EL CISMA 18 DE OCTUBRE : LA CODICIA Y LA SOBERBIA

Por María Fernanda Villegas A., Directora Programas CETRA

El año 2016 escribimos una columna referida a que estábamos en las fronteras de la cohesión social[i] y señalábamos a la codicia como la causa de esa caída al  despeñadero al que íbamos como país. Tres años más tarde-  lamentablemente – comprobamos que no logramos enmendar rumbo.

El estallido del 18 de octubre, gatillado por la evasión masiva  de los estudiantes en el Metro,  lograron producir una tormenta perfecta para cuestionar las bases de un neoliberalismo recalcitrante, asentado en Chile a partir de las 7 modernizaciones introducidas en dictadura e institucionalizadas en la ilegitima constitución de 1980. Luego este paquete de reformas se sistematizaría como modelo exportable para países subdesarrollados por el denominado “consenso de Washington”. Sistema  administrado, ablandado, ajustado o humanizado  (de modo claramente insuficiente) desde 1990 en democracia.

El resultado, un país escindido, roto: Los dos Chile, el de los privilegios representados en ese 0,1% de los súper ricos (140 millonarios que concentran el 20% de la riqueza privada y patrimonios superiores a 100 millones de dólares), el 0,9 % sus agentes (23.702 personas con patrimonios entre 1 y 100 millones de dólares)[ii]  y  el  otro, el de los que sobran (canten o no el tema símbolo de Los Prisioneros), que constituye la abrumadora mayoría.

Los primeros, usufructuando de su poderío económico se permiten comprar intermediarios políticos y servidumbres del más amplios espectro dando lugar una casta, un ejército civil, una elite que cuida y administra el feudo con celo y que a cambio trepa a la cota mil o se le otorgan cuotas de prebendas. La tarea confiada es mantener el estatus quo. Lo fundamental es ganar sin riesgo y Chile les ofrece aquello. No es casual que la mitad de su riqueza se invierta en seguros de vida y fondos de pensiones.

Así,  el cambio de siglo encontró a un Estado derrotando la pobreza en su dimensión más recurrida y reconocida, la pobreza de ingresos, creando capas medias llenas de expectativas, deudas y más vulnerabilidades. Un 80% de la población mirando al jaguar de Latinoamérica de lejos e incubando una brecha de desigualdades y una perdida del animus societatis,  que este 2019 pasaría la cuenta.

Del orgullo de llegar a tener más  un millón de chilenos, muchos primera generación – estudiando en universidades pasamos a la perplejidad del drama de los endeudados CAE, de la falta de empleo, pasamos las mentirosas cifras de desempleo controlado por la subcontratación, el autoempleo y empleo precario que generan las aplicaciones. La pirámide de población cambio. Hoy  hay menos niños y mucho más porcentaje de personas de la tercera edad empobrecidas por un sistema de pensiones con una tasa de reemplazo que bordea el 38% y que no tiene visos de seguridad social. Las redes sociales invadieron y reemplazaron las formas tradicionales de comunicación y relacionamiento social donde los “milenium” y más propiamente  la generación Z nadan a sus anchas en dichas aguas. De la involuta sociedad chilena lejos de la corrupción y el tráfico de influencia que mostraban los indicadores internacionales pasamos al profundo descredito en las instituciones políticas,  del Estado y de los privados.

Extrañas las vueltas de la vida, cuando se señaló que los jóvenes no se interesaban por nada, demostraron su preocupación, mientras el discurso sobre el individualismo militante se hacía un mantra repetido, estas y estos jóvenes exhiben signos de solidaridad intergeneracional que suponíamos enterrada, al decir “peleo por mis abuelos y mis padres”, cuando se señaló que los $30 (pesos) de incremento no afectaba a los estudiantes.

A más de un mes de movilizaciones sociales la brújula se movió, un acuerdo político que traza un camino hacia una nueva constitución  y una  magra agenda social que intenta apaciguar los ánimos – sin mucho éxito hasta ahora. Todo pareciera resultar insuficiente.

