Milita en el PPD, se define como socialdemócrata y católico, a lo que hay que agregar, aunque no lo dice explícitamente, que es músico. Durante sus vacaciones se dedicó a tocar el ukelele, un regalo que le hicieron para su cumpleaños sus colegas del Ministerio Secretaría General de la Presidencia. No sabía tocarlo, pero por medio de YouTube, a través de distintos tutoriales, pudo “sacar unas músicas bien complicaditas, como Rapsodia Bohemia”, del grupo Queen.
Tras 20 días de descanso, el ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, volvió para cerrar la casa. Se está acabando el gobierno y el 1 de marzo se reunirá con su sucesor, Felipe Larraín, para hacer el traspaso sectorial de mando.
Dice que “desgraciadamente” lo que más ha aprendido en estos cuatro años es que la discusión política no es analítica, es un debate de imágenes, “por tanto, no hay que usar metáforas: ni retroexcavadoras ni patines ni nada. ¡Cómo me tergiversaron con la tontera de los patines! Toda la ciudadanía se convenció de que yo quería bajar a los niños de los patines, cuando jamás dije eso”.
¿Sigue, entonces, defendiendo su teoría de los patines?
Si usted estuviera casada conmigo y me dijera mi corazón está ardiente, yo no le tengo que tirar un vaso de agua, porque está usando un lenguaje figurativo. Mi corazón arde por ti y el marido le tira un vaso de agua… Yo no estaba hablando de niños en patines. Dije: el sistema particular subvencionado que puede cobrar copago, que puede seleccionar, coexiste con el sistema municipal, que no puede hacer ninguna de esas dos cosas, entonces, son reglas de juegos disparejas. A eso me refería en que un jugador, no un niño, en una competencia uno va con patines y el otro a pata pelada, eso no es una competencia justa. Nada que ver con niños con patines. Me tergiversaron hasta que les dio puntada.
Aclarado aquello y antes de contestar cuál será la última foto que dejará impresa este gobierno, el ministro pide unos minutos para explicar sobre qué base se debe medir el legado de la Presidenta Michelle Bachelet. Afirma que “lo primero es preguntarse cuáles son los obstáculos principales que tiene Chile para seguir desarrollándose. Por lo menos desde el lado del progresismo, hay mucha convicción de que Chile no ha logrado tener todavía un contrato social suficientemente legitimado”.
“Me explico -precisa- olvidando por un momento las diferencias que existen entre los países desarrollados, estos tienen ciertos rasgos comunes que todavía en Chile no hemos alcanzado: uno, el esfuerzo deliberado por proveer igualdad de oportunidades; dos, un umbral civilizatorio mínimo de protección social; tres, la protección a los ciudadanos versus los poderosos, y a la amenaza de los delincuentes, y cuatro, una democracia suficientemente inclusiva, abarcando a las regiones.
Entonces, continúa, “la pregunta es: ¿Hemos llegado a tener un contrato social que contenga esos cuatro elementos? La respuesta es no, pero que estamos más cerca de lo que estábamos al final de la dictadura, sí”.
Después de explicado este marco teórico y sobre él mismo, ¿cuál es el legado que dejará este gobierno?
Es acercar todavía más el contrato social a esas cuatro reglas básicas a través de distintas leyes que son claves, como todo lo que hicimos en materia constitucional, laboral, tributaria, despenalización del aborto en tres causales y lo que se hizo en términos de regionalización. Las cosas hay que mirarlas estructuralmente, hay que mirar el curso de la historia, no en detalle. Entonces, este gobierno, aunque les pese a muchos, aunque saquen las cuentas del almacén de cuánto fue el ingreso per cápita, acercó a la sociedad chilena estructuralmente a ser un país desarrollado.
¿Pero hubo que sacrificar el crecimiento para tratar de cumplir con este contrato social?
Se dice: no hay almuerzo gratis. Las reformas estructurales cuestan y muchas veces tienen un impacto en el crecimiento. Ahora, un lector irónico diría cómo nos vamos a acercar a ser un país desarrollado cuando apenas crecimos 2% por año. Toda la literatura moderna dice que lo que distingue a un país desarrollado de otro que no lo es son las instituciones. No es lo que crece un año u otro o lo que es la política para un lado o para el otro, sino los consensos básicos reflejados en instituciones o reglas del juego que la inmensa mayoría está dispuesta a respetar. Entonces, esa es la medida que a mí me gusta del desarrollo: se ha avanzado o no en la construcción estructural de instituciones o consensos que posibiliten la convivencia armónica y el desarrollo de la iniciativa de las personas.
