000 y era servil a los Von Appen, y aún seguía en sus puestos.
Un balance contradictorio
Luego, Klimpel hace un balance contradictorio de la lucha. Por un lado, afirma que “logramos todos los puntos del petitorio”, y renglón seguido plantea que “no me atrevería a hablar de un éxito total”. ¿Por qué esa contradicción?
Al tratar de explicarlo, Klimpel sólo se queda en los síntomas, pero no puede dar el diagnóstico. Los “logros” serían los bonos, la no existencia de listas negras y la mesa de trabajo. El éxito no sería total porque aún hay 22 despedidos y 100 rompehuelgas en el T1.
¿Por qué es necesario explicar el resultado? Porque no se trata de plata más o plata menos, se trata de que debemos ser capaces de identificar claramente cuál es la situación actual de los trabajadores para saber cómo seguir la lucha, y además identificar los puntos que pueden servir de lecciones para nosotros mismos como trabajadores.
Von Appen podía ser derrotado… pero lo salvó Piñera
No es majadero volver a decirlo: todo portuario que luchó estaba seguro que Von Appen iba a ser derrotado. En determinado punto de la lucha, ese era el objetivo. O que tenían que poner la plata, o que se fueran. Los días más álgidos del Paro la discusión entre los más combatientes era en éstos términos “¿y qué va a pasar con el Terminal cuando echemos a los nazis?”
El problema es que los Von Appen, al final de todo, no pusieron ni un peso ni se fueron. La plata de los bonos en el T1 la puso el Estado. Los gerentes del T2, en un inicio felices porque bajaron antes el Paro, tuvieron que reconocer que fueron la única empresa que puso plata. Los Von Appen tampoco se sentaron a negociar en ninguna mesa, y hasta el día de hoy tampoco reconocen a la nueva directiva.
Lo que Klimpel entiende como un logro (que el Estado interviniera) fue en realidad el salvavidas de Piñera a la familia más odiada de Valparaíso. Cuando fracasó la línea represiva del Gobierno (sobre todo con la resistencia al desalojo del Sindicato Nº 1 el día 17 de Diciembre), se decidieron a que todo debía ir por la línea de la mesa de diálogo, prometiendo discutir una nueva legislación, tal como hicieron después del Paro Nacional Portuario del 2013.
Es decir, toda una división de tareas en el Gobierno. Mientras los Ministros de Trabajo (Nicolás Monckeberg) y Transportes (Gloria Hutt) se dedicaban al diálogo, la Gobernadora Regional María de los Ángeles de la Paz enviaba a Carabineros a reventar el sindicato, mientras los portuarios habían sufrido un intento de secuestro, un montaje, golpizas, detenciones y heridos varios. Por supuesto, el Gobierno ponía toda su fuerza en esto último.
En resumen: Los Von Appen no fueron derrotados, y no pusieron ni siquiera la plata de los bonos. Eso es fundamental, porque no se trata de una cuestión legal, jurídica ni de acuerdos logrados, se trata de la relación de fuerzas entre empresa y trabajadores. La empresa de los descendientes alemanes quedó a la ofensiva, contra los trabajadores, y fuera de la crítica pública. Por eso también es falso que ya no hayan listas negras (¿en verdad Pablo Klimpel puede creer que los Von Appen no usan listas negras, siendo una cuestión que todo portuario sabe en este país?).
Desde este punto de vista, las famosas Mesas de Trabajo vinieron a poner la situación más en contra de los trabajadores, porque una vez instaladas la directiva pasó a contener toda lucha. Ya no se podía pelear, sólo dialogar.
Es decir, donde Klimpel ve logros sobre el papel, en la realidad la empresa está al choque contra los trabajadores.
Por eso que tampoco Klimpel es capaz de explicar el estallido de las barricadas a partir de la segunda semana de Paro. Echando mano a frases para la galería dice que “si no protestamos, el conflicto no existe”, pero hay una falsedad detrás de eso. Las barricadas estallaron por dos motivos puntales: los trabajadores del T1 y del T2 tenían petitorios divididos, por lo que cuando el T2 pasó los bonos, los trabajadores del T1 quedaron solos. A su vez, el décimo día de paro la Armada amenazó con desalojar el campamento en el Muelle Prat, a lo que Klimpel respondió llamando a desbloquear los accesos al T1, lo cual marcó el inicio de la entrada masiva de rompehuelgas. Los trabajadores del T1, entendiendo que habían quedado solos y sin poder ejercer ninguna medida de presión a la empresa, se lanzaron a la calle.
La Mesa de Trabajo
Podría causar risa, sino fuese porque mucha gente la ha estado pasando mal. Y es que Klimpel nos dice que “Logramos una mesa de trabajo con el Ministerio de Transporte y del Trabajo, y con todos los actores involucrados, en la que estamos discutiendo una nueva Reforma Laboral Portuaria, que no va a ser la gran reforma que esperamos, pero podemos mover el cerco lo que más se pueda”.
