Por Germán Silva, Director del Centro de Estudios y Análisis de la Comunicación Estratégica (CEACE), Universidad Mayor
En el boxeo –ese deporte casi en extinción– hay una regla de oro: cuando el rival está en la lona y se vuelve a levantar, mareado, con la vista perdida y el rival no es capaz de propinar un nocaut, significa que no tiene la fuerza necesaria para ganar la pelea. Esta analogía calza bastante bien para reflejar lo que fue la oposición durante el convulsionado 2019. Confundidos, pelados entre todos, unidos en algunas cosas, pero divididos a la hora de los grandes momentos y, como siempre, buscando salidas a través de un recurso que ya parece muy poco creativo: acusación constitucional tras otra.
Pero lo peor de todo ha sido la falta de renovación de los liderazgos. Les guste o no, la derecha en eso algo ha avanzado. Han emergido ministros jóvenes, nuevos rostros como Jaime Bellolio, Hernán Larraín Matte e, incluso, José Antonio Kast puede considerarse un personaje que rompió con la vieja guardia de la UDI. En la vereda contraria, la siesta ha sido larga. Tan penoso es el panorama, que Ricardo Lagos Escobar ha vuelto a las pistas dando tibias opiniones cada cierto rato y, desde antes del 18 de octubre, un importante grupo pedía a gritos que Michelle Bachelet se animara a ir por un tercer período.
¿Cómo no va a ser posible potenciar personas jóvenes, nuevas, sintonizadas con los tiempos? Estando nuevamente fuera del Gobierno, es el momento de esta tarea, si no, cuándo.
Este año la oposición tiene una prueba de fuego que, si no logra sortearla, terminará observando en 2021 cómo el rival se levanta de la lona y logra ganar la batalla e instalar, nuevamente, a uno de los suyos en La Moneda, algo que por el momento se ve difícil.
Joaquín Lavín se desplomó en las encuestas por “fondearse” durante la crisis. Manuel José Ossandón sigue sin crecer, pero en cualquier momento se dispara, considerando el liderazgo que está teniendo desde octubre. Además, hay que considerar que la derecha irá divida con un candidato fuerte como outsider. La reciente encuesta Criteria mostró una alta dispersión y bajo nivel de apoyo entre los que podrían ser opción: Beatriz Sánchez (8%), Daniel Jadue (6%), Bachelet (4%), Alejandro Guillier (2%), Pamela Jiles (2%) y Francisco Vidal (2%).
Pero más allá de que la oposición pudiera competir con lo que tiene actualmente –muy pobre por lo demás– el problema de fondo es que se quedó sin ideas, sin proyecto. Tanto es así, que ni siquiera fue capaz de capitalizar ni menos conducir el estallido social que explotó hace casi tres meses. La gente no permitió que instrumentalizaran la protesta, porque –en cierta forma– también los culparon por su falta de voluntad para solucionar muchas de las demandas que están y seguirán estando en la calle durante un buen tiempo. Por algo no se toleraron banderas ni eslóganes de esos partidos.
Si analizamos el comportamiento de la oposición en esta etapa, vemos que el único logro político fue ganar la acusación contra Andrés Chadwick. Fue un momento importante, porque tenía mucho valor simbólico por las violaciones a los DDHH ocurridos desde octubre. Sin embargo, el acuerdo del 15 de noviembre, además de la foto de esa noche, dejó muchos puntos pendientes que luego tuvieron que retomar –paridad, independientes y cuota para pueblos originarios–, generando un conflicto con el oficialismo que hizo olvidar rápidamente lo histórico del acuerdo. Por ahora, no han sido capaces de tener unidad y hacer un planteamiento que recoja las inquietudes de la ciudadanía que se ha movilizado.