La cuenta que se cobra aquí es que hemos crecido menos sin crisis mediante, salvo la baja en los precios de los commodities….
El que hayamos crecido 2% en estos años responde predominantemente, aunque no únicamente, a este ciclo internacional. Ahora, un mínimo de nobleza debiera llevar a los analistas a aceptar que teníamos razón, porque dijimos varias veces que esto estaba quedando atrás y que la economía se estaba recuperando: en el último trimestre del año anterior crecimos 3%, durante este año se proyecta que vamos a crecer más de 3%, lo que nos llevará a estar dentro de los primeros de la tabla a nivel latinoamericano, porque el ciclo se revirtió y ni siquiera ha asumido el nuevo gobierno.
Se apuesta porque las expectativas mejoraron ante el cambio de gobierno.
Si un miembro del equipo económico del próximo gobierno va a un foro importante de Estados Unidos y dice que Chile, Colombia, Perú, Brasil y Argentina se están reactivando porque cambió el gobierno en Chile, seguramente va a salir en los diarios, pero más bien en la página de espectáculos. ¡Es tan obvio lo que estoy diciendo! Porque si le pasara solo a Chile podrían tener razón.
¿Por qué no se escucha a la gente de oposición hablar de esta caída del ciclo que para usted están obvia?
Porque es política, porque querían llevar agua a su molino. Ahora, hemos sido honestos y reconocido que el menor crecimiento no se debía únicamente a la baja del ciclo, porque cuando usted hace reformas estructurales, que son imprescindibles para crecer en el mediano plazo, eso genera incertidumbre y genera alguna disrupción en el proceso económico y, por tanto, algún efecto tiene.
Reconoce que las reformas estructurales tuvieron un efecto negativo en el crecimiento…
Tuvieron un efecto de atenuación de crecimiento en el corto plazo para potenciar el crecimiento de largo plazo. O sea, en vez de pan para hoy y hambre para mañana, es algo más carencia para hoy y pan para mañana. Estoy completamente convencido de que la economía retomará un ritmo de crecimiento más significativo, posiblemente de 3,5% a 4% como promedio en los próximos años.
¿Usted cree que la ciudadanía aún no asimila todos estos cambios, ya que no se vio reflejado, por ejemplo, en la última elección presidencial?
Nosotros tuvimos una derrota política, no hay duda, pero si miramos hacia atrás también hubo una derrota política cuando terminó el primer gobierno de la Presidenta; también hubo una derrota política cuando terminó el primer gobierno de Piñera y la gente después volvió a elegirlos. Por tanto, no era una derrota tan estructural, por así decirlo, sino que era más bien un cambio de mano, y eso no significa que la credibilidad de esa coalición hubiese desaparecido para siempre, todo lo contrario, es lo mismo que creo que pasará ahora.
¿A la Presidenta Bachelet le costó más este segundo tiempo?
Es que Chile se puso más complicado. No se olvide usted que los pingüinos comenzaron el 2006, luego el 2011, después vino el No+AFP, todo el movimiento de la diversidad y de las regiones. Es un país que se va empoderando y ya no tolera que se posterguen indefinidamente sus demandas o el que las autoridades tengan reglas del juego para sí mismas distintas que para el resto de la ciudadanía.
¿Y el duro capítulo de Caval?
La sociedad va a ser implacable con la clase política si se descubre cualquier privilegio de cualquier clase. Ese es el país que tenemos ahora, ¡bienvenidos! Al gobierno del Presidente Piñera no le va a ser fácil, yo le deseo éxito por el bien de Chile, pero que no comiencen a pensar en los ocho años… Cada día tiene su afán.
¿Ha conversado con la Presidenta sobre su futuro?
No, pero dijo que se iba a quedar en Chile y, por tanto, en el marco de los roles que tienen los ex presidentes, creo que va a estar atenta a la actividad, hará observaciones cuando lo estime. Va a ser una figura política en el trasfondo.
¿Podrán remontar la baja evaluación que tiene la Presidenta?