¿Cómo es posible desperdiciar así la enorme energía y combatividad de un sindicato estratégico y poderoso?
Parece chiste, pero no lo es. “No va a ser la gran reforma que esperamos” golpea como un martillazo sobre la mesa vacía de los despedidos. ¿Para qué luchamos, entonces?
Cualquier persona que recuerde el gran Paro Nacional Portuario del 2013 y del 2014 sabe que los principales temas de la precariedad del trabajo eventual y los terminales privatizados se instalaron en esos años, pero después de casi dos años de discusión parlamentaria (período en el cual fueron desmantelados los portuarios de Mejillones y San Antonio) no se modificó un sólo punto que atente contra la eventualidad (por ejemplo, los integrantes de los nuevos Comités Paritarios no tienen en realidad fuero).
Más hacia adelante, para Klimpel, no quedan más opciones. En el T1 “Esperamos poder recomponer las relaciones, y que todos salgamos bien de este paso.[…]. Es algo que beneficia a la empresa y a nosotros”. En el T2 “Tenemos dos escenarios: o se relicita, viene otro inversionista, construye y amplia, o vuelve el modelo multioperador. En esos dos escenarios interesa que todos los compañeros quedemos con trabajo”.
En resumidas cuentas, es volver todo a la normalidad. Eso quiere decir, volver al beneficio de las empresas.
Señales de eso fue la ausencia de los portuarios en la masiva marcha del 8M, la escasa participación en el 1º de Mayo, y que no hayan sido enviado buses de apoyo a la lucha de los portuarios de Ventanas, que habían apoyado decisivamente el Paro en Valparaíso.
Sindicatos, política y marxismo
Pablo Klimpel, en la entrevista, plantea que todo dirigente sindical cumple una función política. También, reconoce en el marxismo “una fuente de análisis”.
Es cierto que todo dirigente sindical cumple una función política. Para Klimpel, los sindicatos aportan a profundizar la democracia, los derechos cívicos y a la construcción de país.
Ahora bien, el marxismo siempre planteó que no solamente se dedicaba a analizar la realidad, sino que su tarea fundamental era transformarla y no simplemente estar “presente en los espacios de toma de decisiones” sino construir organizaciones de la clase trabajadora independientes de las instituciones del Estado y de los empresarios.
Por otro lado, el marxismo también siempre ha sido claro en una cuestión: los sindicatos son la organización más básica que pueden darse los trabajadores y es un derecho democrático elemental, pero el sindicalismo es una “política burguesa” (es decir, de los empresarios). ¿Por qué el marxismo planteó eso? Por la sencilla razón de que el sindicalismo se autoimpone como misión estar constantemente exigiéndole a los empresarios, pidiéndoles. La clase trabajadora, en cambio, al ser la que maneja con sus manos el proceso productivo mismo es la clase que tiene la misión histórica de derrotar a los empresarios de una vez por todas, comenzando por arrebatarles sus empresas.
Esta no es una discusión de hace doscientos años. Es una cuestión que reflota cada vez que hay una huelga: ¿quién manda en la empresa? ¿Quién produce? ¿Quién se lleva la plata por no hacer nada? En Valparaíso, los portuarios, entre barricada y barricada, fueron más allá de los bonos y comenzaron a preguntarse qué hacer con el Terminal una vez que los Von Appen se fueran.
Tampoco es una discusión teórica. La plata que se echan los Von Appen al bolsillo en un solo día de trabajo puede servir para construir 2 Cesfam, comprar 70 camiones recolectores de basura u otorgarle gratuidad a 3.000 estudiantes. Por eso es que la organización de trabajadores PTR ha venido planteando la estatización del puerto bajo gestión de sus trabajadores, y no volver a licitar o pedir sólo más impuestos.
La directiva y la censura a la izquierda
Klimpel asegura que siempre ha “intentado hacer valer lo que piensan las bases. […] Yo creo que es importante escuchar a la gente”.
Esto no es cierto.
Tal vez sea porque es el único dirigente que no participó en ninguna batalla ni estaba presente en las discusiones de la base. O por algo más preocupante aún, que es impedir la libre discusión política.
Desde un inicio prácticamente todas las organizaciones de izquierda fueron apartadas de la lucha por Klimpel, impidiendo el debate de ideas y que los portuarios decidieran por su propia cabeza cuál era la política correcta. Como vimos, por el contrario, la política de Klimpel era la misma que el Gobierno: destrabar todo y negociar. El resultado final fue que la política que imperó fue… la del Gobierno derechista de Piñera, que coincidió en ese punto con la del alcalde Jorge Sharp, que también quería diálogo a toda costa.
