Nuevos liderazgos para los nuevos desafíos

Opinión

Por Matías Claro
Fuente: El Pulso/La Tercera

 

El estallido social de octubre aceleró la necesidad de contar con líderes empresariales que se esfuercen por entender el conflicto que estamos enfrentando y cómo pueden ayudar a movilizar a las empresas, al Estado y a la sociedad civil.

Debemos escuchar y comprender cuáles son los valores sociales que defienden los diversos grupos que componen nuestra sociedad, donde la justicia, el premio al esfuerzo o al riesgo, la dignidad, la igualdad de oportunidades son priorizadas de distinta forma, según la realidad que a cada uno le ha tocado vivir.

Llegado marzo, preocupa que no hayamos sido capaces de escucharnos para ir encontrando las soluciones técnicas que implementen este nuevo pacto social. En este trabajo es muy importante no solo llegar a un acuerdo sobre qué valores vamos a priorizar y cómo vamos a evolucionar como sociedad con soluciones creativas que nos permitan minimizar los costos de este cambio, también es relevante entender los trade off de cualquier solución que se implemente y así poder alinear correctamente las expectativas con la realidad.

Uno de los grandes desafíos que enfrentamos es cómo recuperar niveles saludables de confianza en las empresas: hoy los abusos de las empresas son la quinta causa del descontento social, según la encuesta de CEP de diciembre, y la confianza en la empresa privada llegó a un piso del 7% en diciembre de 2019, esto es, 8 puntos porcentuales menos que en 2015.

Una muestra de lo complejo del desafío del empresariado es que son pocos los que quieren postular a la presidencia de la CPC, principal gremio empresarial chileno, tanto que, al cierre de las inscripciones para las elecciones del próximo 12 de marzo, contamos solo con dos candidatos.

Hasta ahora, los gremios empresariales chilenos tenían como objetivo principal defender los intereses corporativos de sus asociados. Sacar la voz frente a alzas de impuestos, defender ajustes de tarifas, negociar cambios a las normativas vigentes o a nuevas medidas de la autoridad que pudieran afectar de alguna forma sus intereses. Y, por cierto, proponer fórmulas de crecimiento de los sectores productivos, no solo en favor de sí mismos, sino en pos del desarrollo del país.

No obstante, estos objetivos gremiales, casi en su totalidad centrados exclusivamente en las utilidades de corto plazo de sus asociados, es lo que en parte deslegitima a las empresas ante la sociedad. Hoy la sociedad espera mucho más de las empresas.

La declaración del último foro económico mundial en Davos definió que el propósito universal de la empresa en la cuarta revolución industrial es involucrar a todos sus grupos de interés (empleados, clientes, proveedores, comunidades locales y a la sociedad en general) en la creación de valor compartido y sostenido. Una empresa es más que una unidad económica que genera riqueza. Cumple con las aspiraciones humanas y sociales como parte del sistema social más amplio. El desempeño debe medirse no solo en el rendimiento para los accionistas, sino también en cómo logra sus objetivos ambientales, sociales y de buen gobierno.

Un desafío es cómo enfrentar el cambio en las habilidades necesarias para el empleo del futuro y entregar a los trabajadores y -por qué no- a la ciudadanía, las herramientas que les permitan enfrentar la mayor automatización de los procesos productivos, tema en el que tenemos una gran brecha que acortar: Chile es el país miembro de la OCDE con el mayor porcentaje de adultos con bajas habilidades cognitivas y, por lo mismo, con mayor riesgo de perder su empleo por efectos de la automatización y de la transformación digital, según el estudio de la propia la OCDE, Getting Skills Right. Engaging low-skilled adults in learning, de 2019.

En el frente interno del gremio, otro ámbito por trabajar es cómo se ponen en marcha medidas de autorregulación para prevenir abusos. Es decir, elaborar una Agenda Antiabusos propia con foco en autorregulación, cuya importancia y validación esté al mismo nivel que los estatutos gremiales, que nos permita ir un paso más allá de la nueva legislación en trámite, y que incorpore medidas preventivas y sanciones efectivas al interior de cada gremio.

Un último ejemplo de objetivos a abordar. Chile es uno de los países que será más afectado por el cambio climático, según el Índice de Riesgo Climático Global de 2018, donde aparece en el puesto 87 de 183 países.

El calentamiento global, la sequía y el desarrollo sostenible deben salir de las conversaciones a puertas cerradas sobre Responsabilidad Social Empresarial y, como privados, debemos ser capaces de entregar soluciones adecuadas a la sociedad, pero también información abierta y transparente sobre indicadores de consumo de agua, reciclaje y emisiones. Muchas compañías están trabajando y logrando avances en estas materias, pero es importante que sean percibidos por la sociedad para que puedan distinguir entre los distintos tipos de empresas y elegir a partir de su comportamiento social, económico y ambiental.

Y aquí hay una meta clara: las empresas que quieren ser competitivas deben volverse carbono neutral de aquí a 2030, tal como lo mostró el estudio de las consultoras GlobeScan y SustainAbility, en el que dicha afirmación fue mencionada por el 67% de los más de 500 expertos en sustentabilidad, entre los que se contaron representantes de empresas, gobiernos, ONG y la academia, provenientes de 66 países.

En definitiva, el nuevo liderazgo empresarial deberá llevar adelante todos estos desafíos, y otros que surgirán, tanto de las mismas empresas como del proceso de escucha y alineamiento de los valores sociales con los otros grupos. Las empresas son parte de la solución del estallido social que estamos viviendo, y para eso es clave promover líderes que entiendan que es necesario seguir rompiendo la burbuja que históricamente desconectaba a las empresas con la sociedad. La oportunidad está, lo importante es tomarla.