Nicolás Bustamante, Dirigente Sindicato Interempresa FCAB
El Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que la economía mundial ya cayó en recesión producto de la preocupación por la aceleración de la expansión de la pandemia en los países centrales de Europa como EE.UU. Según la ONU, estamos frente a la peor crisis planetaria desde la Segunda Guerra Mundial, donde hasta hace tres días las cifras mundiales contaban a más de 50 mil muertos y 860 mil contagiados, lo que ha provocado una contracción económica de más del 1% para este año.
A esto se suma, que a diferencia de la crisis económica de 2008 -la cual no logró tener una salida- los elementos que cumplían un rol de contra tendencia de la crisis como el factor de la economía china-que en ese entonces llegaba a los dos dígitos de crecimiento- se encuentra también enfrentando una profunda desaceleración en el que se proyecta un crecimiento más cercano al 5% que al 6%, por debajo de las estimaciones que tenía el gigante asiático antes de la pandemia.
El factor chino, la caída del cobre y la recesión de la economía nacional
La fuerte caída de la economía en China ya ha provocado fuertes consecuencias en la economía chilena, partiendo por la abrupta caída del precio del cobre la que durante marzo tuvo una caída del 6,6% en el mercado, con un precio promedio entre US$2 y US$2,2 la libra del metal rojo; lo que se estima podría traducirse en unos US$5 mil millones menos de ingresos fiscales, según estableció la Dirección de Presupuestos (Dipres) del Ministerio de Hacienda.
Y cómo no es de esperarse que la contracción china golpee fuertemente la economía local, si el gigante asiático representa alrededor del 30% de las exportaciones de Chile, siendo el cobre el principal producto con un 76% de representatividad en el mercado, lo cual se vio reflejado en febrero también donde las exportaciones del metal rojo cayeron un 2,3%, lo que marca nuevamente la total dependencia de la exportación de materias primas del país.
Si bien, posterior a la crisis desatada el 2008, Chile sólo sufrió una leve desaceleración de la economía producto de los altos niveles aún de crecimiento chino llegando casi a los dos dígitos, lo que se viene a plantear y ya se refleja en la anunciada recesión económica para el país, es que ya no se cuenta con ese colchón económico que permitió palear un poco la crisis en esos momentos. Los pronósticos sombríos develan, según el propio Banco Central, una caída del 2,5% del PIB nacional, cuando durante el año 2019 los más pesimistas aconsejaban llevar adelante reformas estructurales para poder crecer entre el 2% y el 3% del PIB, y así mantener una economía relativamente sana.
Estos factores dan por entendido que incluso una recuperación económica del país no podría darse a corto o mediano plazo, como quisiera hacerlo creer el Banco Central, pues actualmente no existe ninguna contra tendencia a nivel mundial, más allá de la cuestionada propaganda del líder chino Xi Jinping sobre la actual etapa de una supuesta reactivación de la economía que parece no ser suficiente para enfrentar la dramática caída de la producción industrial y las inversiones en los primeros meses de este año producto del COVID-19, la que se tradujo en una caída del 13,5% y niveles récord de desempleo del 6,2%. Es decir, en gran parte la economía chilena depende de cómo China logra superponerse de la caída de su PIB que no se veía desde los años 70’.
Las grandes mineras se preparan para hacernos pagar la crisis
Según las cifras de Bloomberg, el valor del cobre a tres meses se cotiza en unos US$2,16 la libra. Algunos economistas burgueses como los de Citi pronostican que el precio del metal rojo baje de los US$2 la libra, mientras que el académico de la Escuela de Ingeniería Química de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Roberto Parada, optimistamente espera que el precio del metal pueda estabilizarse en US$2 la libra.
Pero, ya a mediados de marzo de este año las alarmas se encendieron cuando el valor promedio llegó a US$2,2 la libra, ya que solo 4 operaciones de compañías de la gran minería chilena, que representan el 45% de la producción nacional, tiene costos de producción de cobre por debajo de los US$2,2. Incluso, cuando según cifras de Cochilco del año 2018 daba cuenta que el costo de producción neta de cátodos se promediaba en US$2,15 la libra, es decir, en el actual escenario las compañías de la gran minería pierden rentabilidad porque sale más costoso poder llevar adelante la producción de cobre con un margen de ganancia menor no vista hace años.
Pero, más allá de los números, las y los trabajadores debemos prepararnos porque este oscuro escenario económico vendrá a tocar de forma brutal nuestra calidad de vida. Como es de costumbre, sabemos que los empresarios no pagarán la crisis, sino que la harán cargar sobre nosotros, peor incluso de lo que provocó la desaceleración post crisis 2008 donde fueron miles las familias que quedaron en la calle, como el caso de CODELCO que hace un par de años atrás despidió a casi 5 mil trabajadores.
Los empresarios de la gran minería ya comenzaron. CODELCO, la cuprífera estatal, ya dio inicio al congelamiento de los proyectos remanentes en Chuquicamata Mina Subterránea, las obras de Rajo Inca y las obras de montaje de Traspaso Andina. Teck decidió mantener suspendida la construcción de Quebrada Blanca 2 reclamando que los impactos serán millonarios, y Collahuasi ajustó el 40% de su dotación entre mineros de la compañía, contratistas y de proyectos.
La línea de las mineras lejos de tocar sus ganancias o bajar los millonarios sueldos de las gerencias, será atacar a las y los trabajadores, con despidos, o suspensiones como lo están efectuando las mineras nombradas anteriormente. Es por eso que la clase obrera minera debe prepararse para resistir mayores ataques que pondrán a miles de familias con los pies en la calle; y es que los empresarios quieren hacernos pagar la crisis sanitaria mandándonos a morir a las faenas, y también la crisis económica por recesión para mantener sus grandes ganancias. La crisis económica en Chile, según varios especialistas, se compara a la crisis del año 82’-83’ en que la cesantía llegó a un 20% del total.