Así, eliminando cualquier crítica por izquierda, y con la mitad del sector luchador despedido y sin turnos, el peso político se inclina a derecha: hacia el antiguo dirigente Roberto Rojas y sus intentos de reconstruir una base de apoyo con lo que más sabe hacer, cobrando favores (volviendo a ganar adeptos devolviendo la pega). Esto explica que se haya constituido un nuevo Sindicato Unificado de Portuarios Eventuales, que no es más que un miserable comodín entre las cartas de los Von Appen.
Por ejemplo, ¿quién impulsa la idea de que las empresas portuarias dejen un impuesto en la ciudad? Pablo Klimpel y Jorge Sharp. ¿Cuál es el problema de eso? Que no toca el problema de fondo, las privatizaciones de los frentes de atraque. Es decir, bajo la frase “repartición de las riquezas” se esconde una peligrosa trampa: Von Appen podría seguir siendo el concesionario. O Luksic, o Matte, o Urenda. En lucha, esto es decisivo, porque es la consecuencia de una decisión: ¿los vamos a echar, sí o no? Klimpel decidió, junto al Gobierno, que era mejor poner la plata pronto y dejar a los Von Appen tranquilos.
Por otro lado, Klimpel dice que es muy importante el “feminismo de tendencia socialista”. Lo cierto es que cuando la agrupación feminista de tendencia socialista Pan y Rosas envió una Carta Abierta al sindicato para ser leída en Asamblea, previo a la enorme marcha del 8 de Marzo, Klimpel se negó a leerla y los trabajadores nunca pudieron conocer su contenido. No pudieron participar de esa histórica jornada, siendo que las mujeres eventuales son de las más precarizadas en el actual sistema laboral chileno, sin derecho a pre y post natal, ni vacaciones, ni antigüedad, ni salas cuna.
De la misma manera, el grupo de trabajadores con el que Klimpel se había lanzado a las elecciones del 2016 (en las cuales integró como Director), los cuales fueron todos despedidos de la empresa antes del Paro pero que participaron activamente de éste, tampoco fueron reintegrados al trabajo. La empresa dice que tienen que estar sindicalizados (ya Rojas los había expulsado antes). Klimpel, a su vez, dice que para reintegrarse al Sindicato deben tener trabajo primero. O sea, se cubren las espaldas.
Aún peor, la crítica de Klimpel hacia ese grupo es que “no fueron leales”. ¿Qué quiere decir con eso? Que ese grupo de trabajadores le ha realizado críticas. Y aún más peor, la lealtad se debería a que Klimpel, según sus palabras, les devolvió la pega cuando la empresa los había castigado años antes.
En otras palabras: las empresas, que se dedican a echar a los trabajadores más luchadores, ha tenido que reincorporarlos varias veces bajo la presión de la lucha (paros parciales, asambleas en el lugar de trabajo). Para Klimpel, con esa reincorporación tales trabajadores le deben lealtad.
Eso es exactamente el fundamento del actuar mafioso de la antigua directiva de Rojas: cobrar favores. Esperar a que los trabajadores cometan el más mínimo error, interceder por ellos ante la empresa, y luego cobrar lealtad. La única diferencia es que Rojas tenía un grupo de choque y cercanía con los Von Appen, mientras que Klimpel no los tiene.
Por supuesto, eso no quiere decir que los trabajadores le tengan confianza, como asegura (“porque soy joven”). Al contrario, cada vez más trabajadores están descontentos porque en el Sindicato Nº1 no pasa nada y se parece cada día más al anterior régimen de Rojas.
En un ejemplo que es completamente contrario, cuando los trabajadores de la empresa de fabricación de cerámicas Zanón, en Neuquén (Argentina) se tomaron la fábrica y comenzaron a producir sin patrones, aplicaron medidas tales como repartir las horas de trabajo, con lo que decenas de cesantes pudieron entrar a trabajar, y entre ellos entró gran parte de la izquierda. Los dirigentes del proceso, militantes del PTS de argentina, no solamente no impidieron su ingreso sino que lo promovieron, para que todas las corrientes que defendieran a los trabajadores pudieran exponer sus puntos de vista y la base pudiera pensar con su propia cabeza y tomar sus propias decisiones, elevando así lo que Klimpel dice que no hay en este país, una “maduración del movimiento social”. De manera completamente contraria a sus hechos, en el discurso Klimpel plantea que “necesitamos organizarnos, promover la discusión, la cultura, el debate, la educación, poner el tema, y también hacer la pega bien como sindicatos, luchar por los intereses de las bases. No caer en la burocracia es una responsabilidad que tenemos”.
Cobrar favores y censurar a la izquierda es la vía directa para caer en la burocracia, Pablo Klimpel. Si, además, el sindicato está desmovilizado y no haciendo nada porque la dirigencia está enteramente volcada a reuniones que no van a ver frutos en muchos meses más (o tal vez años, como pasó con la Ley Corta), entonces tenemos un sindicato que se parece cada día más al que dirigía Rojas Montoya
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