Seis analistas políticos entregan su lectura del resultado del plebiscito constitucional del domingo que dio una ventaja de 55% al rechazo a la propuesta
El triunfo de la opción en contra a la propuesta de Constitución en el plebiscito del domingo 17, por 55 % contra 44 % del a favor lo habían vaticinado las encuestas durante meses. Además de evidenciar el desinterés y la desconfianza en el proceso, los sondeos daban una ventaja al rechazo frente al texto escrito por el Consejo Constitucional, integrado en su mayoría por las derechas y con protagonismo del Partido Republicano, de la derecha extrema, que lidera el excandidato presidencial José Antonio Kast.
A dos días del referéndum, analistas políticos consultados por EL PAÍS desmenuzan las razones tras el rechazo y adelantan que es un resultado multifactorial. Mencionan el cansancio constitucional, lo conservadora de la propuesta, el protagonismo de Kast, la falta de consenso político y, entre otros factores, la pérdida de fuerza de una nueva Constitución como la gran expectativa de los chilenos para solucionar las urgencias del país. Además de la posibilidad de que, una norma que impulsó el Partido Republicano, que respaldó la derecha tradicional, pudiera tener algún efecto en la ley de aborto en tres causales (riesgo de vida de la madre, malversación fetal y violación).
Este ha sido sido el segundo rechazo en dos años a una propuesta constitucional, pues el anterior proyecto de una convención de izquierdas, fue votado en contra por un 62 % de la ciudadanía en un plebiscito en 2022. Es una situación que, según el cientista político chileno Alfredo Joignant, columnista de EL PAÍS, “hace de Chile un verdadero caso de estudio: todo un récord, pero de los malos”.
Con este resultado, sigue vigente la Carta Fundamental nacida en 1980, en plena dictadura, pero reformada 70 veces en democracia, que el oficialismo ha criticado durante años por su origen. “Prefiero algo malo que algo pésimo”, dijo el domingo cuando fue a sufragar la expresidenta socialista Michelle Bachelet (2006-2010, 2014-2018).
Pero en este referéndum no solo el oficialismo iba por el en contra. También lo estaban grupos de la centroizquierda moderada que no son parte del Gobierno. Incluso, por rechazar también había fuerzas ultra más allá de los propios republicanos.
Hastío y una propuesta más conservadora
Ramón Cavieres, director ejecutivo de la consultora Activa, dice que el resultado se debió, primero, a que “era una propuesta más conservadora y neoliberal que lo que la gente espera”. Y que “es probable” que el líder del Partido Republicano “se asoció mucho con el contenido del texto y parte de la ciudadanía rechaza a José Antonio Kast”. Agrega el agotamiento y la desconfianza frente al proceso.
“La gente entendió que una Constitución no soluciona sus problemas reales del día a día. Prefiere que la clase política y el gobierno prioricen la solución de problemas como seguridad, economía, pensiones y salud”, dice.
Pero hubo más razones a su juicio, como “las dudas”, dice, que generaron los artículos sobre la ley de aborto en tres causales, la exención de contribuciones a la primera vivienda y la inclusión de la objeción de conciencia. Aunque, aclara, que son las que afectaron “en menor medida”.
Para Isabel Plá, exministra de la Mujer del segundo Gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014, 2018-2022), de la derecha tradicional, fueron cuatro las claves que explican que ganara el rechazo. Menciona “el hastío de los chilenos: se expresan en contra de toda la política por un proceso que ven hoy como inútil después de cuatro años”. También “la incapacidad de conectar el rechazo del primer intento, con el respaldo al texto constitucional y un déficit en el mensaje de campaña, que pudo estar más centrado en contenidos constitucionales que conectaran con las preocupaciones como, por ejemplo, la seguridad”.
Otras dos claves, señala, fueron la unidad de la izquierda en una opción y la división en la derecha y la introducción una norma que abrió un debate sobre la ley de aborto en causales.
