Por Spencer Ivy y Claudio Gutiérrez
En Amazon, donde los algoritmos dirigen cada movimiento de los empleados, los intentos de suicidio se han disparado, informa esta columna. Describe también que mientras se difumina la separación entre vida personal y laboral en una variedad de teletrabajos, la diferencia en la calidad de vida se hace clara y se agranda entre trabajadores formales e informales. ¿Qué hacer? Los autores proponen, como primer paso, actualizar la declaración de derechos humanos para protegernos de la “alienación por automatización, el aislamiento a través de la digitalización y la falta de protecciones adecuadas para los trabajadores en un entorno virtual.”
Debido a que los lugares y los flujos de trabajo modernos están cambiando constantemente con el desarrollo de las innovaciones tecnológicas, los desafíos que enfrentan los trabajadores también están cambiando. Muchos trabajos se pueden ahora realizar de forma remota y otros se han automatizado. Sin embargo, los hechos indican que las innovaciones tecnológicas no reducen, sino cambian las necesidades de presencia humana en variados flujos de trabajo. Es así como hoy vemos a menudo trabajadores relegados a ayudar en las tareas que las máquinas, tradicionales o «inteligentes», no pueden (aún o por principio) realizar.
La automatización no es nueva. Un ejemplo temprano es la cadena de montaje, que obligó a los trabajadores a operar repetitiva y rutinariamente como máquinas. En la economía digital contemporánea la automatización opera de manera más sutil y universal. Prometiendo libertad y autogestión, el trabajo a distancia hace que los límites de la vida laboral y personal se difuminen.
También la automatización amenaza con cambios de comportamiento que van más allá de los lugares y las horas de trabajo. Si estas tendencias de la economía digital no se regulan, amenazan el sentido mismo de la vida de los trabajadores. En lo que sigue, presentamos tres casos representativos de esos daños y sus efectos que muestran cómo la digitalización desaprensiva del trabajo puede tornarse opresiva y dañina para las personas en tres ámbitos: 1) la toma de decisiones, 2) la economía informal y 3) la docencia.
CASO 1: AUTOMATIZACIÓN DE DECISIONES
Los sistemas computacionales ahora pueden tomar decisiones operativas de manera más rápida y confiable que sus contrapartes humanas. Como resultado, muchas decisiones estratégicas y técnicas se asignan a las máquinas. Un ejemplo de esto es el software de gestión de almacenamiento (WMS: Warehouse Management Software). El WMS se utiliza comúnmente para dirigir a los trabajadores a la ubicación de los artículos en los estantes, e indica dónde y cómo disponerlos e incluso cómo empacar artículos en cajas para su envío.
El aumento de la eficiencia y la productividad que resulta de estas automatizaciones incurre en un costo humano sustancial que no ha sido debidamente sopesado. Según numerosos informes de los trabajadores de los almacenes de Amazon, hay alarmantes tasas de intentos de suicidio, problemas de salud mental y aumento del estrés.
En los Estados Unidos, entre 2013 y 2018, los servicios de emergencia fueron llamados 189 veces en 46 de estos lugares de trabajo, en respuesta al intento de suicidio de un trabajador [4]. Este significativo número no incluye incidentes de salud mental relacionados con el trabajo que probablemente no se notificaron y ocurrieron fuera del lugar de trabajo.
Creemos que la causa última de la angustia que reflejan estas cifras tiene raíces profundas. La automatización total del flujo de trabajo despoja al trabajador de su autonomía, de su capacidad creativa para intervenir y editar su propio flujo de trabajo, así como para adaptarlo mejor a sus necesidades individuales. Estos trabajadores están activamente desincentivados para que no se guíen por sí mismos.
La desviación del plan de un WMS se traduce en una menor eficiencia y, en última instancia, en sanciones para el trabajador. Aunque todos debemos adaptar nuestras libertades individuales a las necesidades de nuestros trabajos durante la jornada laboral, actuar libremente es un derecho humano que aún durante el trabajo no debe descartarse por completo. Esto es probablemente lo que agobia a esos trabajadores bajo las WMS.