Ni tan baja, la Presidenta tiene 40% de aprobación, que no es particularmente baja comparada con otros presidentes del mundo, pero tuvimos una derrota política porque perdimos las elecciones por nueve puntos de diferencia, no hay duda, y las causas son múltiples y muy complejas, entre ellas, mantener una coalición cohesionada en que el gobierno supiera consensuar y poner límites.
¿De quién es la responsabilidad de esta derrota política?
Obviamente, parte de la responsabilidad estuvo en el gobierno y la otra en los partidos. Incluyendo el manejo de una diversidad de partidos mayor que la que teníamos en el pasado, los problemas que tuvimos por un lado con la DC y, por otro lado, con el PC, pero también con los de corte socialdemócrata, el PS, el PPD y el PR no fueron fáciles de armonizar, pero era necesario tener una coalición amplia para construir estas reformas estructurales. Ahora, creo que el hecho de que la educación se haya aceptado como un derecho social, que los trabajadores organizados en el sindicato tengan derecho efectivo a negociar con su empleador, de que quienes más tienen deben pagar más impuestos, son improntas que estoy en condiciones de asegurar que llegaron para quedarse.
¿El nuevo gobierno debiera continuar con este legado?
Digamos que el Presidente Piñera inicia su segundo mandato con un contrato social que es más legítimo de lo que era hace cuatro años. Un ejemplo obvio de que continuarán en esta senda, y quiero creer que hay convicción en ello, es que terminaron apoyando la reforma educacional íntegramente y la principal fuente de conflictividad en el primer gobierno de Piñera fue la educación, a ese problema ya le puede hacer un tic, porque en lo grueso está encauzado, pero tiene problemas pendientes que pueden fortalecer o no la paz social, como es la salud y pensiones (ver recuadro).
¿Ve posible que el bloque de derecha gobierne por dos períodos?
Yo les aconsejaría que se prepararan bien para comenzar a gobernar y que no empiecen a construir castillos en el aire, porque este caballo es mucho más chúcaro de lo que era, y que se propongan terminar bien estos cuatro años. Hay un 10%, 15% o 20% de la población que se va hacia la centroizquierda o hacia la centroderecha con gran facilidad, por tanto, una mayoría 60-40 se puede transformar en una minoría 40-60 rápidamente. Aunque las realidades estructurales y las realidades políticas no siempre coinciden en el tiempo, mi convicción es que este contrato social, todavía insuficientemente fraguado, va a hacer que más temprano que tarde otra vez un gobierno de signo progresista capture la voluntad ciudadana. Esa es mi convicción.
¿En cuatro u ocho años más?
Si van a durar cuatro o más, se verá. Van a partir con viento de cola, eso los va a ayudar, pero a veces no tienen tanta destreza en manejar las demandas sociales, y los problemas de pensiones y de salud son no menores.
¿También tendrán que gobernar bajo la expresión de realismo sin renuncia acuñada por la Presidenta?
El realismo sin renuncia ¿qué es? En el primer gobierno de Piñera, las proyecciones que hacía el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, que somos amigos, aunque pensamos distinto, eran de un crecimiento de entre 4% y 5% y vino el ciclo a la baja de los commodities. Usted comprenderá que la capacidad económica del Fisco es bien distinta según crezca 4,5% o 2%. En el realismo, había que decir que no se iba a recaudar lo que uno creía, entonces tuvimos que atemperar la velocidad de las reformas. Y sin renuncia en el sentido de que los objetivos de buscar la gratuidad universal, de construir hospitales, de tener una educación inclusiva, educación parvularia de acceso universal, seguían en pie, pero no íbamos a dejar tan avanzado el proceso como pensábamos. A algunos de la Nueva Mayoría, obviamente, les gustaba más el sin renuncia y a otros el realismo.
¿Cómo debería pensarse el bloque en estos próximos años?
En mi preferencia, con la DC, porque sin ella no hay alianza de centroizquierda capaz de transformar el contrato social. Y de ahí hacia la izquierda, pero con la DC adentro.
Se podría pensar que sería al revés, que las lecciones que deja este momentum es que la DC no puede seguir teniendo como aliado al PC.