“El momento constitucional pasó”
Cristián Valdivieso, director de la encuestadora Criteria, suma al desinterés general “una molestia de fondo” de los chilenos con el proceso: “Eso avivó una suerte de ánimo encontrista”.
“El momento constitucional ya había pasado por completo”, dice. Y apunta, además, a que también acabó la expectativa de la sociedad chilena de que una nueva Constitución tenía “la virtud de ser el dispositivo necesario para solucionar los problemas del país”. “En ese sentido, la campaña del a favor tuvo la dificultad de hacer verosímil un mensaje vinculado a solucionar la delincuencia, el narcotráfico, la seguridad y la migración vinculado al cambio constitucional. También estuvo el descrédito y la poca conexión con las campañas”.
Y dice que otro factor en el rechazo fue el Partido Republicano: “La sociedad, sin duda, lo salió a criticar junto a esta Constitución que le pareció no igual, pero parecida a la propuesta constitucional anterior en el sentido de que representaba más bien a un sector y dividía más que unificaba al país. Por lo tanto, no cumplía con un nuevo pacto social. Eso también la gente lo castigó”.
“La gente esperaba acuerdos”
Otra de las razones, apunta la cientista política de la Universidad de Santiago Pamela Figueroa, fue la identificación política partidista del texto. Dice que es probable “que la gente de centro izquierda que había votado a favor en el plebiscito anterior, ahora estuvo en contra porque no se sentía representada”. “Hay un porcentaje importante que rechazó en 2022 y que uno podría haber asumido que ahora estarían por el a favor pero que votaron en contra. Probablemente, evaluaron no necesariamente mal el texto en detalle, pero sí la propuesta que venía de la ultra derecha que había excluido también a otros sectores”.
Destaca también la falta de consenso. ”Y eso es muy consistente en las encuestas de las últimas semanas respecto de que la gente esperaba acuerdos y, como no se logró, se hizo un rechazo. Además, se entendía que esta propuesta no solo no era de consenso, sino que se impuso el discurso del retroceso en derechos ni siquiera en relación al texto constitucional, sino en los avances. Fue muy importante el tema de género”.
Claudio Fuentes, profesor titular Universidad Diego Portales y coordinador de VAR Constitucional, agrega a que en el en contra además hubo una votación más predominante de jóvenes, sectores urbanos y mujeres. También, señala que “se observa que hay una combinación de lealtad ideológica y percepción que la propuesta afectaría derechos específicos. El resultado habla de dos cuestiones: primero que hay lealtades ideológicas muy solidificadas en Chile de izquierda y de derecha; segundo, que hay segmentos de votantes que han oscilado de una a otra posición dependiendo de la oferta”.
Por tanto, dice Fuentes, “sigue siendo relevante el tipo de oferta que haga la elite política y es en ese ámbito donde ha fallado en proponer acuerdos que sumen mayorías”.
La desconexión emocional con el proceso
Roberto Izikson, gerente general de la empresa de opinión pública Cadem, detalla tres grandes grupos que estuvieron detrás del en contra, cada uno con sus motivaciones. Uno es la centroizquierda y la izquierda que votó apruebo en 2022 y que es leal al presidente Boric. “A este grupo la propuesta le parecía conservadora, de derecha y antimujer”, apunta el analista.
Un segundo grupo, explica, es el segmento de derecha que votó por Kast en la última presidencial y rechazo el año pasado. “Es de estratos bajos principalmente y no vieron que la Constitución resolviera sus problemas reales”, dice. A ellos se suman aquellos que nunca quisieron cambiar la Carta Magna y quienes se sintieron traicionados por el Partido Republicano que participó activamente del proceso. Y un tercer grupo, agrega, es el votante obligado, del que cerca de un 60% votó en contra como un rechazo transversal a la política.
Pero además de esas razones, señala, hubo variables transversales: “el desinterés, la desconexión emocional, el cansancio, el sentimiento de pérdida de tiempo y la desconfianza frente a la clase política en general”.
Fuente: El País