CASO 2: PLATAFORMAS DIGITALES
La “economía informal” se refiere a trabajos donde, en diversos grados, los trabajadores no están protegidos o regulados por la ley, y su bienestar está legal y moralmente divorciado de la responsabilidad de la empresa. En la última década, la economía informal se ha disparado con la aparición de plataformas digitales como Uber, Rappi, Taskrabbit, Doordash, Airbnb, etc. Esta versión digital de ocupaciones precarias ha abierto numerosas oportunidades de ingresos a mucha gente, al cruzar fronteras económicas tradicionalmente estáticas. Sin embargo, la combinación de digitalización con regulación insuficiente amenaza con exacerbar la explotación de los trabajadores de un sector que hoy ya sufre malas condiciones laborales.
Las amenazas a las que están expuestos los trabajadores de la economía informal están bien estudiadas: un 15% más de probabilidades de sufrir trastornos de salud mental que sus homólogos de la economía formal [5]; y en el caso de las mujeres este porcentaje es aún más elevado [5, 6, 7].
Los trabajadores de las plataformas digitales suman, a los del trabajo informal, los recientes desafíos tecnológicos que vimos en el caso de los WMS. El trabajo en plataforma digital a menudo implica una automatización del flujo de trabajo dirigida externamente por un software. Para los conductores de Uber, los ingresos (y las penalidades) están determinados por la eficiencia de la ruta y la cantidad de viajes, calculados por una tecnología de GPS y de viajes compartidos. Lo mismo ocurre con muchos trabajos centrados en la entrega de productos («delivery») por medio de plataformas digitales.
Aunque los trabajadores de plataformas digitales aparezcan relativamente «autónomos», su flujo de trabajo se gestiona por una aplicación que no está bajo su control. Similar a los WMS, un Uber-GPS dirige y ordena al trabajador las condiciones de su tarea. En lugar de recibir órdenes de un supervisor humano o distribuirlas a través de un equipo de trabajo, las tareas ahora las da y dirige un sustituto digital. Al relativo aislamiento físico se suma que la naturaleza a menudo divisoria de estos protocolos y la escasez de trabajo, distancia aún más a los trabajadores entre sí. Por lo tanto, además del estrés de la inseguridad laboral, los salarios generalmente bajos y la alienación por la automatización, el trabajo en plataformas digitales en la economía informal ahora también amenaza a los trabajadores con el aislamiento de sus pares profundizando la ausencia de redes de apoyo y protección colectiva de sus condiciones de trabajo.
CASO 3: PROFESORES Y ENTORNOS VIRTUALES
Los ejemplos anteriores muestran cómo la digitalización del trabajo puede afectar los procesos y las comunidades en que se desenvuelven los trabajadores. Sin embargo, durante la última década se ha hecho cada vez más evidente que también los espacios y medios de trabajo están experimentando su propia revolución virtual. En el último año, incentivado por la pandemia, gran parte de las reuniones, los espacios de oficina y las aulas han pasado a un formato virtual. Aplicaciones como Zoom, Webex, Skype, Meet, Discord, etc. han permitido a personas de todo el mundo la interacción y comunicación humana continua por medios digitales.
Hoy, los espacios de trabajo deben cumplir legalmente con normas básicas: la legislación da derecho a los trabajadores a una silla para no estar de pie durante horas; tiempo para que se relajen o usen el baño cuando sea necesario; se capacita a los trabajadores en las medidas de seguridad y se les proporciona las herramientas necesarias para evitar accidentes; debe haber calefacción, ventilación e iluminación adecuadas. Todas estas precauciones se toman para que las condiciones físicas en el lugar de trabajo sigan siendo justas y favorables para los trabajadores. Sin embargo, con el trabajo virtual se ha generado un vacío: aparecen preocupaciones que no existían y que hoy aún no tienen protecciones sociales análogas a las de su contraparte física.
El trabajo docente en aulas virtuales durante la pandemia es paradigmático en este sentido. Aquello que solía ser la responsabilidad de la administración de la escuela, ahora se deja en manos de los maestros. Se espera que los docentes que trabajan virtualmente construyan sus propias «aulas», sus espacios y sus condiciones de trabajo (encontrar una pieza, suficiente silencio, las herramientas tecnológicas adecuadas, etc.) para poder enseñar. Se ha generado una zona gris entre la vida personal y laboral caracterizada por la falta de interacción personal sólida con colegas, compañeros de trabajo y estudiantes y con la comunidad educacional toda. Esto coloca, como nunca antes, una carga muy pesada sobre el maestro. La energía para enseñar, a menudo obtenida del compromiso humano directo y la interacción con estudiantes y colegas, ya no es posible conseguirla como antes. Notablemente, esta ausencia se siente en la propia casa del maestro, otrora un lugar de seguridad y alivio. No es sorpresa que los profesores se sientan muy cansados, deprimidos y faltos de inspiración [8, 9, 10].