En este momento, mientras todavía tengamos rezagos significativos de estos cuatro elementos del contrato social, la DC es condición sine qua non para avanzar. Eso es lo que me enseña la historia política desde Frei Montalva en adelante. Yo no soy DC, por si acaso, soy socialdemócrata, pero creo absolutamente en la alianza entre los socialcristianos y los socialdemócratas para lograr este contrato social que nos permita llegar al desarrollo.
¿Su domicilio político seguirá siendo el PPD?
Estoy en el PPD, me siento socialdemócrata, no obstante, ser católico. La unión de una socialdemocracia fuerte, no necesariamente a través de fusiones, pero sí una confederación, un pacto donde obviamente están el PPD, el PS y el PR es deseable, una convergencia de estos tres partidos que tendrán que hacer alianzas tácticas de centroizquierda, con la DC hacia el centro y con la izquierda, incluido el PC.
¿El PPD sigue teniendo razón de ser?
Son parte de un momento histórico. No veo profundas diferencias en el modelo de sociedad que aspiran el PPD, el PS y PR, pero tienen culturas e identidades propias, que hay que respetar. Pero sí creo que sería muy conveniente trabajar una línea de convergencia táctica y política entre esos tres referentes que busquen alianzas con la DC y el PC.
¿Y el Frente Amplio? ¿Cómo lo mira?
Lo veo como un impulso hacia una modificación del contrato social que es muy interesante, que es una nueva expresión política. No obstante, compartiendo en muchos aspectos su ideario social cuando uno llega a las políticas concretas suelo tener diferencias. Por ejemplo, creo que sobreconfían en el Estado, entonces cuando uno discute políticas concretas siento muchas veces que hay un cierto voluntarismo o un cierto idealismo, que es deseable, siempre y cuando no sea ingenuo.
¿En qué nota ese voluntarismo?
Yo no coincido en que si el mercado hace mal las cosas, usted las pasa al Estado y se solucionan. A veces lo mejor es perfeccionar el mercado; a veces también es mejor pasarlo para el Estado. Pero si lo pasa para el Estado las reglas de gobernanza tienen que ser muy estrictas, porque es súper complicado, como lo ha demostrado la experiencia en algunos países; la captura, la corrupción y el abuso se pueden dar igualmente y en la misma intensidad tanto si son administrados por el Estado como por el mercado.
¿Cómo fue su relación con Giorgio Jackson y Gabriel Boric?
En este tiempo me pasó con Giorgio y Gabriel que siendo ambos muy estimables, muy inteligentes, solía tener dificultades a la hora de discutir los instrumentos específicos para lograr ciertos objetivos. Posiblemente, ellos dirán que soy muy pro mercado; yo diré que ellos son ingenuamente estatistas y pro actores sociales con incidencia vinculante en forma, cuyo test democrático no me es nítido… No sé quién tendrá la razón, pero ellos son como son y yo soy como soy. Creo que tiene que decantar el FA ahora que van a ser oposición.
¿Ve una alianza posible entre el FA y este referente socialdemócrata?
La veo táctica en torno a iniciativas concretas.
En este contexto, el rol ahora de ustedes que serán oposición, ¿cómo será?
Concordar con el nuevo gobierno las cosas en que estemos de acuerdo y debatir en aquellas que estemos en desacuerdo. Por ejemplo, si ellos proponen reintegrar el sistema tributario, yo les aconsejaría a los futuros opositores que se opongan completamente, porque la integración tributaria lo único que permite es que los que tienen más paguen menos.
Usted, ¿desde dónde va a debatir y aconsejar?
No sé muy bien lo que voy a hacer. Parece una respuesta cliché, pero la verdad es que he estado muy ocupado. Nada más esta semana discutíamos si vamos a meter indicaciones en el tema pensiones y los últimos detalles que tendrá el CAE, que lo vamos a presentar a comienzos de marzo. Así que voy a comenzar a analizar opciones el día 11 de marzo y, afortunadamente, puedo vivir de mis ahorros por algún tiempo al menos. Pienso hacer clases, tengo muchas ganas de escribir un libro sobre la historia económica de Chile y estoy viendo quién me puede acoger.
“Las AFP dan una rentabilidad mediocre y además le sacan una parte de su sueldo”
Tanto como ex ministro de la Secretaría General de la Presidencia como en su actual rol como titular de la cartera de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre confiesa que hubiese querido avanzar más con los proyectos que apuntaban a reformar el sistema previsional.
