Según el poeta Armando Uribe, Salvador Valdés Morandé fue un “loco simpático”, especialista en heráldica y genealogía de las familias fundadoras del reno de Chile, con varios libros a su haber. Don Salvador odiaba tanto a los jesuitas que el cardenal Raúl Silva Henríquez lo excomulgó por publicar un libelo antijesuita inflamado de párrafos como el siguiente: “La iglesia católica, en maridaje increíble con el marxismo internacional, realiza su dañina obra sin medir las consecuencias que le caerán a ella, a la sociedad entera y al país, nuestra patria muy amada”.
Su nieto, Salvador Valdés Prieto, es economista, investigador de Clapes UC y uno de los especialistas más consultados por la élite en materia de previsión AFP. Al contrario del abuelo, no es amigo de las metáforas ni de los excesos verbales. Lo suyo son los números, los fríos números.
“Mi propuesta es autorizar a vender parte de las cuotas en fondos de pensiones para invertirlas en un nuevo ‘crédito a sí mismo’, regulado por una ley de seguridad social”, declaró en entrevista a El Mercurio el miércoles pasado.
Esa apertura resulta sorprendente. La crisis es de tal magnitud que se está discutiendo abiertamente lo que hasta hace poco era tabú. Sin embargo, fiel a sus orígenes hacendales, Valdés reitera que el autopréstamo deberá ser devuelto con interés, desde el futuro ingreso laboral y, si falta, desde los beneficios.
¿Puede una persona terminar siendo deudora de sí mismo? Antes de responder a esta pregunta que parece sacada de la física cuántica, revisemos las demás posturas de los expertos.
Qué defiende cada quién
Frente a una crisis que no tiene precedentes en décadas, una sociedad que se va pareciendo a una olla a presión y un gobierno en serios problemas de tesorería, el dique que blindaba a las AFP se rompió.
Hay dos propuestas en el parlamento, una en el senado y la otra en la cámara. La del Senado tiene un artículo único para reformar la constitución y reforzar la titularidad del afiliado sobre los fondos, sin excepción alguna como es ahora, que solo se pueden destinar a ahorro previsional. Este proyecto, presentado por los senadores Provoste, Bianchi y Araya, busca vincular el retiro parcial a la declaración de estado de catástrofe sanitaria.
El otro fue presentado en la cámara por un Jame Mulet y otros diputados del regionalismo. Entra en materia procedimental, no contempla un porcentaje fijo sino rangos, pisos y topes. Para reintegrar el retiro se propone la emisión de un bono de reconocimiento, la fórmula que se empleó en 1981 para traspasar los fondos de las cajas de reparto antiguas al sistema de capitalización. Deuda pública.
Ante este escenario los expertos se dividen entre apocalípticos e integrados. Los que azuzan a la plebe con las penas del infierno por tocar el arca de la alianza, y los pragmáticos que buscan salvar el sistema haciendo concesiones.
David Bravo es el mejor representante del primer grupo. “Es básicamente destruir el sistema de pensiones, porque eso es una puerta que no se va a cerrar, y va a pasar un poco lo que pasó en Perú”, declaró a T13. Para Bravo ni siquiera cabe abrir la discusión.
A Juan Sutil también le gustan las metáforas religiosas. Los ahorros previsionales son “sagrados” y no hay que tocarlos, pese a la evidencia que hay del uso secular y hasta pecaminoso que se le ha dado especialmente en el mercado local
Todo Sanhattan rechaza el bono de reconocimiento. Valdés, un ortodoxo en materia religiosa y fiscal, lo descarta de plano porque iría en contra del compromiso fiscal recién firmado entre gobierno y oposición.
Desde el progresismo, Joseph Ramos secunda a Valdés en la idea del autopréstamo, pero en una versión aún más tacaña: un millón de pesos y devolución mediante más años trabajados.
En el PS no quieren oír hablar de retiro, pero no por un relato apocalíptico sino de consciencia de clase: el que debe proteger al trabajador es el Estado, y no sus propios ahorros. Osvaldo Andrade y Gonzalo Martner se despacharon sendas columnas en El Mostrador y La Tercera rechazando la opción y pidiendo más gasto fiscal para ir en apoyo de los sectores medios. “No se trata de hacer una defensa de la industria, menos aún del sistema de las AFP”, nos aclara el expresidente del partido que hace poco conmemoró el secuestro y asesinato de su directiva durante la dictadura.
El exsuperintendente de Valores, Guillermo Larraín, detesta la idea del retiro, pero se abre a la del bono de reconocimiento. Su escenario apocalíptico es que el mercado de capitales local se desmorone. Si un 40% de los afiliados sacara $1.000.000 en promedio, las AFP debieran vender activos por USD 5.400 millones… Son cantidades enormes que tendrían un efecto negativo sobre los precios de estos activos”.
No es de extrañar, dado los lazos que trazaron la concertación y el laguismo y con la industria de AFP. Intensos y fructíferos, tanto en los directorios de las propias administradoras como en los de las empresas donde estas invirtieron el ahorro de los chilenos. Jaime Estévez, Blas Tomic, Javier Etcheverry, Alejandra Bobadilla. Muchos nombres vinculados a campañas y cargos importantes durante los años del arcoiris.
Lo que tienen en común
Parece una cacofónico, pero no lo es. Valdés, Ramos, Larraín, tratan de poner paños fríos y salvar el sistema. Aceptan las concesiones, pero difieren en quién las pagará.
Ramos y Valdés, el progresismo y el gremialismo hacendal, coinciden en que las personas somos en realidad dos. Tal como en la popular serie Dark, cada chileno está dividido entre el cotizante de hoy y el jubilado del futuro. El que recibirá mis ahorros no soy yo sino mi doppelgänger. Incluso, en el mundo de Salvador Valdés Prieto, uno podría devenir en el futuro “moroso” de uno mismo por no devolver el autopréstamo del presente.
Todas estas propuestas buscan una sola cosa: un soft landing para un sistema que se juega sus últimas cartas en el escenario que siempre ha jugado de local: en el lobby académico y los pasillos del congreso.