Por María Fernanda Villegas A./ Directora Programas CETRA
Otro año para conmemorar lo que pocos saben y menos recuerdan: las luchas laborales a manos de trabajadoras y trabajadores que organizados, sindicalizados y luchando hasta dar la vida, lograron reivindicar y alcanzar pisos básicos de derechos laborales como jornadas de trabajo, seguridad social, derecho a huelga o salario mínimo.
Una herencia de buena parte del siglo XX, que parece resultar una camisa de fuerza al afán de lucro empresarial, una limitación a la codicia desmedida y sin fronteras con la que convivimos hoy. Por ello, el “establishment” o poder establecido no ha escatimado esfuerzos por mantener la estructura del Plan laboral de los 80, por reducir la poca normativa pro trabajador, por flexibilizar, perseguir, o eliminar todo lo que huela a sindicalismo.
No llama entonces la atención los pobres y negativos resultados en las tasas de sindicalización que parecen una fotografía detenida en el tiempo con una 20,9% de sindicalizados o las cifras de huelga que siguen a la baja post reforma laboral del 2017 . Tampoco los datos de cobertura de seguridad social que deja a un millón de trabajadores excluidos, menos la pobre calidad de empleo que muestra que lo único que crece en el mercado laboral es el trabajo por cuenta propia mientras se pierden empleos de modo estructural por la disrupción tecnológica y se cierran empresas en distintos puntos del país, perdiéndose en el ultimo año 15.000 empleos ante la inanidad gubernamental. Los informes Suceso también siguen la tendencia negativa indicando que las enfermedades profesionales subieron este último año en 3,6%; siendo las enfermedades mentales, especialmente en las mujeres, las que más se incrementaron.
Es ahí donde aparecen datos o estudios que nos parecen inconsistentes o contradictorios con la vida cotidiana ¿cómo entender que según ONU seamos tan felices cuando través de su ranking elaborado en 156 paises “ Wold happinesse report 2019” deja a Chile con la mejor posición en América Latina o que el índice anual de países más desdichados “Misery Index” que elabora la Universidad de John Hopkins, en Baltimore, Estados Unidos desde 1960, deje a Chile como el país menos desdichado del continente (58)?
Sólo tiene una explicación. Dichos estudios muestran una parte de la realidad. Esa que existe solo en el papel: lo que surge desde los promedios o desde análisis y datos de tipo macroeconómico. Cuando se contrasta con la vida cotidiana de los y las trabajadoras, con la economía domestica de los hogares chilenos, esto no calza.
Basta imaginar cómo se dispararían las cifras de desempleo sí dejáramos de lado los puestos de trabajo que genera la nueva economía de las aplicaciones móviles o ver los grados de violencia en nuestras sociedad en todas sus expresiones para saber que ando alga mal. Sólo revisar los niveles de ingresos donde el 70% gana menos de $ 554.000 y un 18,1% sólo alcanza el salario mínimo para no percibir tanta dicha y qué decir del endeudamiento existentes que llegó al máximo histórico con un 73,3% del ingreso disponible, superior en 3,2 al año anterior y donde además la riqueza financiera neta de los hogares disminuyó en 3,6 % según informe del Banco Central, para darse cuenta que somos un país tremendamente desigual y brutalmente contradictorio.
Entonces, vamos por un 1 de mayo sin sorpresas, con un mal escenario económico –laboral y donde las expectativas de lo por venir solo apuntan a mayor precarización. ¿Qué será lo que nos espera del proyecto anunciado para el 2 de mayo acerca de adaptabilidad laboral?, ¿Será que logran imponer un tratado como el TPP -11 que a todas luces será un freno a la política pública que pretenda a futuro mejorar la situación de los trabajadores y que bajo la consigna de “expectativas de ganancias” permitirá a las trasnacionales cuestionar y llevar a tribunales “especiales” cualquier cosa en materia productiva, ambiental, laboral o sindical que afecte el maximizar sus ganancias?, ¿Será que la reforma a la salud logra entregarle a los privados más y más recursos en contra de la salud pública donde se atienden el 80% de la población es decir, las y los trabajadores y sus familias?
Son tanto los frentes abiertos que solo cabe considerar no dejarse vencer, trabajar para lograr acuerdos mínimos entre los las trabajadoras que den capacidad de acción y reacción. No hay tiempos para darse gustos. La madurez sindical se prueba en tiempos como este.
Denos su opinión