Los profesores y los trabajadores de bajos ingresos son un ejemplo paradigmático de los problemas cada vez más omnipresentes derivados de la escasa regulación del trabajo virtual a distancia. Por otro lado, hoy es claro que buena parte del trabajo virtual permanecerá después que termine la pandemia [11]. Ello hace urgente abordar los derechos de los trabajadores y las personas en ese nuevo escenario digital.
DERECHOS HUMANOS
El artículo 23 de la Carta de Derechos Humanos y el artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales [1 , 2, 3] establecen:
«Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de empleo, a condiciones de trabajo justas y favorables y a la protección contra el desempleo».
Compartimos las preocupaciones expresadas en estos documentos, pero sugerimos que hoy no protegen suficientemente a los trabajadores de los rápidos cambios en los lugares y los flujos de trabajo del siglo XXI. Creemos que es necesario actualizar la interpretación de esta frase en el nuevo mundo de la tecnología digital. Los desafíos que hemos destacado anteriormente incluyen la alienación por automatización, el aislamiento a través de la digitalización y la falta de protecciones adecuadas para los trabajadores en un entorno virtual. Estos desafíos resultan evidentes en los casos de maestros, trabajadores de plataformas digitales y trabajadores de bodegas modernas pero sin duda también se extiendan a muchas más formas de trabajo.
Aunque los desafíos del trabajo digital a menudo dependen de cada trabajo particular, creemos que existen al menos tres tipos de problemas sustanciales que comúnmente surgen del trabajo digital:
Primero: la autonomía del trabajador queda peligrosamente amenazada por la sobre-automatización de los flujos de trabajo.
Segundo: las comunidades de trabajo, indispensables para el trabajador, se vuelven prescindibles para la empresa, mediante la virtualización aislante de los espacios de trabajo.
Tercero: la informalidad que hoy permea gran parte del trabajo digital, dispensa a las empresas de brindar «condiciones de trabajo justas y favorables» a sus trabajadores.
Entonces, ¿Qué hacer? Proponemos que la frase «condiciones justas y favorables» se enriquezca para que pueda dar cuenta tanto de los entornos de trabajo físicos como digitales. Creemos que los derechos de los trabajadores son derechos humanos e igualmente sugerimos que las condiciones y desarrollo del trabajo se interpreten como parte de la vida de la persona.
Si alguien sufre un daño en el trabajo, ese daño vive con él o ella más allá del final de la jornada laboral. Esto es especialmente importante en el mundo actual, donde las horas de trabajo se intercalan cada vez más con el tiempo y el espacio de ocio. Es esencial para la dignidad y el crecimiento personal, tanto dentro como fuera del lugar de trabajo, que los trabajadores tengan suficiente autonomía y recursos económicos y sociales para mantener un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida. Si no se controla, el avance irresponsable de la automatización y la digitalización en los entornos laborales imposibilitará este deseable equilibrio. Sostenemos que los trabajadores tienen derecho a la integridad de su bienestar, y la empresa tiene la responsabilidad de proteger este derecho. En el largo plazo, la protección de este derecho es fundamental para preservar la estabilidad y la salud de la fuerza laboral, y luego de las personas, en una sociedad altamente tecnologizada digitalmente.
Todos los argumentos anteriores indican que este es un tema que marcará el futuro del trabajo. Esperamos haber ofrecido algunas herramientas conceptuales para incorporar esta discusión en la próxima reorganización constitucional de Chile. De esta manera, Chile, conocido internacionalmente por ser uno de los primeros y más profundos experimentos neoliberales, está ahora en una posición global única para reconocer constitucionalmente estos temas y ser un ejemplo de la dirección que debe tomar la protección de los trabajadores y la dignidad humana en un mundo donde la innovación tecnológica es adoptada de manera responsable.
Ofrecemos las sugerencias anteriores como primeros pasos prácticos para lograr una sociedad que proteja y brinde a sus ciudadanos condiciones plenamente justas y favorables para trabajar y vivir en el nuevo mundo digital.
Fuente: CIPER