¿Por qué el gobierno no le colocó más ímpetu entonces?
Porque no era un tema que estuviera en el programa, pero quiero que escuchen todos: sobre todo la gente de derecha, que a veces tiene dificultades para asumir que hay grietas sociales que no se reparan con puro crecimiento. Nosotros creíamos que con la ya muy difícil agenda que teníamos con la reforma educacional, laboral y tributaria; los temas de cambios al sistema electoral, el dinero y la política, estábamos haciéndonos cargo de los principales focos potenciales de conflictividad, pero resulta que surgió de la noche a la mañana el movimiento No+AFP, con una fuerza enorme, que no lo teníamos contemplado en el programa. El ex ministro Rodrigo Valdés intentó durante seis meses consensuar un proyecto y éste no se logró aprobar.
¿Este es un desafío que debería asumir el nuevo gobierno?
Sin duda, y ellos lo tienen más claro que nadie.
¿Qué temas son ineludibles de abordar en una próxima reforma previsional?
Hay que aumentar la cotización, no cabe la menor duda, debe haber solidaridad de género: redistribución de hombres para mujeres que permita igualar las pensiones a igual esfuerzo e igual edad. El otro elemento que los invitaría a pensar es la solidaridad intrageneracional que ayude a una cierta redistribución de los que más ganan a los que menos ganan. Y, posiblemente, el tema más complejo es cómo mejorar las pensiones de los actuales jubilados.
¿Y a la industria?
Es el otro tema grueso y gordo. Nosotros dejamos presentado el proyecto. Hay que hincarle el diente, porque es un sistema caro que renta poco. Y claro, las AFP, que son hábiles, presentan cuál ha sido la rentabilidad acumulada, y lo que no dicen es que la rentabilidad de la industria fue enorme en los primeros años, pero que hoy día, comparada con los distintos fondos que hay en el mundo, es de la media para abajo. Además, es un sistema caro, porque no hay que olvidar que las AFP ganan su dinero con una parte del sueldo del cotizante. Entonces, le sacan por los dos lados, le dan una rentabilidad mediocre y, además, le sacan una parte de su sueldo. Es un sistema que hay que reformular, porque están muy mal puestos los incentivos.
¿Por dónde se parte?
El proyecto que presentó el ministro Valdés y que yo pensaba hacerle indicaciones, pero no voy a alcanzar, planteaba más competencia para que las comisiones sobre el sueldo bajaran aún más. El proyecto de la Presidenta plantea que quien ofrezca la comisión sobre el sueldo más baja tendrá derecho por seis años (hoy son tres) a administrar los fondos de los nuevos entrantes, pero creo que eso es insuficiente para que las comisiones sigan bajando, y el problema es que aunque se bajen un poco más las comisiones eso no garantiza que las AFP hagan rendir su plata de la mejor manera posible; pueden seguir teniendo rentabilidades mediocres.
¿Y cuál es su propuesta?
Lo que pretendía hacer con las indicaciones es atar los ingresos de las AFP a la rentabilidad de los fondos. Hoy día existe la obligación de las AFP de compensar si es que tiene una rentabilidad tres puntos debajo del promedio del sistema, pero como las rentabilidades hoy día son tan bajas (3%), para tener rentabilidades tres puntos más bajas que ese promedio ¡hay que hacerlo muy re mal, pues! Y si lo hacen mejor no ganan nada, entonces, qué incentivos hay para que se pongan las pilas.
Otro tema que quedó pendiente fue la reforma constitucional…
Tan pendiente no. Se cumplió la parte participativa con éxito -reconocida por la Ocde- y se enviará ahora el proyecto. Creo que un gesto que enaltece a la Presidenta es que no quiso presentar el proyecto antes de las elecciones, no queríamos electoralizar el debate constitucional.
¿Cuáles serán los principales cambios?
No voy a adelantar contenido, pero hay una parte enorme, importante de la actual Constitución, que no hay por qué cambiar. Ahora, va a requerir un proyecto de maduración y debate sobre todo en los derechos sociales, pero nada que me parezca a mí inabordable, para nada. Por lo que le diría a la nueva administración que no hay por qué tenerle miedo, porque la Constitución es la síntesis de las instituciones del contrato social.
Denos su opinión