La desigualdad ya ha sido repetidamente retratada. Sabemos que es territorial y espacial, reconocemos que es económica,  social, política y cultural  o sea  tiene expresiones en todo y  en su nombre ha  condenado a una mayoría  a funcionar y vivir para trabajar,  sin que el trabajo represente ningún tipo de estímulo  relevante, de movilidad o seguridad.

Pero, volvamos atrás, nos interesa retratar de mejor modo al grupo elegido para hacer funcionar este sistema. Se trata de un grupo endógeno, retroalimentan  su influencia y sus redes a través de un cuerpo de instituciones integradas por un selecto grupo de colegios, universidades, clubes, barrios y servicios destinados para sí mismos. Se reconocen con sus pares en centros comerciales,  café  y espacios recreacionales  de carácter exclusivo, por lo mismo notan rápidamente cuando alguien no pertenece a su clan. Son los que no admiten que alguien entre en su propiedad para llegar a la rivera del rio o de la playa, los que se permiten  maltratar a una  trabajadora de casa particular, los mismos que espetan a manifestantes en el portal la Dehesa que se vayan a sus poblaciones, que no ocupen sus espacios.  Este es el perfil de la casta de servidores del capital, pero el gerente  de la banca, que iracundo junto a otros roteó a viva voz a otros ciudadanos, no lo sabe, no lo reconoce…cree que manda, cree que decide. También hay  operadores de esta naturaleza en la política, en la cultura… Ellos hablan por los que deciden, los rozan pero no los tocan. A este cuerpo de servidores los une el menosprecio, la soberbia y la filargía, ese amor desmedido por el poder, que los mantiene rotando en posiciones similares en el tiempo, pasando a veces de lo público a lo privado y viceversa,  sin distinguir la diferencia.

Entonces en este cuadro de transformaciones, no se puede recurrir con la vieja respuesta  del acuerdo político, de la tramitación en el congreso… como el 2006 o el 2011.La problemática es la misma: la desigualdad, pero los actores  y los tiempos cambiaron. No hay instituciones validadas, no tenemos interlocutores o intérpretes de los deseos de esas mayorías, las vocerías  se hacen  difusas y las resoluciones parecen escapar al Estado – como lo concebimos hasta ahora.

Hablamos de grupos diversos de inconformistas, rodeados e inmersos en trabas y violencia sistémica. Se ubican fuera de las ataduras que representó el miedo para las generaciones anteriores, con poca o nada valoración por  los símbolos tradicionales y abrazando tendencias e iconos múltiples de este tiempo. Se trata de mujeres empoderadas que cuestionan la raíz patriarcal de la sociedad y no sólo sus efectos. Se trata de jóvenes que no ven la educación como el centro gravitacional de sus vidas y trabajadores agotados y agobiados que hasta han visto en estos días una suerte de escape al ritmo cansino de sus existencias. Es cierto, hay gente asustada, emocionalmente desgastada, que se perciben abandonadas en territorios de nadie. Es cierto que la violencia sobre las cosas ha dañado patrimonio público y privado, que las expresiones de vandalismo extra sistema y cultura narco también se han dado cita en este terremoto social… pero eso es también parte del país roto, es lo que somos y hemos construido.

Ahora sin llorar, hay que hacer lo correcto para la mayoría y con sentido de absoluta emergencia. La codicia y la soberbia de unos pocos no pueden seguir dominando y determinando a un país. Chile despertó y demanda la restitución de la soberanía a su  dueño, el poder constituyente le pertenece al pueblo y este pueblo demanda al mismo tiempo soluciones sociales dignas en materia de pensiones, salud e ingresos.

Como todos sabemos que todo ello tiene un precio y no puede, ni debe  salir del bolsillo de los mismos que están en las calles – como se ha pretendido, hay que dotar al Estado de capacidades fiscales para hacer las trasformaciones y las profundas reformas que se necesitan. Solo un nuevo pacto fiscal redistributivo traerá paz con sentido de justicia real y duradera.

 

 

 

[i]  Las fronteras de la cohesión social; donde acaba la ambición sana y se inicia la codicia. Articulo publicado en  www.elmostrador.cl 12.04.2016  y www.eldesconcierto.cl 08. 04.2016

[ii]  Boston Consulting Group (BCG)