¿Y en qué han estado los “líderes” de la oposición en esta etapa? Guido Girardi preocupado del calentamiento global –muy importante– y ahora de su famoso Congreso Futuro. Álvaro Elizalde sigue arrastrando el desastre de las elecciones del PS, mientras que Beatriz Sánchez estuvo ausente en los momentos críticos y ahora quiere retomar su visibilidad gracias al plebiscito. Heraldo Muñoz intrascendente, tanto, que pese a sus esfuerzos no marca ni un punto en ninguna encuesta. Los del Frente Amplio divididos y crucificando a Gabriel Boric.
La DC perdida como todo el año, pactando un día con sus aliados y otro con RN, además de andar buscando un líder que al parecer no sería de sus filas: Andrés Velasco. Los radicales quebrados –perdieron tres diputados– y para qué decir el PC, con su timonel, Guillermo Teillier, que se restó al acuerdo para luego querer liderar el Sí y que sigue sin dejar que su patrulla juvenil proyecte a esa colectividad un aire fresco. Y, claro, Pepe Auth, que ha destacado solo por sus polémicas que lo han acercado al oficialismo.
No han pasado inadvertidos los tímidos esfuerzos de algunos personajes por intentar levantar un movimiento transversal, como Juan Gabriel Valdés, que irrumpió con una estrategia comunicacional bastante evidente, pero que aún no logra prender. En todo caso, hay que mirar con atención a este PS que tiene lazos con la DC y la imagen de su padre presente. Tiene potencial si es que se reinventa como Fernández en Argentina.
No cabe duda que el 2020 será un año complejo en lo social y económico, pero principalmente cargado de elecciones y que tendrá como broche el proceso constituyente. Esto significará que vamos a tener un país dividido y polarizado particularmente por el plebiscito. Chile recobrará la lógica del Sí y No, aunque al revés, lo que despertará las pasiones e historias presentes, pero muchas del pasado, como en 1988. Esto será una oportunidad para la oposición. Primero, porque el oficialismo irá dividido y, segundo, porque facilitará los acuerdos, considerando que tendremos dos años en esta lógica Sí/No, ella contagiará a las otras elecciones que se desarrollarán entre este año y el siguiente. El punto es que corren el riesgo del “espejismo plebiscitario”, ese que hace olvidar lo de fondo: el proyecto que deben mostrar al país.
Lo más probable es que en 2020 comiencen a perfilarse dos grandes corrientes en la oposición, con una centroizquierda progresista –desde la DC hasta algunos partidos del Frente Amplio– y una izquierda más dura, que tampoco tiene un proyecto claro, en que estarán los escindidos del FA, el PC y un grupo menor de grupos y personajes, como Alejandro Navarro. El punto central será si la DC logra definirse y encontrar un espacio de acomodo o definitivamente comenzará sus acercamientos con RN, mirando las elecciones de 2021.
Este será un año en que viviremos una nueva fase de la molestia social. Lo que pasó la noche de Año Nuevo es el mejor ejemplo de la autoconvocatoria que está logrando la gente, así como los temores del Gobierno por la PSU que se rinde hoy y mañana. En marzo, sin duda, se sumarán los grandes ausentes hasta ahora: los estudiantes, incluidos los universitarios, considerando que el tema educacional no ha estado presente en las demandas colectivas. Si la oposición no es capaz de involucrarse en las soluciones y dar conducción política, tendrá un año en que nuevamente verá al rival en el suelo sin poder dar el nocaut.
Si los líderes de la oposición son inteligentes, deberían estar trabajando en preparar una estrategia comunicacional para levantar una gran campaña unitaria en torno al Sí. Un lanzamiento que tenga épica, que convoque e incluya a las organizaciones sociales que han estado en la calle pidiendo el cambio de la Constitución, pero también haciéndose cargo de las demandas que han surgido en estos meses. Pero de nada les servirá si arriba del escenario o en la franja están los mismos que llevan 30 años siendo parte del sistema que ha sido tan criticado. Es la hora de romper los paradigmas, levantar nuevos rostros, nuevos líderes y, por cierto, un proyecto atractivo.