Por Carlos Cano, Director Ejecutivo CETRA
1.- Al cumplirse 100 días del despliegue público de la pandemia en Chile, el resultado es brutal. Este pequeño país, en el fin del mundo, tiene el récord mundial de contagios por millón de habitantes. Superamos a países como EEUU, Brasil, Italia, España, Ecuador y todos los demás, cuya evocación nos causa escalofríos.
Desde el gobierno se argumentará que tenemos una gran cantidad de exámenes o que la letalidad es baja. Lo primero es discutible, depende de con quién nos comparemos. En lo segundo, la autoridad debió retroceder, los muertos son más a pesar de esta falsa transparencia de alterar la base de cálculo, a muchos nos siguen pareciendo números sospechosos.
2.- La opción de “control natural” del contagio, que se asumió desde marzo y que llevó al discurso de “nueva normalidad” y de “retorno seguro”, mostraron su violento fracaso en la tercera semana de abril. La búsqueda de la “inmunidad de rebaño”, que propiciaron los gobiernos de Gran Bretaña, Suecia y, por cierto, EEUU y Brasil, representada en la lógica de que se enfermen los que deban hacerlo y, bueno que mueran, lamentablemente, aquellas personas que, debido a sus condiciones médicas individuales, no resisten al virus.
3.- Esta opción sanitaria del Ministerio de Salud ha estado en perfecta coherencia con la defensa del modelo económico y con ello, de la “salud de la economía”. La verdadera opción del gobierno en estos tres meses ha sido proteger el funcionamiento del sistema económico. Las llamadas “cuarentenas selectivas”; la falta de escucha a expertos independientes y organizaciones sindicales del sector salud; el privarse de una formidable herramienta para la trazabilidad de la enfermedad como es la Atención Primaria; el renunciar a instrumentos de regulación en catástrofes como la fijación de precios, han sido sólo expresiones de una estrategia claramente definida al máximo nivel del gobierno. Sería ingenuo creer que se han cometido errores u omisiones. Lo son, pero sólo expresan una visión ideológica y política. Repitamos que la política del ministro de salud no ha sido personal, a pesar de su particular impronta. La subsecretaria Daza nos recordaba todos los días en sus alocuciones televisivas- eso a lo menos hasta su cuarentena – que la conducción de la Comisión responsable la presidía Sebastián Piñera.
4.- Esta orientación estratégica de quienes gobiernan, explicitada en la falsa simetría de atención de lo sanitario y lo económico. O en las tres crisis que nos describe Piñera; la sanitaria, la económica y la social. Son el claro reconocimiento de sus propios límites para actuar. Ni siquiera el fantasma del retorno de la crisis social disruptiva que se abrió el 18 de octubre, ha sido suficiente para establecer un plan de acción ante la emergencia en el volumen y las características apropiadas para enfrentar los graves problemas de subsistencia que están agudizándose.
5.-Hoy no es posible un acuerdo de unidad nacional (aunque sería de tremenda utilidad, es la manera en que los países enfrentan crisis mayores). Ahora y con esta coalición gobernando, son voladores de luces. Hay una dificultad de base, la falta de credibilidad en las élites políticas, empresariales y otras. Sencillamente no se le cree a la clase política. Ni al gobierno ni a parte importante de la oposición. Todos los días dan pruebas de que no merecen que se confíe en ellos. Sin embargo, es urgente, a lo menos, un acuerdo de gasto fiscal para liberar fondos y reservas de inmediato, con los modos y medios necesarios para enfrentar los problemas de subsistencia de la población y efectos sociales vinculados. El gobierno debe vencer su corralito ideológico y político para avanzar a una renta mínima por persona. Las medidas desordenadas que han valorado mucho más a las clases empresariales deben girar a las personas y constituirse en un paquete único que concentre recursos en los más desprotegidos; el mundo popular y las capas medias en acelerado proceso de empobrecimiento.
6.- En la organización Espacio Público y otras entidades similares se afirma que no se ve una luz al final del túnel y que aún no se alcanza el punto más alto de la crisis sanitaria que vivimos y que cuando ello ocurra, probablemente a fines de junio, permaneceremos en una meseta elevada por un tiempo largo, desde julio a la primavera. Este oscuro pronóstico determinará un quiebre en las capacidades del sistema sanitario, a pesar de la calidad y compromiso de los equipos de salud. Se requiere, ahora, la decisión política para inyectar los recursos apropiados para fortalecer la lucha en contra de la pandemia y sus efectos sociales brutales.
7.- No es posible recuperar confianzas con las autoridades y el grueso de su oposición política, a pesar de autocríticas y retractaciones. Aunque ayudaría en ello una poderosa agenda social que provenga de un acuerdo de gasto fiscal. En esta fase de la pandemia se requiere también un Compromiso Nacional por el Auto cuidado. Que sea una iniciativa que surja de la sociedad civil, a la cual se pueden sumar después personeros políticos del más amplio espectro, se convoque al cumplimiento de normas de disciplina social básicas que terminen al menos con las aglomeraciones públicas. Con leyes en ejecución de renta mínima y otras que empujen en el mismo sentido, es posible pedirnos a todas y todos que nos quedemos bajo el techo que nos cobija.